lunes, 3 de agosto de 2009

PRIVATIZAR LAS VILLAS MISERIAS NO ES SOLUCIÓN


Héctor Sandler, Profesor Consulto. Derecho, UBA

LA SOLUCIÓN ES TIERRA BARATA PARA TODOS Y ELIMINAR LOS IMPUESTOS QUE ARRUINAN LA PRODUCCIÓN Y EL CONSUMO

El Ing. Guillermo Andreau me ha pedido comente el artículo del profesor Martín Krause ¿Se puede privatizar la villa 31? - lanacion.com aparecido en el diario La Nación el 30 de julio del 2009.
En primer lugar felicito al distinguido colega por hacerse cargo el gravísimo problema de las “villas miseria”. Esta terrible cuestión es parte de la decadencia argentina y solo será resuelta cuando los hombres de pensamiento se ocupen del problema. Si no modificamos la esfera cultural en materia de educación sobre este asunto, la Argentina no saldrá del estancamiento en que ha caído.
Por ello, con el mayor interés y el más vivo respeto por el profesor Krause, me permito formular el comentario que sigue.
Una cuestión metodológica
Es científicamente incorrecto y políticamente dañino considerar a las villas miseria como un problema puntual que puede ser examinado y resuelto con visión analítica. Se requiere una visión y métodos “morfológicos” ( Walter Eucken, Iredell Jenkins, Alfred Müller Armack, entre otros). Este método demanda contemplar al problema como parte de un “ordo”. En este caso del “orden social” in totum. Sin una caracterización de ese orden social no es posible ensayar diagnósticos y proponer soluciones que acaben con el problema a fin de recobrar la salud del “organismo social”. Tales problemas han de ser apreciados, diagnosticados y tratados contemplando al orden social como un todo histórico, en el que se dan determinados procesos, cuyos procesos reactúan sobre la configuración del orden.
El orden social humano contiene como mínimo cuatro esferas de vida relativamente autónomas, pero vinculadas en relaciones de “feed back” entre si: la económica, la política, la jurídica y la cultural. En el caso de las villas miseria, necesidades económicas provocan demandas políticas que animan o exigen el dictado de determinadas normas legales, todas cuyas actividades son afectadas por el diferente nivel cultural de los actores predominantes en cada esfera. La emergencia del problema de las villas, que en modo esencial radica en el “hacinamiento urbano de personas de pocos recursos monetarios”, asentamientos que emergen extrañamente como pequeños puntos ubicados en y alrededor de las grandes urbes, debiera ser considerado algo “raro”. Máxime, como en nuestro país, emergen a pesar que (potencialmente) su población dispone de uno de los más vastos y favorables territorios para la vida humana. Territorio que aun permanece despoblado como en la época de Alberdi, pues si se quita del total de habitantes el 85% que vive en pocas ciudades, las que sumadas ocupan una superficie que no llega a los 50.000 km2, la densidad de poblamiento argentino no llega a 2 h/km2.
Tan extraña realidad existe en un país cuya Constitución Nacional comienza por invitar a “todos los hombres del mundo a habitar su suelo”, no puede dejar de llamar a la atención. El caso Argentino demanda explicaciones sistémicas basadas en el estudio del material histórico. La realidad ha de ser interrogada con preguntas de este tipo: ¿Cuál es la forma económica existente que da lugar a la emergencia de “furúnculos” que enferman a todo el organismo social? ¿Qué ha tenido y tiene que ver el derecho vigente (el dictado en cierto período de nuestra historia) para que el orden económico genere tales “villas miseria”? ¿Cuánto debe la existencia de ese derecho positivo a los órdenes políticos establecidos durante ese período? ¿Cuál es la responsabilidad que cabe al orden cultural (religión, ciencia, educación, etc) en la actuación de los hombres de gobierno y en la formulación y mantenimiento de ese derecho positivo?
