miércoles, 4 de noviembre de 2009

Los errores del Neoliberalismo. Parte 3

En respuesta a las preguntas en la parte 1 y 2
PRINCIPIOS TEORICOS Y SOLUCIONES PRÁCTICAS.
Hector Raul Sandler, profesor Derecho, UBA

Es indispensable distinguir entre principios de una teoría y las pretensiones de concretar las sugerencias que de ella se derivan. De acuerdo con T.Kuhn “las revoluciones científicas” (que son revoluciones en el conocimiento humano) ocurren cuando se sustituye un paradigma cognoscitivo por otro. Ejemplo, sustitución del paradigma astronómico que consideraba a la Tierra centro del sistema planetario, por el de Copérnico quien en el centro puso al Sol. Desde que se aceptó este cambio de paradigma (Siglo XVI) han pasado 500 años en el curso de los cuales se han desarrollado teorías derivadas, instrumentos ópticos, cartografías, etc, para resolver los problemas prácticos que la teoría copernicana generó (ver K. Popper, Lógica de la investigación científica). A ningún científico pos Copérnico se le ocurrió volver al paradigma anterior por encontrar difícil resolver los problemas que el cambio copernicano planteó. Exactamente lo mismo ocurre en este asunto de los recursos necesarios para sostener un gobierno para beneficio de la comunidad. El sistema antiguo (que subsiste a la fecha entre nosotros y, aunque en menor grado, en gran parte del mundo) es tan rudo como simple: “Como el gobierno necesita recursos, los obtiene por la fuerza de quien los tiene. Si puede obtenerlos de sociedades ajenas, mejor (conquista e imperialismo). Si no puede, los obtiene de sus vasallos, a los que honrando a la democracia formal se los llama ciudadanos” Sus efectos son por completo contrarios a la modernidad. Por ello, desde los fisiócratas en adelante, una línea de pensamiento ha propuesto una “revolución científica” en materia de orden social, Propone sustituir aquel antiguo paradigma (con notable parecido al robo) por otro ajustado más a la realidad, a la dignidad del hombre y, sobre todo, a los ideales de la modernidad: democracia, armonía social, igualdad y libertad individual. El paradigma moderno iniciado por los fisiócratas y ampliamente explorado por Henry George se funda en otros principios teóricos. En su esencia, sin negar la indispensable necesidad de un gobierno (en el sentido cibernético de la palabra), considera que la base del tesoro público (y medida del gasto) no puede estar sometido a la voluntariedad de los que mandan ni forjárselo castigando al trabajo y la inversión. Este paradigma parte de un fenómeno real consistente en que a medida que aumenta la población y la inversión de capital, crece el valor de mercado de la tierra, lo que es fácilmente verificable (y por lo tanto no se puede ocultar ni hacen faltas “sabuesos”: cualquier inmobiliaria está informada al día). Este valor (llamado renta del suelo) no es producto del que trabaja el predio. Se origina por el “mercado de demanda de tierra”. A comunidad con más habitantes, más laboriosa, más ingeniosa, más confiable, dado que el territorio es físicamente limitado, aumenta el valor de todos los predios. Los parámetros citados hablan del “desarrollo de cada comunidad”. Según el paradigma antiguo (vigente entre nosotros), ese creciente de valor beneficia al propietario (aunque éste no conozca al predio ni piense visitarlo: es un “especulador en tierras”). El paradigma moderno sostiene algo radicalmente distinto. Como ese valor depende del desarrollo de la comunidad, dice: “vaya a la comunidad lo que deriva de la comunidad” y propone que el gobierno afronte el gasto con el tanto por ciento del valor que recaude de aquellos que usufructúan cada predio, sin importar a que lo dedican. Adoptado este paradigma, el gobierno no debe cobrar impuestos sino por excepción y solo con el voto de la población. Esto es una revolución copernicana en el plano de lo político, económico y social. En este paradigma se inspiró a la Revolución de Mayo, la que intentó un primer modelo práctico con la Ley de Enfiteusis de 1826. Como ocurre con los primeros modelos prácticos de una nueva teoría, lo realizado es pobre y malo. Uno debe ilustrarse con otros fenómenos humanos. En el siglo XIX prosperó la teoría de reemplazar (para la tracción de carros) al caballo por el motor a explosión. No fue fácil el reemplazo. El común de la gente ni siquiera lo creía posible, Muchos entendidos sostuvieron que jamás esa majadería podría reemplazar al viejo y noble caballo. No fue así. Hoy emplear caballos esta prohibido, en las ciudades mas refinadas. Además uno debe comparar un motor a explosión del año 2009 con los fabricados al inicio del siglo XX. El hombre de hoy queda perplejo en los museos y se pregunta cómo “eso” podía funcionar. Para llevar adelante la “revolución en materia de recursos del estado”, se requiere, de base, 2 actitudes espirituales: una, dejar de lado el prejuicio que los impuestos son un gran invento; son una antigualla y quizá la más vieja de la humanidad, La otra, apelar al sentido común y a su propio razonamiento ayudado por la abundante literatura existente (lamentablemente la mayoría en inglés). Buenas páginas para comenzar están en http://www.ied.info/about y la del profesor Fred E. Foldvary, http://wealthandwant.com. Ofrezco al Blog enviarle vía electrónica “Progreso y Miseria” de Henry George, traducido al castellano. Gratis.

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