sábado, 10 de julio de 2010

Financial Times 8/7/10 ¿Por qué no detener la especulación con la tierra?

EL PROBLEMA DE LA TIERRA, ORIGEN DE LA ACTUAL CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL
En el periódico Financial Times de Londres, su columnista Martin Wolf, denuncia como principal causa de la crisis económica mundial, a la especulación con la tierra. Advierte los peligros que entraña querer aminorarla con el recurso del crédito fácil y urgente necesidad de poner fin a las crisis cíclicas, cuyas víctimas inevitables son los trabajadores, los ahorristas y los inversores de capital real. Lo más notable es que en el centro mismo del mundo “capitalista” se ventila la cuestión de la tierra como asunto decisivo para un buen orden social. A diferencia de lo que ocurre en nuestro país, donde quienes se auto consideran “liberales” y “progresistas” lo ignoran por completo, con lo cual -sin saberlo- muestran cuán distantes ambos están de los modernos ideales de progreso y libertad. Héctor Sandler, traductor.


FT.COM / FINANCIAL TIMES
Publicado: 08 de julio 2010 22:28

¿Por qué no detener la especulación con la tierra?
Por Martin Wolf

Aquellos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla. Esto se aplica al menos a la enorme crisis financiera y económica en la que el mundo ha caído. Así que lo que había detrás de esto? La respuesta es el flujo de crédito al ciclo de la propiedad. El pueblo de los EE.UU., Reino Unido, España e Irlanda se convirtieron en febriles especuladores de la tierra. Hoy en día, los residuos tóxicos envenenan a toda la economía mundial.

En 1984, me compré mi casa de Londres. Estimo que en los precios de hoy el terreno en que se asienta costaba unas £ 100.000. Hoy en día, el valor es tal vez diez veces mayor. Todo este incremento ha sido un gran fruto sin ningún esfuerzo mío. Es la recompensa de tener un lugar beneficiado por los valiosos esfuerzos hechos por otros, reforzado por un régimen de planificación restrictiva y un trato fiscal generoso: impuestos bajos sobre la propiedad y ganancias inmobiliarias libres de impuestos.
Yo soy un especulador de tierras: un mini-aristócrata en una tierra donde la apropiación privada de los frutos de los esfuerzos de los otros ha sido durante mucho tiempo una vía principal de acceso a la riqueza . Este crédito de la subida del valor de la tierra no sólo es injusto: ¿qué he hecho para merecer este aumento de mis riquezas? Este fenómeno tiene consecuencias nefastas, evidentemente.

En primer lugar, hace necesario que se financie al Estado con impuestos al esfuerzo, al ingenio y a la previsión. Impuestos al trabajo y el capital tienden a reducir su suministro. Recaudar la renta de los recursos naturales no tienen el mismo resultado, porque aumentan la oferta de tierra.. Esta recaudación solo afecta a ingresos no devengados del trabajo..

En segundo lugar, el sistema actual crea incentivos calamitosos. Se genera un mundo en el que la gente valora mucho poseer una buena ubicación, está desesperada por disfrutar de aumentos del precio del suelo y, más aún, para evitar la caídas de estos precios. Vemos, pues, un espectáculo singular: periódicos festejando el alza del precio de lo que es un lugar para vivir - la más básica de todas las necesidades. En este escenario los más beneficiarios son los especuladores de tierras. Ellos son también los partidarios entusiastas por la manipulación del mercado. Particularmente en el Reino Unido, se congratulan por la creación de una escasez artificial de la tierra, a través de un régimen absurdamente restrictivo de la planificación y los controles. Esta es la forma más importante en el que la riqueza se transfiere de la gente joven carente de propiedad a gente de mayor edad, ya propietarios. En su nuevo libro, David Willetts, pone de relieve la injusticia de la distribución de la riqueza a través de generaciones. El mercado de tierras fraudulentas es la principal causa de esta calamidad, dice.

