jueves, 29 de agosto de 2013

NATALICIO DE ALBERDI Por Héctor Raúl Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA



HOY NATALICIO DE ALBERDI
Día del Abogado

Héctor Raúl Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA

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¿Cuál habría sido el juicio de Alberdi sobre la actual restauración de la sociedad antigua en nuestro país violando in crescendo los principios fundamentales contenido en la brillante Constitución Argentina de 1853/60?

¿Cuál su juicio sobre el despótico, arbitrario y destructor sistema de impuestos que priva de trabajo y hogar a millones de argentinos ,  castiga a la producción y cancela el libre  comercio hasta ubicar a nuestro país a la cola de los más atrasados del mundo?

Quien lea su obra completa verá que refleja un consistente pensamiento. El necesario para ordenar una sociedad próspera fundada en el trabajo  de hombres libres, con fácil e igual derecho de  acceso a la tierra y exento de impuestos. 

El  Discurso Preliminar de Filosofía del Derecho (1830) , Las Bases (1850), el Sistema Económico y Rentístico para la Confederación Argentina (1854) y su sátira titulada Peregrinación de Luz del Día. Viaje y Aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo (1871), contienen sus pensamientos rectores, ocultos en la Argentina actual. Su profunda filosofía fue la base intelectual de una legislación favorable a nuestro rutilante progreso  gracias al ingreso de millones de seres humanos para hacer sus propias vidas ayudados por la afluencia de capitales del mundo entero.

¿Qué estadista o político argentino se atreve hoy, en vísperas electorales , a explicar cómo fue posible esa hazaña para poderla continuar? El reto del Alberdi, “gobernar es poblar”   sigue vigente hoy. Un pais como el nuestro,  con tierra, agua y clima tan propicios para la vida , con casi 3 millones de km2 puede albergar con gran comodidad más 200 millones de personas. En un momento en que en muchos países de Europa sobra gente.

El real desafío lanzado a los intelectuales y políticos argentinos pasa por explicar por qué se ha cortado y no se puede reiniciar  el poblamiento de nuestro inmenso y excepcional territorio.   Disponemos de un país impúdicamente vacío en su mayor parte  y  la escasa población con que contamos vive hacinada en tugurios que avergüenzan que crecen cada vez mas en unas pocas decadentes ciudades.  

Cambios materiales e ideológicos desde la primera Guerra Mundial (1914/1918)  sumergieron al mundo en baños de sangre y confundieron a los cultivadores del derecho y la economía. Al fin de aquella insensata guerra,  un vendaval “colectivizante” de derechas e izquierdas opacaría al mundo de las ideas y pondría en el sótano de pocas bibliotecas el pensar de personas realmente progresistas.  En nuestro país Alberdi fue uno de los sepultados con  sus ideas fundadoras.

Tras aquella guerra de 1914 un pensamiento mecanicista y tecnocrático sustituyo al arte de la “política económica”. En  su lugar se desarrollo una “ciencia económica” orgullosa de sus ecuaciones matemáticas. Fruto de esos nuevos aires regresó a nuestro país una persona brillante que en su adolescencia  pretendía  ser sacerdote. Su padre miembro de una familia rica y aristocrática lo apartó de ese camino enviándolo a Europa para que fuera ingeniero. Hablo de don Alejandro Bunge.  No fue cura ni se aplico a la ingeniera de obras, sino a la social.  Uno de sus discípulos, también joven brillante, cobraría notoriedad y fuerte influencia, primero en la dictadura de Uriburu y luego en la academia y el mundo internacional. Los  efectos de su pensar rigen aun hoy. Hablo de don Raúl Prebisch. 

Ninguno de estos cultivadores de la nueva “ciencia económica” pudo o quiso  salvar a la sociedad argentina del daño que le estaba causando,  desde su promulgación,  una ley fundamental  en la tarea de ordenar al pais. En lo que respecta a la ancestral y central cuestión social del acceso a la tierra,  esta ley era contraria al programa económico de la  Constitución Nacional. Hablo del   Código Civil de 1869.  

En materia de derecho de propiedad al suelo el Codificador  se separó con toda conciencia de los liberales principios de la Revolución de Mayo y de la Constitución. Importó a nuestro país  el derecho romano de propiedad sobre la tierra. Fue un compromiso comprensible. Había  que congeniar los intereses de unos pocos terratenientes locales con las ansias de trabajo de millones de personas “sin tierra”. Todos deseosos de hacer de la Argentina su nueva patria.

