domingo, 15 de agosto de 2010

¡¡¡A LOS BOTES!!!


ACTUALIDAD DE HENRY GEORGE
(Tr. Hector Raul Sandler)
The Daly News, Julio 18, 2010
HERMAN DALY
Herman Daly es un economista y profesor estadounidense en la Escuela de Política Pública de College Park, en los Estados Unidos. Él fue Economista Jefe en el Departamento Ambiental del Banco Mundial, donde auxilio a desarrollar principios políticos básicos relacionados al desarrollo sustentable, trabajando en operaciones ambientales en la América Latina. A él es generalmente atribuida la idea de crecimiento “deseconómico”, aunque otros afirmen que fue Marilyn Waring quién desarrolló más completamente el concepto, en su estudio sobre el Sistema de Contabilidad Nacional de las Naciones Unidas.

Los economistas han considerado tradicionalmente infinita a la naturaleza en relación a la economía, y por lo tanto bien no escaso y de consiguiente con un precio de cero. Sin embargo, la biosfera es cada vez más escasa, y lo será cada día más como resultado del crecimiento del subsistema de ella dependiente, la macro-economía. A medida que la macro-economía se expande en el ecosistema, desplaza lo que había antes, a saber: el hábitat de otras especies (y de los miembros indígenas y los pobres integrantes de nuestra propia especie). En consecuencia, la pérdida de biodiversidad es un índice de los más destacados índices de la escasez cada vez mayor de la naturaleza, como lo es el reasentamiento involuntario de personas para dar paso a represas, minas, soja y ganado, y por supuesto a un cada vez mayor agotamiento de los recursos y la contaminación.

El sacrificio de los recursos escasos de la naturaleza constituye un costo de oportunidad de crecimiento cada vez mayor, lo que a su vez significa que la naturaleza debe tener un mayor precio, explícita o implícitamente. Pero ¿a quién debe pagarse este precio? La naturaleza prefiere no venderse, pero si ella es forzada a hacerlo por el crecimiento, sería al menos preferible dividir entre sus hijos, en partes iguales, los ingresos procedentes de la venta forzosa de sus dones.
Desde el punto de vista de la eficiencia no tiene una gran importancia quien recibe el precio de los servicios cada vez más escasos que presta la naturaleza, en tanto que sea pagado por sus usuarios. Pero este pago es la fuente ideal de fondos con los cuales financiar los bienes públicos y asignar riqueza a los pobres.

El "Valor añadido" pertenece a quien lo ha agregado. Pero el valor original de aquello a lo que se añade más valor por el trabajo y el capital, el valor de los escasos recursos naturales y servicios naturales, debería pertenecer a todos. Esto es, la comunidad original. Estos pagos "a la naturaleza" debiera ser el foco de los esfuerzos redistributivos. El pago de lo que hoy es demasiado escaso como para ser tratado como un don gratuito, tiene que ser medido y apropiados por los mercados como un alquiler (pago de un excedente en el necesario precio de oferta).
La renta del suelo es un ingreso no ganado por el que la recibe y la eficiencia distributiva exige que sea pagado por el usuario del recurso. La imposición al valor añadido del trabajo y el capital puede ser y generalmente es legítima. Pero es tanto más legítima y menos necesaria después que hayamos dispuesto, tanto como sea posible, la captura de las rentas de los recursos naturales para los ingresos públicos.

Lo anterior parece ser la idea básica del temprano economista norteamericano Henry George (1839-1897) quien propuso específicamente recaudar la renta generada por la escasez de lugares deseables de tierra para vivir y laborar, más que a las rentas devenidas de la escasez de recursos naturales en general. ¿No podríamos extender la lógica de Henry George a los recursos en general?

Para los recursos el necesario precio de oferta es el costo de extracción - por lo que cualquier pago por encima del coste de extracción es el alquiler. Como la tierra en general no tiene ningún costo de extracción, todos los pagos por el uso de ella es alquiler. Si no se paga renta, la tierra no deja de existir. Los economistas neoclásicos aceptan esta definición de la renta, pero se resisten al énfasis ético de Henry George sobre la renta como ingreso no ganado.

La forma moderna de la idea georgista es gravar la renta de la tierra, y por extensión la de los recursos naturales y demás servicios de la naturaleza, y utilizar estos fondos para combatir la pobreza y financiar los bienes públicos. O, simplemente, se puede crear un fondo fiduciario con estas rentas, y distribuir esas ganancias entre todos los ciudadanos, como lo hace el Alaska Permanent Found ( Fondo Permanente de Alaska) .