En tercer y más importante lugar, la oportunidad para la especulación en tierras es el alimento del ciclo del crédito, que, una vez más ha desestabilizado la economía. En magnífico lamento, el periodista Fred Harrison sostiene que este ciclo - con una duración de 18 años - era previsible y él, al menos, lo predijo .”En esencia, señala, los compradores de propiedades inmueble apostaron al alza de la renta del suelo”. Una gran cantidad de agentes obtenían ganancias por arreglar, envasar y distribuir los frutos de esas operaciones altamente especulativas. En el auge de ese proceso (el más reciente duró 11 años en el Reino Unido), todos se hicieron mas ricos, cuando el crédito y la deuda generada explotó. Luego, cuando llega el colapso, los últimos prestatarios, las instituciones financieras y los contribuyentes sufren grandes pérdidas. Esto no es más que un sistema de venta, una pirámide gigante, cuyas nefastas consecuencias las hemos visto una y otra vez. Es en última instancia, como el señor Harrison sostiene, la manera más ruinosa de arreglar nuestra sociedad.

Durante mucho tiempo he estado convencido de que las rentas de recursos debe ser socializado; es decir que no la perciban los propietarios individuales. Como el señor Harrison de modo revelador comenta, hemos constituido " una comunidad en la que se socializan nuestros ingresos privados, obtenidos por el trabajo (sueldos y salarios), a la vez que se privatizan los ingresos sociales (la renta de la tierra) ". Mas allá de lo que uno piense de la justicia de esta práctica, las consecuencias son calamitosas. ¿Se pretende otra vez hoy empezar un nuevo ciclo de fluido crédito a la propiedad, tras una recuperación lograda a costa de años de miseria?

Si "la crisis es algo terrible al que se ha de aprovechar", la actual es un caso que exige la acción. Socializar la totalidad del valor de las rentas de las tierras destruiría el sistema financiero y la riqueza de una gran parte del público. Esto es obviamente imposible. Pero la socialización de los posibles beneficios de la tierra de aquí en adelante no lo sería. Al contrario esta medida eliminaría la fiebre de la especulación con la tierra. También permitiría aliviar la carga de los impuestos. Quizás, igualmente importante sea que eliminando la perspectiva de obtener incrementos de riqueza sin esfuerzo, el Reino Unido pueda volver a examinar sus leyes de planificación. Hay pánico por las terribles consecuencias que esa liberalización de las restricciones acarrearía para el campo. Vale la pena señalar, sin embargo, el espacio que se necesita: solo un aumento de tres kilómetros en el radio de Londres. Esto aumentaría la zona de la capital en un 50 por ciento de su superficie. ¿Podría ser esto ser el final de la verde y placentera campiña de Inglaterra?

No creo que ningún gobierno se atreva a destetar al Inglés de su ruinosa confianza en la especulación con tierras es el camino hacia la riqueza. Pero mantengo la esperanza. Ya es bastante malo el resultado actual: existencia de costosas casas e ineficiente recaudación de impuestos. Pero es mucho peor la loca fiebre especulativa con la tierra, la que haya terminado por desestabilizar toda la economía mundial. Aunque pocos lo saben, ha sonado la hora de un cambio.



RESPUESTA DE HECTOR SANDLER al comentario del Dr La Pietra.

Estimado Victor:

He leído con detención sus comentarios sobre el articulo de Martín Wolf, que el señor Andreau me ha girado para mi conocimiento. Sus discrepancias con lo sostenido por Martin Wolf (y por lo tanto con los escritos en este Blog, que son en su mayoría coincidentes con el autor británico), de ninguna manera de debe a sus “escasos conocimientos acerca de la cataláctica”. Al parecer (estoy a su escrito) usted suscribe la cataláctica de Luwdig von Mises. Con el mayor respeto me permito advertirle sobre ese profuso saber. Obra como un velo que oculta a los ojos de todo hombre lo que salta a la vista de cualquier observador imparcial de los hechos. Nicolai Hartmann diría que mientras Wolf razona usando la “visión recta” (típico de los anglos), von Mises (en estos tópicos), lo hace en “visión oblicua” (muy frecuente entre los germanos).

