miércoles, 23 de febrero de 2011

La Tierra, los vivos y los tontos.


CUERDOS Y LOCOS EN UNA ARGENTINA LOCA
Raúl Girbau, economista

“Se atribuye a la señora de Alvear, de una rica familia argentina y cuyo nombre es bien conocido en París, este aforismo: Hay dos clases de gentes: los locos y los cuerdos. En Argentina los cuerdos son los que conservan sus tierras y compran nuevas; los locos son quienes las venden” (Jules Huret, La Argentina. De Buenos Aires al Gran Chaco, Capitulo Las Fortunas y la Tierra, Paris, c.1910)

Fernando Bertello en interesante nota publicada en La Nacion, Sección Economía y Negocios (feb.21, 2011) en base a encuestas muy serias informa que los precios de los campos en la pampa húmeda Subieron 20,4% en dolares. Los resultados de 2010 – agrega - muestran alzas de hasta 25% en las tierras para agricultura.
Pero pese a tan enorme alza del precio los campos no se venden con facilidad. No hay suficiente oferta frente a una notable demanda. Los propietarios de tierra del Segundo Centenario, como del primero, prefieren en su mayoría figurar entre los cuerdos, según el aforismo de la señora de Alvear.

En la nota que da pie a estas reflexiones, escrita trascribiendo las respuestas de importantes agentes inmobiliarios, da a entender que esa reticencia a vender tierra (cuya contracara es la dificultad de otros para acceder a ella), se debe a la prosperidad de los precios agrícolas.

Esto parece completamente “natural”, a primera vista. Pero tambalea el argumento si uno se pregunta sobre qué pasó cuando las condiciones del mercado internacional eran desfavorables a los productos del campo. ¿Se vendieron las tierras? ¿Se deshicieron los propietarios de ellas por considerarlas una carga dado los bajos precios de los productos? De ninguna manera. Es que el aforismo de la señora de Alvear responde a principios muy profundos.

La oferta restringida proviene del ordenamiento legal que regula el orden económico argentino. Este ordenamiento establece como verdad indiscutible la leyenda que figuraba en una banda heráldica en la inmobiliaria Vinelli. Lucia en ella la verdad derivada del derecho positivo argentino: “No hay mejor negocio sobre la Tierra que la tierra misma”.

¿Es este principio indiferente para el orden social que establezcan los hombres? No según el Antiguo testamento, fuente de fe para los creyentes. Y no solo para los creyentes, sino para todos los habitantes de nuestro país, cuya Constitución declara en su Preámbulo que los argentinos consideran a “Dios por fuente de toda razón y justicia”
¿Y que dice esta fuente primordial? Lo que muchos creyentes ignoran o disimulan. “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo” (Levítico, 25:23)

No se practica este mandamiento en nuestro país. Uno de los encuestados por Bertello – Cristian Belaustegui, presidente de la Compañía Argentina de Tierras – explica que “la mayor revalorización de la tierra tiene como principal causa que es un refugio para el capital”. Esto si es tan grave como decisivo. La tierra, en lugar de ser fuente de vida para todos y para el conjunto social, es tratada sin preocupación como “refugio del capital”. ¿Qué dirá Dios de esto? Puede nuestra Constitución nacional que manda inspirarse en Dios avalar semejante legalidad?
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El consultor Marcos Lanusse – otro encuestado - sostiene que aumentó la demanda de tierras, mientras la venta se vio restringida. Los especialistas del sector coinciden en que en el mercado hay poca oferta de tierras. "Hay compradores interesados y falta la materia prima. Se reconoce, en desliz del lenguaje, que la tierra es la “materia prima” de la vida, de toda vida, y de ello no se eximen los humanos. ¿Cómo es que ha llegado entre nosotros a faltar esta esencial materia prima?

