domingo, 19 de septiembre de 2010

Una casa, a doce metros de altura, en la 9 de Julio

Lunes 13 de setiembre de 2010 , La Nación

Foto Gentileza Un techo para mi País

La ONG Un Techo para mi País instaló ayer en la esquina de Juncal y la avenida 9 de Julio una casa de madera -similar a la que construyen para familias carecientes- sobre una estructura a 12 metros de altura. Durante una semana, cuatro voluntarios de la organización vivirán en la casa, como parte de una campaña de concientización sobre la problemática habitacional en el país, que incluirá, el viernes y el sábado próximos, una colecta de fondos.


EL COMENTARIO,
RAUL GIRBAU, Economista
Toda obra que tenga por fin aliviar los padecimientos del prójimo ha de ser apoyada sin reparo alguno. Aquellas personas que se sienten conmovidas por la existencia de otros millones que carecen en nuestro país de una vivienda digna de su condición humana y ponen manos a la obra para aliviar sus padecimientos, han de sus reconocidas como titulares de un elevado desarrollo espiritual y de una plausible sensibilidad social. Vaya entonces, en primer lugar, nuestro especial reconocimiento para todos aquellos que dedican sus esfuerzos y su tiempo para promover la campaña denominada “UN TECHO PARA MI PAIS”.

Durante esta semana, desde el 15 de setiembre, un loable grupo de personas, la mayoría jóvenes, han tratado de despertar la conciencia social de los argentinos sobre el gravísimo problema de la falta de viviendas suficientes y adecuadas para más de la mitad de la población. No solo en nuestro país sino en casi toda Latino America.

Con ese fin y el de movilizar la voluntad y los bolsillos de las personas más pudientes, la ONG “UN TECHO PARA MI PAIS” ha recurrido a un muy efectivo precurso publicitario, con demanda de una enorme cantidad de recursos y cantidad de voluntarios. Con tesón digno de aplauso construyeron una vivienda de pequeñas proporciones pero a 12 metros del pavimento, montada sobre una plataforma, la que a su vez era soportada por un largo tubo metálico de ese largo, de medio metro de diámetro, con ganchos de hierro doblado en su interior, escalonados a la manera de las escaleras de escape. El tubo no solo servía de soporte a toda la construcción, sino que con esos escalones, se podía ascender desde la calle hasta acceder, de modo nada fácil, el interior de a la modesta vivienda.

No es difícil conjeturar que la pretensión de los autores ha sido, seguramente, llamar la atención de los millones de transeúntes que pasan por tan céntrico lugar – Juncal y Carlos Pellegrini - y con esa original muestra motivar las conciencias de los transeúntes y el publico respecto del dramático problema que afecta a millones de familias denominadas “carenciadas” (los “sin vivienda”) y, de paso, estimular a todo el mundo a hacer donaciones que ayuden, en parte, a paliar sus desgraciada condición.

Todo este artefacto, de indudable fin publicitario, a propósito o por pura casualidad, contiene un elevado y complejo valor simbólico, sobre el que es menester detenerse, con cuidado, si deseamos ayudar a este juvenil movimiento. El símbolo menor que salta a la vista, es que en la Argentina (y en el resto de Latinoamérica), “la vivienda soñada está ubicada en las nubes”.
Allá se la ve pendiente en el aire, bien lejos del suelo, como ocurre en los hechos. No es fruto de la locura de los arquitectos ni del desvarío de los que carecen de ella. Es el costo de la tierra, el precio que tiene en relaciona los ingresos de los carenciados, lo que la pone fuera del alcance de los trabajadores.

Es también un símbolo el estrecho tubo con peldaños de hierro por el que hay que trepar como un gato o un mono (es decir como un animal) para llegar a la vivienda afincada en la placa corona a 12 metros de altura. Esta es la realidad (para nada simbólica), que padecen millones de trabajadores. Llegar a la “vivienda” (propia o alquilada) es tan duro, cuando no imposible, como trepar el “palo enjabonado” Esta dificultad es de costo económico y es la material causa por la que millones de familias, a pesar de desear con todo su corazón vivir en una vivienda “como la gente”, lo tienen que hacer forzadamente sobre el “piso”, en la calle, en un baldío usurpado, o en un zaguán o bajo un puente de las autopistas , en casuchas levantadas, a su manera, como una tienda con latas, maderos y cartones. Los afortunados. Los otros con simples cartones y cobijas.

