“NO ROBARÁS”
(Levítico 19:13 + Mateo 5:17)
DISCURSO DE HENRY
GEORGE EN CAMPAÑA ELECTORAL
El
sacerdote catolico Dr. McGlynn dijo en Chickering Hall, el domingo pasado que
vivismos un momento histórico y tenía
razón. Que un sacerdote de Cristo, dirigiéndose al público, y a un público
numeroso compuesto por hombres y mujeres
de todas las religiones y creencias,
predique una cruzada por la abolición de la pobreza y haga un llamamiento a los
hombres para que se unan y trabajen reunidos por traer el reino de Dios a la
tierra, constituye un acontecimiento de los más importantes.
Las
grandes transformaciones – ha dicho Manzini - nunca han sido ni serán nunca más que la aplicación
de un gran movimiento religioso.
(Aplausos.) El día en que la democracia
se eleve hasta constituir un partido con fundamento espiritual, ese día empezará la victoria. Y la honda
significación del «meeting» del último domingo
por la noche, el significado de esta inauguración de la Sociedad «Contra la
pobreza», es el comienzo de traer a la lucha de la democracia el sentimiento
religioso- el único sentimiento entre todos los sentimientos bastante poderoso para regenerar el mundo.
Los
comentarios hechos acerca del acto y de la institución de esta Sociedad son
sugestivos. Nos dicen, primero en los periódicos. que no se puede abolir la
pobreza porque no existe la suficiente riqueza para que llegue a todos. Nos
dicen que si todas las riquezas de los Estados Unidos se dividiesen no le
tocaría a cada uno más que unos ochocientos dólares. Pues si eso es así, tanto más monstruosa es la injusticia social
que hoy da a un individuo millones y hasta cientos de millones. Si realmente
hay tan poco, mayor es lai njusticia
de esas grandes fortunas.
Pero
nosotros no proponemos la abolición de la pobreza por el reparto de la riqueza
existente. ni tampoco con el aumento de ella. Nosotros proponemos la abolición de la pobreza
permitiendo el trabajo a ese numeroso ejército de hombres, ese vasto ejército
de hombres ansiosos sólo de crear riquezas , pero que ahora por un régimen que permite a los perros del
hortelano monopolizar la munificencia de Dios, se ven privados de la
oportunidad de trabajar.
También
nos dicen que no podemos suprimir la pobreza porque la pobreza siempre ha
existido. Pues bien. Si siempre ha existido la pobreza razón de más para que
intentemos su extinción. Ya ha durado bastante. Debemos estar cansados de ella;
vamos a redimirnos de ella. Pero yo niego que la pobreza, esa pobreza que vemos hoy sobre la
tierra, haya existido siempre. Nunca en la historia del mundo ha existido tanta
abundancia de riquezas, tanto poder para producirlas, como ahora. Esto es tan
evidente que los mismos que nos dicen que no podemos suprimir la pobreza la
atribuyen casi inmediatamente al exceso de producción. Nos dicen virtualmente
que el producir el hombre tanta riqueza es la razón de que haya tantos pobres:que
por haber tanto de las cosas que satisfacen los deseos humanos es por lo que
los hombres no pueden encontrar trabajo y las mujeres tienen que extenuarse y
agotarse. ¡La pobreza, atribuida a la sobra de producción; la pobreza en medio
de la opulencia; la pobreza en medio de la ilustración;la pobreza cuando el
vapor, la electricidad y mil inventos para ahorrar trabajo, que no han existido
antes en el mundo,- han sido creados para ayudar al hombre! Manifiestamente se
ve que no hay razón para que la pobreza exista y que ya es tiempo que hagamos
algo para suprimirla.
No hay
bastantes instituciones caritativas para subvenir a todas las demandas de
limosnas; parece imposible subvenir a ellas. Pero en todo caso hay bastantes
para demostrar a toda mujer y a todo hombre inteligentes que es totalmente
imposible extirpar la pobreza por medio de la caridad, para demostrar a todo
aquel que busque en sus raíces la causa de este mal que lo que se necesita no
es caridad sino justicia: la conformidad entre las instituciones humanas y las
eternas leyes de lo justo.
Pero
cuando razonamos de esta suerte, cuando decimos que la pobreza existe porque se
violan las leyes de Dios, se nos ridiculiza diciendo que tenemos la pretensión
de saber acerca de los designios de la Omnipotencia más de lo que pueden saber
los hombres. Han establecido para ellos un Dios, a quien más bien le gusta la
pobreza, pues que da a los ricos una ocasión de mostrar su bondad y su
benevolencia y señalan el estado de pobreza como una prueba que Dios envía.