Los encuestados tienen razón. Falta tierra. Pero no falta “geográficamente”, sino que escasea por efecto del derecho positivo. Si bien el censo ha revelado que somos pocos, apenas 40 millones en un territorio de casi 3 millones de kilómetros cuadrados, vivimos como piojos en costura. El 85% de la población es urbana, vive en ciudades, y dentro de estas un 25% o mas viven en “cordones de miseria”, los sin tierra. No es la geografía la que nos ha sido adversa. Es el derecho positivo.

Esto ya lo vio el señor Jules Huret citado en el copete de esta nota. Al primer Centenario recorrió todo el país y en uno de sus registros en 1910 anotó:
“La Argentina no tiene aun 7 millones de habitantes a pesar de su superficie de cerca de tres millones de kilómetros cuadrados, lo que quiere decir que su territorio es casi seis veces tan grande como Francia, cabiendo en él Alemania, Inglaterra, España, Italia, Austria y Hungría”.

Nuestro problema – considerar a la tierra como una mercancía - es la causa radical del simultáneo despoblamiento y hacinamiento argentino. Desde este irrefutable hecho, no pueden sorprender las consecuencias sociales que se han derivado. Los partes policiales diarios dan cuenta de ello.

Los vendedores buscan afirmarse en lo que piden y eso suele retrasar el cierre de los negocios dice otro encuestado."Venden quienes tienen motivos para hacerlo y saben qué destino le darán al dinero. Los que no están en esta situación, por ahora, se abstienen. Conclusión, la oferta es muy escasa". Lanuse vuelve a resaltar que “las tierras productivas (funcionan) como refugio de capital y esto alentó la demanda compradora". Un país que considera “derecho” a leyes positivas que transforman a la tierra en capital y mercancía, renuncia a figurar entre los países cuerdos para militar entre los locos.

Para Maurette – otro encuestado - “las mejores tierras fueron las que más subieron. Para la CAT los mejores campos de la zona agrícola núcleo subieron un 25% y en diciembre de 2010 cerraron en 15.000 dólares la hectárea”. Esta es la verdad económica. La social es patética. Los dueños de la tierra protestan porque “fiscalmente” se eleva el precio de la tierra de 16 pesos/ hectárea a 52 pesos la hectárea. ¿Estamos en nuestro sano juicio? ¿Hacia que destino terrible es llevada nuestra nación con semejante derecho? Leyes que permiten que algunos ganen sin trabajar lo que otros no pueden hacerlo sin arruinar sus vidas, mientras grandes masas ni siquiera pueden conseguir trabajo son leyes catabólicas –destructivas-. Llevan a la desintegración de la sociedad. Roma dio muestra de ello.

“Me da la sensación de que la oferta es cada vez más escasa y eso genera una situación de precios muy firmes", subrayó Maurette”. ¿No se advierte que estando el país materialmente vacío – sin gente – de hecho parece estar “repleto”? Un velo oscuro nubla la inteligencia argentina, renuente a ocuparse de este asunto, base de la vida, de la democracia, de la republica, del derecho correcto y la “felicidad general” aspirada al constituirnos como nación.

En la misma sección de la Nación, junto a la nota que comentamos, el Ministro de Agricultura hace declaraciones estrafalarias. El titulo lo dice todo. Dice así: “Domínguez no quiere dueños (de la tierra) extranjeros”. ¿Será el Ministro creyente en Dios, habrá leído la Biblia y la Constitución Nacional? No lo sabemos. Pero sus declaraciones como funcionario público son lamentables. Es su obligación política conocer y hacer cumplir el art.25 de nuestra Carta Magna. Esta obligado a cumplirla y hacerla cumplir. Lo habrá jurado al asumir. Nuestra Constitución en la Parte Derecho y Garantías declara: “El Gobierno nacional fomentará la inmigración europea…” El pensamiento medieval del ministro repugna al ideario de Mayo y viola abiertamente nuestra ley fundamental.

En conclusión: si no tomamos y pronto conciencia del efecto que tiene el trato dado por ley positiva a la tierra – rural y urbana – y a la renta que ésta devenga, el país cada día más parecerá habitado por locos. Y no es una metáfora.
Buenos Aires, febrero 22 de 2011

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