El “tubo con sus escalones” para llegar a la vivienda no es solo símbolo. Existe para la realidad de millones de argentinos. Es una realidad muy real, patéticamente real, que nadie puede decir que la ignora. Es bien pública. El “plano del tubo” esta previsto en el Código Civil. ¿NO tiene ud. vivienda? Pues la ley se facilita el camino: compre una y si no le alcanza el dinero, mientras ahorra para hacer acto tan sencillo, alquila otra.

Que esto es viable se lo explican en cualquier inmobiliaria. Alli tienen todo un stock de viviendas para comprar y alquilar. Ni siquiera necesita acudir a estas agencias. En la misma via publica, coloridos carteles, anuncian en miles de letreros puestos a la calle viviendas que “se venden” o “alquilan”. ¿Por qué no se les anima?

Además la Constitución Nacional (desde el 14 bis), le informa que tiene Ud. como argentino tiene ese derecho a la vivienda digna. Todo aquel necesitado de una vivienda digna cuenta con el “tubo legal” para tener la suya. Claro que del dicho al hecho….. El tubo constitucional es mucho mas estrecho que el de metal construido en Juncal y Carlos Pellegrini. Si éste tubo pone a la vivienda a 12 metros del transeúnte, el “tubo” del sistema económico/legal argentino la ha puesto a 12 millones de años luz de las posibilidades del trabajador. A ese tubo real no se lo mide por metros sino por pesos y se lo denomina “precio de venta” o “precio de alquiler”. Es tan estrecho para el bolsillo de los necesitados de vivienda que muy pocos – si algunos – pueden con los ingresos provenientes de su trabajo pasar por él. De hecho esta cerrado para millones de trabajadores. Ahí están; en las esquinas, entre los cartoneros, los okupas y los villeros. Son los miles de familias acantonadas dentro y alrededor de cada ciudad.

Pero la palma de lo exótico se la llevan los integrantes de la buena obra “UN TECHO PARA MI PAIS”. Los “techos” para cuya consecución tanto esfuerzo ponen, a fin de servir a sus semejantes, para que existan han de ser de la clase propia de los cuentos de Hadas. Ninguno de esa legión de hombres y mujeres de buena voluntad, habla de la “TIERRA”.
Ni una sola palabra se encuentra en su abundante literatura publicada en su pagina Web sobre una realidad que no puede escapara a nadie y sin cuya consideración carece de sentido pretender hacerse cargo del “problema de la vivienda”. Salvo que se trate de resolverlo en los cuestos de Andersen o en los del baron de Muthausen, famoso por ser capaz de levantar vuelo tirandose de los cabellos.

Según la documentación de la ONG UN TECHO PARA MI PAIS bastaría para contar con las viviendas necesarias con poner, de modo firme, una buena voluntad solidaria.
Se habla de la vivienda sin decir jota sobre la TIERRA, de su costo, del modo en que se efectúa su distribución legal para unos pocos y se veda para los demás.
Los carenciados al perecer NO NECESITAN TIERRA. No la necesitan ni como “lote de terreno” (que es su base material), ni necesitan en forma de “TIERRA ELABORADA”, que aparece como cascotes, ladrillos, cal, hierro, arena, para citar solo alguna de esas chucherías sin las cuales no hay vivienda en el mundo real.
¿Piensan los buenos hermanos de la ONG que la tierra es gratis en la Argentina? Solo pensando de esa manera (que la realidad desmiente a cada instante) se puede abordar la cuestión de la vivienda en Argentina del modo en que se propone en la exposición que comentamos. “No tener los pies sobre la tierra” no es un buen punto de partida para un pensamiento realista y una acción efectiva.