Nuestra práctica actual de cobrar impuestos a una gran parte del valor agregado por personas mediante la aplicación de su propio trabajo y el capital, crea resentimientos y desalienta la oferta de trabajo y el capital. Gravar al valor añadido por nadie en particular, o sea las rentas derivadas de la escasez de la naturaleza, no crea mucho resentimiento y el resentimiento que emerge tiene menor justificación. De hecho, es la no recaudación fiscal sobre las rentas por la escasez de la naturaleza, que permite que algunos acumulen como propios los ingresos no derivados del trabajo, sea para una clase terrateniente, fue y ha sido durante mucho tiempo la principal fuente de resentimiento y conflicto social.

Además, los recursos fiscales obtenidos de la renta o alquiler de la tierra no disminuye su cantidad. Los comunistas soviéticos durante algún tiempo trataron suprimir esta categoría de renta, ya que representaba ingresos no derivados del trabajo. La consideraban una “plusvalía " semejante a los beneficios de los empresarios y los intereses del capital. Llegaron a la conclusión que, por lo tanto, los recursos naturales y la tierra debían ser libres. Pero este principio de orden no permite asignar de modo eficiente a los recursos. Es mejor seguir a Henry George y conservar la renta como el precio necesario para, por un lado, medir el costo de oportunidad, y por el otro formar fondos fiscales con los ingresos no ganados por los propietarios. Cuanto más se recaude por este “alquiler” menos se tendrá que recurrir al impuesto sobre el valor añadido por el trabajo humano y el capital.

La carga sobre las rentas derivadas de la escasez de los recursos naturales y su redistribución a la comunidad puede realizarse bien por una reforma fiscal ecológica, o por sistemas basados en la comercialización o la subasta de tierra con los que se determinan los límites cuantitativos máximos. En cualquiera de esas formas se limitaría la escalada de la economía en la biosfera. Se preservaría la diversidad biológica y, a la vez, se suministrarían ingresos para ejecutar los objetivos de la comunidad. No voy a hablar de sus méritos, sino más bien destacar la ventaja de que ambos propósitos tienen comparados con los de la actual estrategia para hacerse los gobiernos de fondos.
La estrategia preferida actualmente se podría llamar "primero la eficiencia “, muy diferente a la inspirada en el principio “primero la frugalidad ".

"Primero la eficiencia " suena bien, sobre todo cuando se tiene en vista como buena estrategia el "ganar-ganar" o más pintorescamente dicho "recoger la fruta más próxima al suelo". Pero el problema de "primero la eficiencia" es lo que le sigue. Una mejora en la eficiencia general por sí sola es equivalente a aumentar la oferta de los recursos cuya eficiencia será incrementada. El precio de este recurso disminuirá. Más usos por recursos ahora más baratos han de ocurrir. Terminaremos consumiendo quizá tanto o más recursos que antes, aunque sea de forma más eficiente, como ya fuera señalado en palabras del economista del siglo XIX William Stanley Jevons:
"Es una completa confusión de ideas suponer que el uso económico y eficiente del combustible es equivalente a una disminución en el consumo. Lo contrario es la verdad. "(The Coal Question, 1866, p. 123).

"Primero la frugalidad”. Necesitamos de la frugalidad (disminución en el consumo) más que de la eficiencia. "Primero la frugalidad” induce a la eficiencia como consecuencia secundaria. En cambio el ceñirse a la “eficiencia primero” no induce la frugalidad (hace menos necesaria la frugalidad) y no dar lugar rentas que pueden ser redistribuidas. Pongamos en acción la reforma fiscal ecológica y / o sistemas de limitación del comercio mediante la subasta de los recursos básicos. Pongamos en vigencia a la frugalidad primero, y al hacerlo evitaremos tanto el efecto de Jevons como, al mismo tiempo, recogeremos las rentas derivadas de la escasez de la naturaleza, pero en beneficio de toda una comunidad de hombres libres y no solo para una élite.

Si pudiéramos limitar directamente el crecimiento de la población y el uso de los recursos naturales per cápita (a escala de la macro-economía), entonces los servicios de ésta nos presta podrían seguir siendo libres. Pero si insistimos en que la población y el consumo per cápita sean libres en su crecimiento, entonces el costo creciente de los recursos naturales limitará, indirectamente, el crecimiento. Y la cuestión de quién recibe cada vez mayor renta (o sea el que posee la naturaleza) será cada vez más apremiante. El pensamiento de Henry George será cada vez más relevante.

Por otra parte, nuestra apropiación cada vez mayor de la naturaleza, más allá de cierto punto, ponen en niveles más críticos y discutible la cuestión de la distribución de las rentas entre todos sus potenciales reclamantes! Cuando un barco sobrecarga se hunde y todos los que están a bordo se ahogan. ¡Incluso aquellos que a bordo están justa y eficientemente ubicados en el buque!

(http://steadystate.org/modernizing-henry-george/

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