Mientras el británico Wolf (con la flema que los caracteriza) confiesa ser (más allá de su voluntad) un “especulador en tierras en miniatura”, pues con su propiedad sin mover un dedo, ha multiplicado por diez su fortuna). Von Mises le diría que está errado. Simplemente que el padece de la típica “sensación de los clásicos”. Y si Mises deseara borrar de la cabeza y del corazón de Wolf esa sensación que tiene de haber lucrado sin trabajar” , le explicaría las cosas de este modo:

“Vea señor Wolf, yo mismo me encargado de reconocer que los fisiócratas y los clásicos fueron los creadores de una nueva ciencia, derrumbando antiguos prejuicios y valiosísima para la vida social. Que en especial David Ricardo estuvo brillante cuando expuso la realidad mediante el concepto de “renta diferencial”, como algo que ingresa en el bolsillo del propietario de la tierra sin trabajar ni invertir. Pero sin mengua de mi reconocimiento a estos fundadores de la ciencia, a la que por otra parte yo me dedico con tal profundidad que para mejorarla hasta la he rebautizado, le digo, que en este punto de la tierra eran ellos unos infantes; pecaban de “realismo”: veían las cosas tal como eran.

En cambio, yo, como muchos otros austriacos contemporáneos, como Hans Kelsen , Wittgenstein , Freud, entre otros, superamos ese ingenuo realismo. Conceptualizamos la realidad como se debe. Así como Kelsen expulsaba en un tris-tras a la ingenuidad de un “derecho natural” haciendo ver que Derecho solo es el conjunto de normas que deriva de una norma fundamental, y esta al fin y al cabo, es lo que el poder establece, yo he creado la teoría catalactica gracias a la cual un sistema de conocimiento de lo económico se presenta como perfecta unidad. La base de este sistema es que no hay diferencia alguna entre la “naturaleza” (cosas reales dadas a los hombre para vivir y producir) y las “cosas producidas por los hombres” explotando a la tierra.

“Como los catalacticos, somos “realistas conceptuales”, les caeríamos requetebién a Robinson Crusoe, pues le explicaríamos, para que viva con conciencia tranquila, que vale lo mismo el coco pendiente de la palmera a 10m de altura que el coco que Viernes, con su esfuerzo, trepa, baja y sirve cortadito en la mesa.(No estamos los catalacticos para andar explicando estas cosas a sujetos como Viernes, radicalmente ingenuos y por lo tanto incapaces de comprender nuestros refinados conceptos. Lo tiene Ud. a la vista, señor Wolf. Vea lo que pasa con los habitantes de las villas miserias de ese país llamado la Argentina. Teniendo la segunda pampa del mundo y el territorio casi en vacío absoluto, insisten en vivir en chozas paleolíticas, en lugar de construirse un chalecito en San Isidro o en Quilmes. En fin, sigamos).

“Como le decía señor Wolf, las diferentes cosas que los clásicos creían ver y sobre cuya base intentaban edificar una ciencia que sirviera para “ordenar la sociedad mediante el derecho” , tales cosas, son todas una y la misma; las diferencias que exponían para la ciencia económica moderna no existe. Todas – tierra, hombres de trabajo, cosas fabricadas - pertenecen todas a la misma categoría ontológica: son un “interés”. Así que, estimado amigo, dicho con todo respeto, que los clásicos creyeran que la riqueza era fruto de una trilogía (Riqueza =Trabajo + Tierra + Capital), era un completo error producto de su ingenuidad; error al que la catalactica viene a disipar”. Lea usted mi Acción Humana, al comienzo del Capitulo XIX.

“Para esclarecer las cosas hemos actuado al más puro estilo de cierta filosofía germánica: allí donde está la cosa, en su lugar, hemos puesto el “concepto”, tal como en Koenisberg lo había hecho Kant (y no como pretendía el desvariado de Goethe que con su “morfología”, pretendía que uno se atuviera a lo que “la cosa dice”) .