Nuestra respuesta es que el estado de pobreza no existe
por la voluntad de Dios, sino por la desobediencia del hombre. Nosotros decimos
que sabemos que la voluntad
de Dios es que no exista la pobreza en la tierra, y eso lo sabemos como podemos
saber otro hecho natural cualquiera.
Las
leyes de este universo son las leyes de Dios , lo mismo las leyes sociales que
las físicas, y Él, el Creador de
todo, nos ha dado sitio para todos, trabajo para todos, abundancia para todos.
Si hoy las gentes están en algunos sitios tan apiñadas que parece como si
hubiera demasiada gente en el mundo; si hoy miles de hombres que trabajarían
gustosos no encuentran la ocasión de trabajar; si hoy la competencia por
ocupación abate los salarios hasta hacerlos caer en tipos miserables; si hoy en
medio de la riqueza abundante hay en los centros de nuestra civilización seres
humanos que están peor que los salvajes en cualquier época normal, no es porque
el Creador haya sido ruin; es sencillamente por nuestra propia injusticia. Sencillamente
porque no nos ha
guiado la idea de hacer a otros lo que hubiéramos deseado que ellos hicieran
por nosotros al haber hecho ellos nuestras leyes.
La
Sociedad Antipobreza no posee ningún remedio patentado para la miseria; no
proponemos ninguna cosa nueva.
Lo que proponemos es sencillamente que se haga justicia.El principio que nos
proponemos infundir en nuestras leyes no es ni más ni menos que la “regla
áurea”. Nos proponemos extirpar la pobreza por medio del remedio soberano de
hacer a otros lo que quisiéramos que otros nos hicieran, dándoles a todos sus
derechos, y proponemos que se empiece por asegurar a cada hijo de Dios que
nazca en nuestro país su parte en la herencia común, total y ejecutiva. ¡Acabar
con vivir apelmazados!
¿Es de
extrañar que los hombres estén apiñados, como lo están en esta ciudad,
cuando, a la vez, vemos otros hombres apoderándose de mucha más
tierra de la que pueden necesitar para su uso, y que la conservan y valúan a
precios fabulosos? Pues ¿qué hubiera pasado, si cuando se abrieron las puertas
de este teatro, los primeros que entraron hubiesen reclamado todos los asientos
que tenían a su alcance y les hubiesen puesto a precio para los que entraran
después, teniendo éstos exactamente el mismo derecho que ellos? Pues esa es precisamente
la manera que tenemos de tratar este Continente. Esta es la razón por la que
están las gentes hacinadas en las viviendas; esa es la razón por que el trabajo
es tan difícil de obtener; la razón que hace que parezca que, aun en los
tiempos buenos, hay sobra de trabajo y que en los que llamamos malos tiempos,
los tiempos de depresión industrial,
haya por todo el país miles y cientos de miles de hombres errantes
sin poder encontrar trabajo. ¡No hay bastante trabajo¡ ¿Pero ¿qué es el
trabajo? El trabajo
productivo es, sencillamente, la aplicación del esfuerzo humano a la tierra;
es, sencillamente, el transformar en cosas adecuadas, para satisfacer los
deseos humanos, la materia bruta que el Creador ha colocado aquí. ¿Es que no
hay medios bastantes para el trabajo en este país?
Supongamos
que cuando miles de hombres están sin trabajo y los tiempos están malos en
todas partes
enviásemos
una comisión a la Corte celestial en el Cielo para hacer presente la miseria y
la pobreza de este pueblo, como consecuencia de no poder encontrar trabajo.
¿Qué respuesta nos darían? «¿Están todas vuestras tierras trabajadas?»¿Están
todas las minas explotadas? ¿No hay elementos naturales dónde trabajar?»¿Qué le
podríamos pedir al Creador que nos concediera que no tengamos aquí en
abundancia? Nos ha dado el mundo, ampliamente abastecido de todas las materias
que pudiésemos necesitar. Nos ha dado el poder de obtener esas materias primas.
Si parece que hay escasez, si hay necesidades, si hay hombres que no pueden
encontrar trabajo, si hay gente muriéndose de hambre en medio de la abundancia,
¿no es simplemente porque aquello que el Creador quiso que fuese para todos se
ha convertido en propiedad de unos pocos?
