miércoles, 27 de junio de 2012

ABOLIR IMPUESTOS AL TRABAJO


¡NO IMPUESTOS AL TRABAJO¡ 
 Hector Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA

Esa leyenda lucía hoy en dos carteles gigantes que adornaban el palco alzado en la Plaza de Mayo desde el cual habría de hablar a trabajadores de variadas tendencias el Secretario General de la CGT Hugo Moyano. Habló de cara hacia ellos y de espaldas a la Casa Rosada, cuyo frente – sugestivamente - exhibía como nunca sus balcones completamente vacíos. Ocurrió hoy, miércoles 27 de junio del 2012.

No es insignificante la consigna escrita en aquellos prominentes carteles. Es casi seguro que quienes los pintaron y estaban sn el palco no tuvieran cabal conciencia del grandioso contenido de esas pocas palabras. No es la primera ni única vez que algo inesperado ocurre en la historia de los impuestos.

¿Tuvo alguien clara idea sobre el vasto alcance del mensaje que con su furtiva y fugaz conducta expresaron en 1774 los colonos norteamericanos al preferir arrojar al mar sus cargamentos de te, antes que oblar los impuestos que la metrópoli inglesa les obligaba a pagar? Como puro hecho fue insignificante. Menos importante – supongamos – que el posible naufragio del buque entero en alta mar. Su radical importancia estuvo en su sentido y en sus efectos. Solo más tarde se lo reconoció. Tras una guerra por la independencia de las 13 colonias y la adopción de la democracia como forma de gobierno, la humanidad entera vislumbró un nuevo principio de orden social: cada trabajador debía ser el natural dueño del fruto de su propio trabajo.

Este ideal ha planteado problemas sociales que no todos los pueblos han resuelto de la mejor manera. Hoy se reconoce que el gobierno ha de ser “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Pero no se acierta a pleno en el modo en que el gobierno ha de ser financieramente sostenido. Lo que domina en el pensamiento general –lego e instruido - es algo que contradice a la democracia y a la libertad individual. Que el gasto publico sea sostenido con exacciones al trabajo. En este caso, ¿para que sirve la democracia? ¿Cómo concretar la justicia social si arruinamos al motor de la riqueza, esto es, al trabajo?

Nuestro acto fundacional, la Revolución de Mayo, vino para constituir una sociedad sin esclavos ni siervos. Un país para gente dispuesta a vivir de su trabajo. Intentó lograrlo mediante la “ley de enfiteusis”. Un modo de facilitar “tierra para todos al costo más barato” y así sostener un gobierno que no persiguiera a los trabajadores. Procuraba hacer de la renta del suelo, del creciente valor de la tierra, la fuente de recursos para solventar el “gasto público”. (Esto se oculta en la educación argentina)

En 1945 Perón propuso lo mismo con otras palabras: “La tierra para el que la trabaja”. Por distintas causas ese fin falló entonces y falló hasta la fecha. Al contrario, hemos ido de mal en peor. No hemos dictado un derecho positivo que permita a los trabajadores ser dueños del producto de su trabajo.

En este último punto hay que ser claros. Por trabajadores debe estarse a la definición dada hoy , públicamente, por el Secretario de la CGT, cuando en su discurso dijo: "No nos referimos sólo a los que hacen esfuerzo físico en su trabajo, sino también a los comerciantes, a los investigadores, a los profesionales, a los intelectuales". Concepto digno de aplauso. Solo se debe agregar a la lista como “trabajadores” a los cientos de miles de “emprendedores” que ponen lo mejor de sí para aunar capital y trabajo con el fin de producir los bienes que necesitamos. Y, la vez, excluir como tales a los titulares de monopolios y privilegios y trabajador. Viven del trabajo ajeno.

El acto de hoy en la Plaza de Mayo se inspiró en el lema “No impuestos al trabajo”. Si a este lema agregamos la definición dada por el líder de la CGT , el acto de hoy merece ser definido parafraseando a Neil Amstrong cuando piso la Luna: «Ha sido un pequeño paso dado por los trabajadores pero un gran paso para la toda nuestra sociedad».

Hay que soñar con acabar con el “impuesto a los réditos” (hoy llamado impuesto a las ganancias). Fue creado en 1932 solo por 3 años (y que resulto ser provisorio para siempre). Con este régimen se falseó a la Constitución Nacional y se puso en existencia una venenosa maraña que estrangula al país. Todos los impuestos castigan a quienes viven de su trabajo.

El efecto de este régimen ha sido mortal por partida doble. Por una parte, generó gobiernos despilfarradores y corruptores de la moral social y pública. Por el otro, ha hecho del trabajo una actividad despreciable. En el supuesto, a ojo de buen cubero, que habiten en el país unas 15 millones de familias, es una vergüenza nacional constatar que 12 millones de personas vivan por debajo del nivel de pobreza, otras 2 millones sin trabajo alguno y un gran número tenga a la calle por única habitación.

Ser indiferente, esquivar u ocultar esta realidad ha sido el recurso de los que aspiran a vivir tranquilos. Pero su deseo es inútil. El increíble aumento del delito cometido por quienes no son delincuentes natos y el de los conflictos sociales a lo ancho y largo del país dicen a las claras que “la casa no está en orden”. La sociedad argentina transita por bordes peligrosos.

Ante este panorama la consigna “No más impuestos” sostenida por los trabajadores organizados – mas allá de las múltiples diferencias entre los diversos grupos - es la más fuerte luz de esperanza encendida en nuestra sociedad tras años de oscuridad. Quieran los hombres cultos oír la demanda de los trabajadores.

Buenos Aires 27 de Junio del 2012

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