En aquella dirección hemos fabricado un lindo cuadro sinópico, al que en detalle puede leer en el Cap. XXII de mi Acción Humana. Aquellos muchachos, los clásicos, cayeron en la trampa que tienden las palabras comunes, por eso para ellos eran económicamente cosas distintas 100 hectáreas de “liberrima pampa” y “una buena colección de facones” o un “arado de mancera”. Si Ud. observa mi cuadro sinóptico verá que en lugar de aquella ingenua trilogía clásica, para nosotros solo hay dos clases de bienes: a) bienes de orden superior, es decir de “producción” y b) de orden inferior, o sea “de consumo”.A su vez los de “producción” son solo de una clase.

“Y a estos últimos me interesa que preste atención. Pueden ser “originarios” o “producidos” (en verdad solo los “cuasi producidos”… esos que los ingenuos clásicos llamaban “capital”). Los “originarios”, a pesar de ser todos de la misma clase, contienen 2 subclases: a) los de índole no humana (externos) (la tierra) y los de índole humana (el trabajo). ¿Se da cuenta amigo, cuánto hemos avanzado con la catalactica? Nuestra ciencia económica logra unidad sistémica, pues “jamás rompe con la uniformidad de su modo de determinar los precios” (lea la p.927). En esto hay que mantenerse firme: si la realidad se empeña en contradecir nuestro sistema, ¡peor para ella!

“Ahora comprenderá Ud. cuán chiflados fueron los hermanos Gracco en el 130 aC, cuando dispusieron jugarse la vida por exigir a grito pelado que los trabajadores italianos tuvieran el mismo derecho que los animales salvajes: poseer un pedazo de tierra propia para vivir y trabajar y ser dueños del fruto de su trabajo. Para colmo, exigían eso sin decir una palabra sobre la teoría de la formación de precios!

“Estos Graccos pretendían que todos los hombres tuvieran igual acceso a la tierra, a semejanza de los animales salvajes y, digamos, de los “terratenientes” también (que por ser dueños de la tierra así se llamaban y diferenciaban: en nombre y condición social) Pobre Roma. No contando con una ciencia catalactica al final de sus días (en los siglos II y III) los terratenientes abandonaron la explotación en gran escala y se convirtieron en meros perceptores de las rentas que debían abonarles arrendatarios y aparceros (Mises, op. cit. p.1110). Con lo cual, quizá por incomprensión de los siervos de la gleba, la anarquía comenzó con la fractura del grandioso Imperio en miles de mosaicos separados entre si. Los feudos. Cada uno sosteniendo el señor feudal pagándole la renta del suelo. Vea lo que es ignorar la praxeologia. Pretendían cobrar una cosa que no existe y lo peor es que los siervos y colonni se mataban trabajando para pagarla. ¡Que distintas hubieran sido las cosas de dominar esos señores y colonni y la praxeologia!”
Así termino su lección de don Luwdig. Quedo callado Mr. Wolf y se marcho rumiando en voz baja “E puor…..”

Estimado señor Víctor. No esta en mi intención agraviar con la ironía. Por el contrario ante una persona que muestra tan vivo interés por tan importante tema, me siento obligado a poner en blanco y negro mi punto de vista. Lejos de mi animo tomarle el pelo a tan importante pensador como fue Mises. Pero con los años de la vida y la experiencia he comprendido que era un ser humano y sobre todo un hombre de su tiempo. El justo horror que le producía la posibilidad de un socialismo estatal, lo llevo ya en 1919 a escribir de manera clarividente una formidable advertencia contra el ideario colectivista en su libro, “Socialism”. Pero por este temor o váyase a saber por cual causa, su obra ignoró por completo el pensamiento americano. El que se gestaba en el siglo XVII entre quienes para lograr la libertad decidieron huir del sistema terrateniente Europeo. Adentrándose en los mayores peligros viajaron hacia America en búsqueda de “tierra libre”, que es la base de toda libertad. Me permito recomendarle leer de Frederick Jackson Turner, La frontera en la historia americana.