Otra ausencia de igual gravedad se observa en los “supuestos” tenidos en cuenta por esta ONG. Por un lado, ni menciona la cuestión del “costo de la tierra”. Este tema ni siquiera es mencionado, cuando él es la base financiera del problema. La solución propuesta y practicada pone el acento en la “caridad pública”. Lejos estamos de negar la necesidad y conveniencia de la caridad en la vida en general. Pero mucho más cuando hemos llegado a un punto tan crítico como el que se ve por doquier. Pero apelar a la “caridad”, ante esta espantosa e inhumana realidad, aunque no se lo quiera, es hacerse cómplice de ella. Cuando la necesidad de ayudar caritativamente al prójimo resulta de perversidad del sistema, hacer de la caridad una institución, es aliarse al sistema.

La caridad que se demanda con razón, no proviene del castigo de Dios o del mal trato que nos ha dado la naturaleza. Esas urgencias provienen única y exclusivamente del pésimo orden legal y económico vigente. Y estas leyes no tienen origen divino ni natural: son resultado del hecho de los hombres.
Mediante gobiernos irresponsables se han dictado leyes positivas que han transformado al país mas ubérrimo del Planeta (constituido “para todos los hombres del mundo que quieran habitar su suelo”) en una cuasi una gigantesca “villa miseria”. Así lo acreditan 12 millones de personas en situación de línea de pobreza y de otros 2 millones que no tienen vivienda alguna. Un país con casi 3 millones de kilómetros cuadrados, con su población congestionada en apenas unos 50.000, mientras en un 99,9% la densidad poblacional no alcanza al 2% por km2, es un horror. Es un país impresentable en el foro de las naciones.

La gente a la que se pretende ayudar vive en infrahumanas condiciones no por designo de Dios ni obra de la naturaleza. Es el efecto de un específico “orden legal” que se constituye, indefectiblemente el “derecho positivo”, leyes que los hombres ponen en existencia.

Dos son los grupos de leyes causantes de este mal, al que por via caritativa se pretende aliviar. Uno, esta constituido por las normas del Código Civil que hace de la tierra (don de Dios: Levitico 25:23), un objeto de comercio. Este sistema proviene del Derecho Romano Antiguo, no del hebraico/cristiano publicado en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Es el mismo derecho legal que dividió a Roma en clases sociales en constante pugna, la que de tanto en tanto, se convertía en guerra civil: patricios, plebeyos y proletarios, arruinándose los unos a los otros, hasta la total disolución de la egregia sociedad.

Si en Argentina no se toman medidas legales que impidan que la tierra – don de Dios- sea objeto de especulación, los “carenciados” de multiplicaran, la pobreza dominara en la sociedad y el asedio y el genocidio social seguirá siendo la pagina triste de nuestra historia.
La principal medida a tomar – y para este fin debiera luchar la ONG - estriba en aplicar a la tierra nuda, un modesto impuesto calculado sobre precio real de la tierra según el mercado de tierras. Las mejoras, fruto del trabajo y la inversión, no deben ser gravadas. Justo al revés de lo que esta ocurriendo.

La segunda y complementaria medida legal es la otra cara de la moneda para que exista una economía que erradique la pobreza. Es muy simple: hay que eliminar los impuestos que castigan a la libre iniciativa, al trabajo, a las ganancias, a los salarios, a los beneficios y al consumo. Todo los que hoy cobra la AFIP.

Elimínense estos tumores cancerigenos y sosténgase al tesoro público nacional y provincial con lo que se recaude por valor de la tierra. Es lo que propuso La Revolución de Mayo de 1810 , recogió la Constitución Nacional originaria y sostuvo durante su frustrada presidencia Roque Sáenz Peña. Exija esto la ciudadanía, apoyándolo las ONG, hágalo ley el gobierno y la caridad será tan excepcional como la pobreza.

Una ONG “UN TECHO PARA MI PAIS” tan noble y enérgica como la que motiva este comentario, no puede ni debe ignorar la realidad argentina. La que, lamentablemente, cunde por toda Latino America y que ella procura remediar.
Buenos Aires, 16 de setiembre de 2010-

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