El sistema romano de propiedad privada sobre la tierra incluía dos derechos. Uno, el pausible “derecho privado”  a usar y trabajar  la tierra. El otro – indebidamente – el derecho a embolsar un bien público: la renta del suelo.  Este “valor” crece en proporción logarítmica a la demanda de tierra y se reconoce en el “precio de mercado” del lote de tierra. Ese valor es  un bien público, porque es efecto del desarrollo social como un todo y no del trabajo de propietario. Es un “crédito de la sociedad” contra el propietario del suelo y tiene por fin afrontar el gasto público.  El Código Civil permitió (y permite) al dueño de la tierra   “apropiarse” de ese “bien publico”, con el efecto que el gobierno carece de ese recurso. Hecho a partir del cual debe apelar a fuentes dañinas para la sociedad: los impuestos al trabajo y el consumo y a la emisión de moneda sin respaldo (inflación).

Alberdi , discípulo de Echeverria,  hombre conocedor del pensamiento fisiocrático de la Revolución de Mayo,  hizo feroz crítica al proyecto de Código Civil de Vélez. Lo tuvo por retrógrado, pues todas sus fuentes en la materia eran tomadas de leyes de países monárquicos . a la vez que ocultaba las fundantes leyes de la Revolución de Mayo. No fue escuchado ni entendido  o demasiado entendido como para permanecer en el país.  Tuvo que vivir exiliado la mayor parte de su vida.

Con el Código Civil en vigencia y las oleadas inmigratorias ( pasamos de 1 a 10 millones de habitantes en pocos años)  comenzó a repetirse aquí la historia de la Antigua Roma.  El efecto fue amortiguado antes de la guerra por ser la Argentina “granero del mundo” y contar con los derechos aduaneros como principal ingreso publico.
Mas dada la base romana del derecho a la tierra y a su renta , ocurrida la crisis de 1929 y el proteccionismo mundial, la fuente “externa” de recursos (derechos a la exportación)  cayó en picada.  Había que corregir el sistema de recursos del Estado. Se lo hizo en 1931, pero no por la vía que correspondía.

En los 1930, el pensamiento de Alejandro Bunge,  Raúl Prebisch y sus condiscípulos de escuela,  privó.  Propusieron y lograron que   la dictadura militar de entonces estableciera por ley  la cepa del asfixiante régimen impositivo actual,  Se dicto la ley “impuestos a los réditos”. La palabra parece encerrar un gran principio social: “quien más gana más paga”. Pero en verdad encubre (la palabra y la frase)  una horrible  realidad: en la Argentina ganar por el trabajo es castigado.  Tras ese terrible principio lo demás viene por añadidura. El gasto público pierde toda mesura y crecen los parásitos del Estado. Ese gasto es pagado  básicamente  con exacciones a los salarios de los trabajadores. 

Un creciente temporal de leyes creando impuestos al trabajo y a la inversión de capital, a la producción y al consumo caracteriza a las finanzas desde 1932 a la fecha. Con esta legislación  ha sido derogada en la práctica  la Constitución Nacional de 1853/60.  En su lugar una distinta  “constitución real” rige la vida y destino de sus habitantes.

Realizar a pleno  valores sociales como la libertad individual, derechos humanos para todos, democracia estable, el federalismo efectivo,   la republica con división de poderes e inclusive el Derecho, así,  escrito  con mayúscula,  son aspiraciones, no realidades.  Palabras que flotan en el mundo de los deseos, usadas por los candidatos en campañas electorales o por los gobiernos para justificar sus desatinos. Nadie en su sano juicio se atrevería a revivir el eslogan de Alberdi “gobernar es poblar”. Ni nadie parece siquiera recordarla, a pesar que la emigración de los mejores y de sus capitales es una sangría constante que padece la Argentina.

El prócer de la Constitución ha sido olvidado. Porque la Constitución por él propuesta ha sido enterrada debajo de una asfixiante maraña legislativa.

Hagamos votos para que al celebrar su natalicio, Día del Abogado, los hombres públicos y en especial  los abogados,  tomen conciencia de las causas del fracaso argentino y para que su pensamiento ilumine el camino de la recuperación argentina.

Buenos Aires, Agosto 29 de 2013

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