Quienes de corazón y con la cabeza quieran formarse un pensamiento bueno para sus semejantes y conveniente para la Argentina, es de mucho mas provecho la obra de Henry George. Le recomiendo Progreso y Miseria. De modo claro, como suele ser lo mejor del pensamiento anglosajón, ahí encontrara muchas claves para comprender nuestra decadencia actual y el “remedio”, no exclusivo, pero si el primero y fundamental para recuperar la grandeza argentina y esbozar una posible vía para que colaboremos en la constitución de una humanidad de hombres libres viviendo en mayor armonía. Sin la terrible amenaza que luego de haber conseguido un orden de libertad política, la vida económica colapse por causa del actual sistema de propiedad del suelo en conjunción con un régimen de impuestos que castiga al libre trabajo, la libre producción, el libre comercio y el libre consumo.
Muy cordialmente,
Héctor Sandler
Julio 12,2010

1 comentario:

Guillermo Andreau dijo...

Estimado Señor G.Andreau:
Con referencia a lo expresado por el señor columnista Matín Wolf, debo hacerle llegar algunas observaciones, tal vez producto de mis escasos conocimientos acerca de la cataláctica:
1.- Las afirmaciones del columnista pretenden desvirtuar una ley inexorable, interogable y de vigencia permanente a lo largo de la vidad de la humanidad como la de la oferta y la demanda. Lo que llama especulación es simplemente el derecho a poder reclamar por algo que a uno le pertenece, el precio a través del cual está dispuesto a vender. Es la oferta. Y si alguien está dispuesto a pagar ese precio, es la demanda, se acabó todo cuanto se pueda objetar. Salvo que se derogue el derecho de propiedad lo cual contradice todas las normas de respeto por los atributos de una convivencia ordenada en sociedad. Si nadie posee algo de valor a lo cual pueden aspirar otros, quedaría desterrado el espíritu de superación del individuo, con lo cual nada merecería el sacrificio que demanda el trabajo, para obtener algo de un valor similar al que aspira.
2.- No puede atribuirse al término especulación la expresión que caracteriza a los actos que demonizan la forma de ser de una persona, porque en el fondo lo que pretende es proteger su patrimonio y si fuera posible incrementarlo. Cuando alguien hace 50 años compró una tierra en Villa Gesell, no más que un bosque y alguna casa tipo alpina, seguramente lo hizo con el deseo de proteger su ahorro, realizando una inversión que a través del tiempo iba a recibir la retribución propia del progreso de una zona, cuya valorización demandó un cierto tiempo, durante el cual debió esperar y soportar el estado de catalepsia en que entra la invrsión cuando su rendimiento depende de factores que están fuera del control del inversor.
3.- Quien va a aceptar que sus posesiones pierdan valor y que esa aceptación signifique un aporte a la solución de las crisis
económicas. Las causas son tan ilimitadamente variadas, que atribuirlas a un solo elemento de la negociación comercial como la compra venta de tierras y su obrevalorización, implica el desconocimiento absoluto de los factores detonantes de las coyunturas
críticas del sistema económico. Además en cuanto tendría resignar sus deseos de progreso la iniciativa privada, en que grado debería el Estado retirarse de su intervención ordenadora de la leyes y de que manera debería modificarse la conducta de los seres humanos
para aceptar un degradación del valor de esos recursos que son de su propiedad y que le aportan cierta seguridad de subsistencia.
Estimado señor Andreau valoro todos los esfuerzos intelectuales para evitar a las personas los traumas que desencadenan las crisis económicas, pero Dios en su infinita sabiduría debe iluminarnos para saber que es lo que podemos cambiar o nó y la naturaleza humana con sus intrincados laberintos sentimentales y razones a veces lógicas y otras no tanto, lleva impreso algunos principios que por ser inmutables son los que le confieren esa personalidad que se gesta en su vida de relación con otros seres, sobre la base de cierta genética particular todavía desconocida en sus patrones generativos.
Gracias por sus comunicaciones. Cordialmente Víctor Nicolás Luis La Pietra.