lunes, 31 de agosto de 2009

LA TERRIBLE REALIDAD‏

Los felicito por el articulo del profesor Sandler. En prueba de la verdad que afirma les envio los sugestivos titulos de 3 publicaciones correspondiente a solo 2 dias describiendo la asfixia impositiva que nos provoca el actual sistema de impuestos. Castiga a los habitantes y de ese modo debilita al pais. Del puesto 8 que teniamos en el ranking mundial en 1910 , hoy estamos cien puestos por debajo de otros paises.
¿No se ve la relación que tiene "calamidad social interna" con el decaimiento de la soberanía? Mal atienden las relaciones de dependencia internacional quienes no empiecen por destacar el deorden interno. En este caso, hay que eliminar el actual sistema de impuestos, recurriendo para el gasto publico a la renta fundiaria.
Raul Girbau, profesor de ecconomia politica.

Es récord la presión fiscal
La Argentina ha iniciado hace varios años un proceso de aumentos de impuestos que ha llegado a que un trabajador tenga que disponer de uno de cada dos pesos que cobra para contribuir al fisco
Diego Cabot

La progresiva destrucción del derecho de propiedad
El Estado en la Argentina está dejando de ser la máxima expresión de la juridicidad para convertirse en una suerte de carterista
Editorial, Domingo 30 de agosto de 2009 |

Más irresponsabilidad fiscal
El Poder Ejecutivo ha acogido favorablemente el pedido de dieciséis gobernadores y ha instruido a sus legisladores para que impulsen la sanción de un proyecto de ley por el que se dejarían sin efecto en los años 2009 y 2010 varios artículos de la llamada ley de responsabilidad fiscal. De esta forma, se intenta remover los límites que esta norma, sancionada en 2004, impuso al gasto y al endeudamiento del gobierno nacional y de las provincias. De prosperar esta iniciativa se convalidará el desborde presupuestario que es hoy una realidad.
Editorial, Lunes 31 de agosto de 2009


Nuevos apuntes para la Rebelión de los Contribuyentes

Urgente24 ha decidido iniciar una amplia difusión sobre el abusivo sistema impositivo vigente, distribuyendo todos los apuntes disponibles que merezcan crédito intelectual. Es necesario formar opinión para iniciar un debate que concluya en una revisión. En la Argentina no se pueden pagar los tributos que gravan a la actividad económica, sin que el Estado realice una contraprestación equivalente. Además, hay que acabar con todo aquello que se estableció en el marco de emergencias que en breve se
La economía, el talón de Aquiles de los Kirchner... (Preparando la Rebelión de los Contribuyentes)

Apunte Nº1: La matriz perversa de los impuestos en la Argentina, según Guillermo LoCane, en Perfil

Desde el 2003 la recaudación de impuestos, creció más que el PBI. El estado nacional tomó recursos de las personas y las empresas a un ritmo superior al del crecimiento de la riqueza. Las provincias no se quedaron atrás.

En 2003, el fisco nacional recaudó $ 79.000 millones con un PBI de aproximadamente $ 375.000 millones.

En el 2008 la recaudación fue de $ 299.000 millones (+ 277%), con un PBI en torno a los $ 1.000.000 (+ 166%).

Por lo tanto la presión tributaria, solamente de impuestos nacionales, pasó del 21,10% del PBI en 2003, a 29,90% en 2008.

Es indudable que los argentinos pagan más impuestos que nunca, pero ¿quiénes son los que más pagan? Saberlo es necesario, porque, para decirlo con un ejemplo deportivo, en cancha de los impuestos se juega la primera final del campeonato por la equidad social. El partido revancha se juega en cancha de las políticas asistenciales.

Los que más pagan son: las familias a través de sus consumos.

Los trabajadores empleados y autónomos a través de sus ingresos.

Los productores primarios de bienes exportables a través de disminuciones -retenciones- del precio pleno de sus productos de exportación.

Y los medianos contribuyentes que no pueden trasladar la carga del impuesto a las ganancias al precio de sus productos y servicios.

Y los que menos pagan (además de los evasores y aquellos que logran eludir los tributos) son:

Los contribuyentes del impuesto a la riqueza y los bienes personales.

Los que cobran rentas y ganancias del capital y las finanzas.

Y aquellos grandes contribuyentes del impuesto a las ganancias que, a pesar de estar alcanzados por el impuesto en cabeza propia, por las características del mercado y su condición de formadores de precios, están en condiciones de trasladar la carga tributaria sobre clientes o proveedores.

Conformándose así, un sistema tributario ANTIPRODUCTIVO, INEQUITATIVO Y REGRESIVO, con matriz invertida donde, los sectores sociales que más pagan, no son necesariamente los que más ganan.

Situación que no es nueva, pero que se acentuó en los últimos años debido a:

> Fuerte incremento en la recaudación, de los impuestos sobre el trabajo, el comercio exterior, y los movimientos bancarios.

> Persistencia de impuestos al consumo como principal fuente de recursos tributarios. Y

> débil incremento en la recaudación de los impuestos a las ganancias y las riquezas.

Mayor presión y mayor inequidad, porque medido en puntos de PBI, los impuestos sobre consumo mantienen la primacía, pero la participación en el total, de los impuestos sobre el trabajo (seguridad social) es la que más crece, seguida de los impuestos al comercio exterior.

Adicionalmente, la reducción de recursos coparticipados sufrida por las provincias en el período y la aceptación pasiva de la situación, terminó perjudicando a todos los contribuyentes.