Desde luego no son interrogantes fáciles de responder a vuela pluma; pero no falta experiencia histórica y literatura que facilitan la respuesta o, al menos, una razonable hipótesis de trabajo que viabilice investigaciones provechosas en miras a la erradicación de aquel mal social. Este planteo y una correlativa recapacitación sobre estos interrogantes son indispensables cuando la “furunculosis” ha alcanzado grados extremos. Se habla hoy de un primer, segundo o tercer “cordón urbano” de la Capital y otras grandes ciudades del país con tal ligereza que parece “natural” que algunos seres humanos vivan hacinados “como piojos en costura”. Sino todos los hombres, al menos los de “cierta clase” (¡!). Ninguno de estos “opinadores” suele considerar que es posible que él y su familia – dadas ciertas circunstancias – podrían rápidamente pasar a formar parte de esa “clase”. Como personalmente lo he podido verificar visitando decenas de “conventillos” existentes en el mero centro porteño. Aquellas preguntas deben ser formuladas y concienzudamente contestadas, si se me permite parafrasear a Ortega y Gasset, justo para conocer “las circunstancias” que han provocado ese grave malestar social. Las conjeturas, basadas en “métodos analíticos”, puntuales, son erradas. Y lo que es peor, inspiran, como lo he vivido en el ámbito legislativo, medidas malas en su prospectiva y funestas en sus consecuencias. La manifestación del profesor Krause denunciando como “tercera falla del Estado” su incapacidad para resolver el problema, afirmando que en este rubro “hubo de todo” (sic), sin que ninguna de ellas lo resolviera, lo cual es verdad, es la mejor prueba de la pobreza cognoscitiva en esta materia. Sobre este punto, por razones de espacio, remito a mi libro “Alquileres e inflación. Un examen de las relaciones entre el orden jurídico, el orden económico y la renta fundiaria”. Editorial JUS, Universidad Ibero Americana, México, 1977.
Sobre lo razonado y propuesto por el profesor Krause habría mucho por decir. Pero para honrar al lector y al grave problema que las villas miserias importan para nuestra realidad y futuro, me limitare a algunos tópicos. Quien seriamente reflexione sobre lo que sigue podrá, si quiere, encontrar el hilo de Ariadna que le permita penetrar y salir de los laberintos que nuestro devenir presenta hasta la fecha. Comprenderá no solo la causa de las villas miserias sino las razones de la decadencia argentina después de nuestro fulgurante despegue en los 1860.
Ficción y realidad
El profesor Krause da una bucólica versión de la ocupación del territorio argentino por la gran corriente migratoria de mediados del Siglo XIX. No es de su invención, pues ha sido y es compartida por la mayoría de los argentinos, incluyendo letrados y profesores (lo que revela un gran déficit cultural). Dice textualmente:
“Ya antes de que existieran las "villas" había pobres en Buenos Aires. De hecho, la mayoría de los inmigrantes lo eran. Ante la escasez de viviendas, paraban en los llamados conventillos, pero existían caminos para acceder a la propiedad de una vivienda, principalmente mediante la compra de terrenos loteados, en cuotas a largo plazo. El negocio prosperaba entonces: un empresario compraba un terreno en los suburbios, lo dividía en lotes y lo vendía en cuotas. El nuevo propietario comenzaba su casa de a poco, pero con la propiedad asegurada invertía capital en ella y la iba mejorando. “
A tenor de la versión transcripta el asentamiento de cada inmigrante no era nada fácil, lo cual es verdad. Pobres en su mayoría, aunque el camino era duro, más temprano que tarde, cada uno según su esfuerzo, podía alcanzar a realizar un sueño imposible en la vieja Europa: tener la casa propia. Los problemas iniciales eran derivados de la “escasez de viviendas” (sic). Pero al parecer dos factores concurrían para que aquel sueño se realizase: uno, la presencia de un “empresario” que compraba un terreno en los suburbios para dividirlo en lotes y los vendía en “cómodas” cuotas, Dos, que los recién llegados, con el fruto de su trabajo, compraban el lote, pagaban las cuotas y de a poco construían su casa.
No se puede negar que lo descripto figura en el cuadro de las “circunstancias” de la época; pero esa descripción es por completo parcial pues para nada da cuenta del orden económico/legal en que ese proceso ocurría. Para tener una visión panorámica hay que recoger testimonios sobre la “función social” del llamado “empresario” por el profesor Krause. En verdad formalmente era un mero “loteador” de terrenos; pero sustancialmente un “especulador en tierra”. O sea alguien que, gracias a su “visión” y al Código Civil, hacia del don de Dios y tesoro de la patria, un “objeto de comercio”. Lucraba con un recurso natural, base de la vida. (Aunque para ocultar esta patética realidad el Código de Comercio no considera al “negocio inmobiliario” acto de comercio). Veamos testimonios sobre la recompensa recibida por este “empresario”.
Dos casos cita el economista Vazquez Fresedo que ilustran sobre la “funcion social” de este singular empresario:

