viernes, 10 de junio de 2011

MERCADO CENTRÍFUGO Y PROPIEDAD INTELECTUAL

Rafael Eduardo Micheletti, Rosario

ANTECEDENTES LEGISLATIVOS
En la ciudad de Rosario, donde vivo, existe desde el año 2004 la ordenanza de “software libre”. La misma fue aprobada sin mayores alborotos por iniciativa del entonces concejal por el ARI Pablo Javkin. Poco tiempo atrás, por iniciativa del mismo dirigente, sólo que ahora en calidad de diputado provincial, el Congreso de la provincia de Santa Fe aprobó una legislación equivalente, que obliga al Estado a usar software libre. Cuanto más grande es el Estado que la aprueba mayor es el negocio en juego y mayor es la oposición.
A pesar de que la normativa fue aprobada por unanimidad, el proyecto generó el cerrado rechazo de las agrupaciones empresarias del sector. Las empresas sostienen que la nueva ley deja a las grandes tecnológicas fuera de los macro contratos provinciales y a las chicas de los pequeños negocios de la administración santafesina y de los procesos de informatización municipales (ya que hay temores de que la ley se derrame hacia las comunas). Además, aclaran que los programas de software libre pueden ser alternativas para sistemas operativos, pero no para aplicaciones.
Ante la avanzada empresaria, el diputado proveniente de la CC-ARI se plantó frente a los medios de comunicación en la defensa del proyecto. “Estamos peleando contra la dependencia tecnológica, ya que le resulta poco conveniente al Estado comprar licencias que luego vencen y deben pagar para su renovación”, dijo. Ante la crítica sectorial sobre lo inconsulto de la ley, el diputado afirmó que “se estuvo tratando durante 3 años, y una vez aprobada, las entidades le enviaron una carta al gobernador para que la vete”.
Este episodio no deja de ser llamativo por varias razones: empresas de alta tecnología defendiendo el status quo y oponiéndose a una mayor apertura de la competencia en alta tecnología, sectores empresarios que luego de tres años de tratamiento de la ley dicen no haber sido consultados por un gobierno que siempre los cobijó y organizaciones defensoras de un “nuevo paradigma productivo colaborativo” aplaudiendo la iniciativa.
Es importante aclarar que la ley de software libre no perjudica ni discrimina a las grandes empresas. Lo único que hace es obligar al Estado a poner como condición, al momento de adquirir software, que no sea privativo. Esto significa que, una vez desarrollado, entregado y efectuada la compra, el Estado podrá distribuir el programa o venderlo, acceder al código fuente, contratar a profesionales o empresas para que lo mejoren o corrijan y, en su caso, vender o distribuir gratuitamente las mejoras para que sirvan a la comunidad.
EL PROBLEMA DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL
La discusión de la ley de software libre lleva irremediablemente al planteamiento del problema de la propiedad intelectual en el contexto de la sociedad del conocimiento. Pues la misma se caracteriza por una enorme circulación y creación de conocimiento de manera permanente en su interior, lo que es posible debido a los nuevos medios de comunicación en red o descentralizados.
La propiedad intelectual nació de la mano de la revolución industrial y la democracia representativa. Vino a garantizar un monopolio sobre el conocimiento creado en una sociedad marcada por la división del trabajo (no todos podían dedicarse a pensar e innovar) y por la necesidad imperiosa de aumentar la productividad y crear nuevos mercados en un contexto en que el bienestar no estaba asegurado y la investigación e innovación demandaban valiosas horas de trabajo sin remuneración inmediata (era indispensable darle beneficios e incentivos especiales a aquellos que estuvieran en condiciones de dedicarse a innovar).
La propiedad intelectual iba de la mano con la aparición del mercado nacional centralizado. La comunicación unidireccional y los elevados costos de la circulación de personas y bienes llevaban a una doble fatalidad: la necesidad de beneficios elevados para asumir los costos de distribución y la imposibilidad fáctica de distribución de manera descentralizada debido al costo insuperable de la producción no masiva.
Hoy en día, sin embargo, todas estas condiciones empiezan a cambiar luego de la aparición de las tecnologías de la información y la comunicación. El mercado ya no es centralizado y unidireccional. Las personas estamos conectadas en red y cada vez somos más aptos para manejar las nuevas tecnologías y sacarles un pleno provecho. Nace un nuevo paradigma de producción colaborativa.
PROPIEDAD INTELECTUAL Y MERCADO DEL CONOCIMIENTO
Software libre o, yendo más allá, fin de la propiedad intelectual, no implica gratuidad. Se trata de un nuevo tipo de mercado, una nueva forma de creación y distribución del conocimiento. La pregunta que debemos hacernos es si acaso no podría surgir, en el contexto tecnológico actual, un mercado de conocimiento que funcione de manera muy diferente al mercado tradicional y sea capaz de garantizar un justo precio.