En efecto, antes que una justa defensa de sus derechos, las administraciones provinciales y también las municipales han optado por ir sustituyendo la merma, con la sanción diversas normas cuya objeto es exclusivamente recaudatorio (nuevos tributos, menores exenciones, mayores tasas, etc.) lo que, en definitiva, eleva la presión fiscal sub-nacional en un porcentual equivalente a lo perdido y coloca a la “presión tributaria total” en niveles desconocidos por éstas tierras, sin la más mínima consideración de doble imposición, equidad, capacidad contributiva, ni demás derechos del contribuyente.

Apunte Nº2: La carga impositiva es cada vez más alta, según Agustín A. Monteverde en el diario La Nación:

La presión tributaria, que se calcula a partir de la relación entre la recaudación y el producto bruto interno (PBI) indica el porcentaje promedio de impuesto que abona cada habitante. A contramano de la percepción ciudadana, es frecuente oír que el nivel de presión fiscal en la Argentina es reducido y que otros países tienen casi el doble de presión tributaria que la Argentina.

Sin embargo, los estudios comparativos en esta cuestión carecen en general de rigor metodológico, pues relacionan datos de PBI y de recaudación surgidos de procedimientos de recopilación y medición heterogéneos. Mucho menos está probado algún vínculo causal entre presión y desarrollo económico.

Por otro lado, Arthur Laffer mostró hace ya rato que a partir de cierto nivel, el aumento de presión genera caídas en la recaudación por evasión. La metodología habitualmente utilizada para medir la presión tributaria -y que la ubica en torno al 27%- implica gruesos errores de estimación.

En primer lugar, al utilizar el PBI a precios de mercado se distribuye el peso de la recaudación en un producto "inflado" precisamente por los mismos impuestos. No se puede repartir el peso de los impuestos sobre los mismos impuestos.

Tampoco resulta lógico distribuir el peso de los impuestos sobre una base que, ya neta de impuestos, aun incluye las amortizaciones de capital y las actividades inmobiliarias con bienes propios o servicio imputado de vivienda.

Otro elemento que contamina la medición es la economía informal. Las cuentas nacionales ajustan los valores registrados por un coeficiente de subregistro de forma de incorporar actividades subdeclaradas o no declaradas.

Queda claro que no puede distribuirse el peso de los impuestos entre aquellas actividades que escapan precisamente de la tributación.

Pero también es incorrecto el importe de recaudación que habitualmente se computa.

Si la presión fiscal es resultante de la totalidad de los impuestos pagados por los contribuyentes, deben computarse todos los impuestos nacionales, provinciales y municipales. Muchos tributos municipales, sea por falta de información o por el carácter de tasa o contribución que revisten, no son considerados por la mayoría de las mediciones.

También es común que se escabullan del cómputo los aportes y contribuciones a la Seguridad Social. Asimismo se deben incluir dentro de la recaudación tributaria, los aportes a las cajas provinciales de previsión y a las obras sociales de origen nacional y provincial.

Un presente asfixiante

El PBI a precios de mercado en 2008 sumó $ 1.032.758 millones. Si descontamos los impuestos a los productos (IVA, ingresos brutos, impuestos específicos y al comercio exterior), arribamos a un valor agregado bruto de $ 839.037 millones.

Aún corresponde deducir las amortizaciones de los bienes capital. Si asumimos que equivalieron a tan sólo la mitad de la inversión bruta (una presunción extremadamente favorable), arribamos a un ingreso nacional neto disponible de $ 718,794 millones.

Pero ese ingreso neto incluye la porción informal de la economía, que no paga impuestos. Si asumimos el supuesto adoptado en 1993 para la elaboración del PBI, la actividad registrada representaría un 72% del PBI total (aunque hoy es bastante menor), el ingreso neto del sector formal sería de $ 517.532 millones.

La recaudación tributaria del gobierno federal en 2008 sumó $ 281.051 millones. Hasta aquí la presión tributaria federal equivale a un exorbitante 54,31% del ingreso disponible de los contribuyentes.

Si asumimos que la presión fiscal de las provincias y municipios es la misma que en 1997 (año en que Santiere y otros la midieron) -aunque aquí también hay consenso de que creció fuerte-, la carga provincial y la municipal sumarían unos $ 38.005 millones y $ 12.703 millones, equivalentes a 7,34% y 2,45%, respectivamente.

Consolidado nacional

De esta forma, la presión efectiva del consolidado nacional -adoptando supuestos en extremo conservadores- es un astronómico 64,1%, según surge de sumar el 54,31% correspondiente a la Nación, el 7,34% de las provincias y el 2,45% que se llevan los municipios.

En este cálculo no se ha descontado del PBI el servicio imputado de vivienda ni los impuestos directos, lo que hubiera resultado en un índice de presión efectiva aún mayor.

Con un fárrago tributario como el nuestro y una presión fiscal de tal magnitud, en la que el Estado casi dos tercios de la riqueza generada por el contribuyente promedio, los alicientes para la evasión o la elusión son altísimos y los riesgos de ser detectado -especialmente en algunas actividades- resultan mínimos.

Un nivel alto de presión fiscal efectiva constituye un castigo al ciudadano que cumple y a la vez representa el tamaño de la recompensa que el Estado otorga a los que evaden.

Por último, nótese que la presión tributaria real (que surge de la recaudación) es siempre menor a la presión nominal (la carga tributaria según surge de las normas impositivas vigentes).

La presión denominada -engañosamente- "real" es solo la contracara de la evasión resultante del nivel de presión "nominal"; es esta última la que cuenta como incentivo o premio para quienes deciden evadir.

Cabría incluso recargar esta presión nominal con lo complejo, costoso y difícil que resulte interpretar y cumplir con las normas impositivas.

Dada la complejidad de nuestro régimen y la discrecionalidad de nuestra administración tributaria, hay aquí un nuevo multiplicador de presión, un nuevo estímulo a la evasión.

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