“Deseo aclarar que el señor Alcorta compró , acorta distancia de la estación Moreno, una fracción de tierra de dos leguas y media al precio de 600 pesos papel por cuadra. Después que la estación fue levantada sobre los terrenos de esa
propiedad, la tierra se vendió en remate, dividiéndose en lotes para la construcción; y algunos de ellos lograron el enorme precio de entre
35.000 y 40.000 pesos papel por cuadra”

No tenemos noticias de cuantos lotes y a que precio se vendieron. Pero calculando por el mínimo de $35,000 por cuadra (las 2 ½ leguas son unas 100 cuadras),el señor Alcorta invirtiendo $ 60,000 ($600x100 cuadras) las vendió a $ $3.500.000. La ganancia – pagada por los trabajadores con el fruto de su trabajo – fue superior a ¡58 veces la inversión! El 5000% ¡Vaya que fue negocio! ) (Vicente Vázquez Fresedo, El caso argentino. Migración de factores, comercio exterior y desarrollo. 1875-1914. EUDEBA, Buenos Aires,1971, p.42-43)

“En Morón, de igual modo, un molinero emprendedor, M. De la Roche. Compró en 1855 treinta cuadras de terreno por 16.000 pesos papel. Luego trató con la compañía para que se llevara la vía férrea a través de su propiedad. Ofreciéndoles una concesión a perpetuidad de 3 cuadras – espacio para la estación – y la tierra ocupada por los rieles. Luego de la inauguración de la línea hasta Morón, dividió su tierra en lotes para la construcción, y los vendió en remate. Varias cuadras se vendieron por 100.000 pesos cada una y algunos lotes rindieron 2.000 pesos por yarda” (menos de 1 m2).(Op.cit)

Supongamos que de las 30 cuadras se vendiera la mitad, es decir 15 cuadras. A razón de 100.000 pesos cada una, con una inversión de 16.00 pesos ganó la friolera de $ 1.500.000….pagados por los trabajadores. Pero una cuadra deja útil una superficie de unos 10.000 m2, de los que se obtienen más o menos 40 lotes de 250m2 cada uno (312 yardas el lote). Vendidos a $ 2000 la yarda, el lote da unos $ 625,000, con lo que esa “manzana” habría rendido 25 millones de pesos!!!

A la luz de estos ejemplos comienza uno a comprender lo que el señor Huret, cronista del Centenario, dice en su libro “De Buenos Aires al Gran Chaco”:

“Casi todas las grandes fortunas argentinas tienen su origen en el mayor valor de los terrenos que continúa hace cuarenta años, a pesar de las inevitables crisis de esta progresión. He analizado en detalle las formas de esta feliz evolución
favorecida por la concurrencia de capitales ingleses y la emigración europea. La tendencia se acentúa cada vez más de dividir en lotes para la colonización inmensas extensiones pertenecientes al Estado o a los particulares: he aquí los factores que explican y justifican entre otros el complejo juego de la valoración de las tierras”
Ese es el origen de las grandes fortunas…y de la gran pobreza originada en los mismos 1860 y que persiste hasta hoy, agravada, como lo muestra esta otra postal de Huret:
“En esta ciudad inmensa que progresa hace treinta años, aún quedan por hacer muchas cosas. El Barrio de San Cristóbal, llamado barrio de las Ranas es un vestigio persistente....Allí es también donde la espuma de la hez social abriga
sus liviandades. La arquitectura de sus viviendas (es) “el estilo de petróleo” (querosén). No se ven allí más que casas construidas con hojalata,
cuyas paredes, tejados, puertas y columnas resplandecen al sol. ...Estos palacios y casuchas están habitadas por negras, mestizos, europeos e indígenas. Se ve toda aquella población compuesta de rufianes y prostitutas, de truhanes y
libertarios, sentados a la puerta de sus casuchas tomando el mate...alrededor de ellos se levantan montañas de inmundicias o basuras que los carros
van a vaciar allí incesantemente.