Cuando el Estado o cualquier persona compran software libre, pueden luego vender ese mismo software, modificarlo, modificarlo y venderlo, distribuirlo gratuitamente o modificarlo y distribuirlo gratuitamente. Se amplía el horizonte de acción del ciudadano. El mercado deja de ser centralizado y deja de ser el consumidor un agente pasivo. En lugar de consumidores, nos volvemos todos de a poco lo que Alvin Toffler llamó “prosumidores”.
CENTRIFUGACION DEL MERCADO vs. MERCADOS CENTRALIZADOS
En ese sentido, en cuanto división entre producción y consumo, hay cada vez menos mercado y cada vez más comunidad, pero si hablamos de mercado en sentido amplio, como interacción entre oferta y demanda en un marco de libertad, se podría decir que aparece un nuevo tipo de mercado “centrífugo”.
Ya no hay un solo centro ni un solo mercado. El producto, a medida que circula, se transforma y genera nuevos centros centrífugos desde los cuales se distribuye de manera eficiente hasta que, luego de un tiempo, se vuelve universal. Es decir que nuevos productos van apareciendo a lo largo de la distribución centrífuga generando nuevos mercados y nuevas distribuciones. Cada movimiento del mercado no necesita volver al centro creador, sino que la distribución, y por ende la formación de precio, se va dando en etapas que se expanden del centro hacia afuera.
El creador, al principio, es el único poseedor del nuevo software. Esta es la etapa “cero”. La etapa uno se produce cuando el creador vende el producto a aquellos que se dieron cuenta de que lo necesitaban o deseaban y no pudieron crearlo o no están dispuestos a invertir el tiempo necesario para hacerlo.. En esta primera transmisión, el paso de la etapa 0 a la etapa 1, todos los recursos invertidos en el producto o la idea van a beneficiar al creador.
El paso de la etapa 1 a la 2, sin embargo, tendrá al creador como un poseedor más del producto, junto con otros, por lo que el precio necesariamente disminuirá. Es importante aclarar que, aunque el precio disminuya, el creador ya recibió un ingreso adicional y exclusivo en el paso de la etapa 0 a la 1 y que, por mucho que pueda disminuir, va a seguir estando en condiciones de obtener ingresos mientras el precio siga siendo superior a 0. Además, el creador se habrá ganado la reputación de buen creador por lo que probablemente lo llamen para crear nuevo conocimiento o para mejorar o adaptar el que ya creó, lo que lo colocará nuevamente en la etapa 0.
De esta manera, el mercado centrífugo recompensa a los creadores, abre las puertas a una regeneración y reelaboración constante de conocimiento y garantiza, tarde o temprano, que los productos lleguen a un precio 0 que permite que, luego de que los que más lo necesitaban o más dinero tenían y no querían esperar hayan pagado un justo precio por el mismo, se vuelva universal y le permita a personas con menos recursos contar con ese conocimiento para disfrutarlo o para tratar de hacer uno nuevo y ganar más dinero.
En un contexto de comunicación en red y producción colaborativa, el mercado centrífugo funciona de manera mucho más eficiente que el marcado centralizado tradicional, que exige que para cada nuevo movimiento deba volverse al centro creador original. El mercado centralizado tradicional es el preferido por grandes corporaciones que, por más novedosos que sean sus productos, nacieron en un contexto corporativo y de mercado centralizado, propio de la Era Industrial, y les cuesta transitar hacia un nuevo paradigma productivo, más descentralizado, flexible e igualitario.
¿UNA CRISIS EN EL REGIMEN DE PROPIEDAD INTELECTUAL?
Otra discusión es en qué medida el mercado centralizado será superado por el mercado centrífugo de manera espontánea y natural o si, por el contrario, esto requerirá de acciones o políticas públicas estatales que pueden ir desde una ley que obligue al Estado a usar software libre hasta la lisa y llana abolición de la propiedad intelectual sobre una gama cada vez más amplia de productos.
Es cierto que hay que ser cuidadosos a este respecto ya que una destrucción del mercado tradicional sin la existencia de un mercado colaborativo o centrífugo que lo reemplace podría implicar un costo social demasiado elevado. Pero no podemos dejar de preguntarnos si acaso la desviación de recursos hacia el mercado tradicional que genera la propiedad intelectual no es un obstáculo que desacelera el desarrollo del mercado centrífugo y la producción colaborativa. En cualquier caso, una ley que obligue a usar al Estado software libre es un avance indudable que nos servirá para estar en condiciones de pensar en algo superador.
Las grandes empresas tecnológicas, en caso de terminarse la propiedad intelectual, no necesariamente deberían desaparecer sino simplemente adaptarse a la producción colaborativa y al mercado centrífugo, lo que requerirá seguramente una reestructuración o fragmentación propia de la sociedad de seres iguales e independientes a la que tiende la civilización de la información. El gobierno de las corporaciones, democracia por excelencia durante la Era Industrial, empieza a verse amenazado por una democracia cada vez más directa y una sociedad cada vez más interconectada y participativa. No caben dudas de que estamos frente a un nuevo horizonte de producción y socialización que tarde o temprano se volverá dominante.

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