Cualquier parecido con la realidad actual no es mera casualidad. Contra lo que cree el profesor Krause, el abismo entre la riqueza y la pobreza se produjo desde el inicio de la Organización nacional. Es el malsano fruto producido por el sistema de propiedad del suelo (del Código Civil) en conjunción con las leyes de impuestos, en especial las dictadas en los 1930, aun vigentes.

El Código Civil de prosapia romana estableció un sistema institucional de la propiedad de la tierra, que convalidó el acaparamiento llevado a cabo y al
facilitar su venta y arrendamiento, sentó las bases para el mejor negocio económico dentro de la sociedad argentina. “Especular con la tierra” se convirtió
en un santiamén en la actividad más lucrativa a partir de esa década.

“En todas las clases de la sociedad, desde las más humildes a las directoras, las gentes se dedican a la especulación sobre los terrenos, los unos con método, los otros con pasión, pero todos con una confianza absoluta en el porvenir del país. Puede decirse que salvo los miserables, todo el mundo especula en la Argentina, desde el rico estanciero hasta el inmigrante recién llegado”(HURET, OP,CIT)
¿No es acaso público y notorio que los humildes habitantes de las villas – en especial los de la emblemática Villa 31 – especulan con el precio de la tierra?
Vamos de mal en peor
El mal, iniciado hace 150 años no ha cesado sino que se ha agravado. Un informe de La Nacion del 5 de Octubre del 2008 dice así;
“Las villas miseria en la Capital no paran de crecer. Desde 2001, duplicaron su población, como mínimo, y sólo el último año y medio el número de habitantes creció más del 30 por ciento. Hace siete años unas 100.000 personas vivían en los 14 asentamientos reconocidos por el gobierno porteño. Un informe de la
Defensoría de la ciudad de Buenos Aires estimó en 150.000 el total de la población a mediados de 2007. Hoy, ese número oscilaría entre 195.000 y 235.000, según las cifras de diferentes fuentes. Según cifras oficiales, en las 12 villas que están en el sur de la ciudad hay 165.000 habitantes. Pero para establecer la totalidad de gente que vive en asentamientos hay que sumar la población de las villas 31 y 31 bis, sobre la que no hay números claros. Según el último censo, de 2001, 30.000 habitantes. El gobierno porteño deslizó la semana pasada que eran 40.000. Sus residentes dicen que son 70.000. "Una causa importante es el encarecimiento del mercado del alquiler de los hoteles pensiones. Hay hoteles que están dejando de funcionar porque esa vivienda mejoró su precio, entonces la gente opta por alquilar una habitación en una villa", explicó Cristina Cravino, investigadora-docente de la Universidad
Nacional de General Sarmiento (UNGS), autora del libro “Las villas de la ciudad”.
Colofón
Al no captarse la raíz del problema los gobiernos apelan a todos los medios imaginables. Menos al único correcto: recaudar la renta fundiaria (cobrando un razonable porcentaje sobre valor del suelo precio de mercado) y, a la par, eliminando impuestos que castigan a los trabajador, inversores y consumidores. La apropiación de la renta del suelo por los particulares y los impuestos vigentes son todos palos en la rueda del progreso, la libertad, la igualdad y el bienestar general. Tierra barata y ningún impuesto es la simple fórmula para la recuperación argentina.
Buenos Aires, Agosto 3 de 2009


1 comentario:

Guillermo Andreau dijo...

El Ingeniero Guillermo Andreau disertara en el almuerzo del Foro de la Ciudad del Club del Progreso sobre "El Sistema Jurídico de la Revolución de Mayo como solución a los graves problemas económicos, políticos, sociales y culturales". El tema de la charla es fruto del trabajo de investigación relizado en el Blog El Relativismo Juridico que cuenta con la participación de destacados juristas, economistas e intelctuales.
Miércoles, 23 de septiembre de 2009
Hora: 13:00 - 15:00
Club del Progreso Sarmiento 1334
Buenos Aires, Argentina