Al
combatir esta gigante injusticia, que rehusa al trabajo el acceso a las
oportunidades naturales, combatimos la causa de la pobreza. Nos proponemos
abolirla, arrancarla de raíz, abriendo camino a un trabajo abundante y libre
para todo hombre. No nos proponemos menoscabar ningún derecho justo de
propiedad. Somos los defensores y los mantenedores del derecho sagrado de
propiedad, ese derecho de propiedad que va tan justamente unido a todo lo que
es producido por el trabajo; ese derecho que da a cada uno en justicia la
propiedad de lo que haya producido y que lo hace suyo, en tanto que con su posesión no perjudique a otro.
Ese derecho de propiedad, insistimos en ello, lo mantendremos en contra del
mundo entero. Sobre una casa, un abrigo,
un libro, sobre todo aquello producido por el trabajo-, hay un derecho
individual evidente, que pertenece al hombre que lo ha hecho. Ese es el
fundamento del justo, del sagrado derecho de propiedad. Se apoya en el derecho
del individuo al uso de sus propias fuerzas, en su derecho de beneficiarse
por el esfuerzo de su propio trabajo.
Pero sobre la tierra ¿quién puede argüir derecho de propiedad? ¿Quién puede reclamar
un título de propiedad sobre la tierra que se remonte hasta el hombre que la
hizo? Y en tanto que el hombre que reclama la exclusiva propiedad de una parte
de este planeta no pueda mostrar un título de propiedad original del Hacedor de
este planeta, mientras no pueda mostrar un decreto del Creador declarando que
esta parte de la ciudad, o ese gran trecho de tierra cultivada, o esa mina de
carbón, o ese pozo de gas se hizo para él – hasta entonces -, tenemos el
derecho de sostener que la tierra se destinó a ser de todos.
El
derecho natural y la religión revelada nos dicen igualmente que Dios no hace
distinciones entre las personas; que no hizo este planeta para unos cuantos
individuos; que no se lo entregó a una generación con preferencia a otras
generaciones, sino que lo hizo para que mientras viviesen lo disfrutasen todas
las personas que Su Providencia trae al mundo. Si esto es verdad, el niño que
ha nacido esta noche en la más humilde de las viviendas, en el barrio más sucio
de Nueva York, viene al mundo dotado de un título de derecho a la tierra de
esta ciudad tan valedero como cualquier Astor o Rhiuelander.(NB: ambos millonarios
norteamericanos)
¿Cómo
sabemos que el Todopoderoso está contra la pobreza? ¿Concuerda con su ley la
existencia de la
miseria?
Lo sabemos por esto que ha manifestado
el Todopoderoso:”No hurtarás"; y tenemos por verdad que la
pobreza que existe hoy en medio de la abundancia de riquezas es el resultado de un sistema que
legaliza el robo. Las mujeres que a millares están inclinadas sobre sus agujas
o máquinas de coser, trece, catorce o diez y seis horas al día; las viudas que
se esfuerzan y luchan para criar a sus pequeños hijos privados de su sustentador
natural; los niños que crecen en medio de la suciedad y de la miseria, mal
vestidos, mal comidos y mal educados, sin un sitio en donde puedan jugar, ni
aquí en esta ciudad, criándose en condiciones en que
sólo por milagro pueden conservarse puros en condiciones que de antemano los
condenan al presidio o al
burdel , sufren, se mueren, porque nosotros permitimos que les roben, que les
roben desde el momento de su nacimiento, perjudicados por un sistema que
deshereda a la mayoría de los
niños que vienen al mundo.
Hay
bastante y aun sobra para ellos. Si el Estado les reconociera los mismos derechos que les ha dado su
Creador, no habría muchachas obligadas a tareas impropias de su sexo para
subsistir meramente, no habría viudas en la amargara, en amarga lucha para
poder llevar un pedazo de pan a las bocas de sus niños; no habría tanta miseria
ni desamparo como vemos aquí, en la mayoría de las ciudades americanas.
Miseria
y desamparo que son hoy más profundos en los centros más grandes y más ricos de
nuestra civilización. Estas cosas son el resultado del robo legalizado, los
frutos de una abjuración de aquel mandamiento que dice: “No hurtarás”.
¿Cómo
es interpretado hoy el «No hurtarás», hasta por los hombres que tienen la
pretensión de predicar el Evangelio?
Pues según ellos quiere decir: «No irás a presidio>. No significa
mucho más para ninguno de ellos. Podéis robar con tal de que robéis bastante.
y. no os dejéis coger y podáis tener un sitial preferente en las iglesias. No
robéis unos pocos dólares -eso puede ser peligroso-, pero si robáis millones y
os los lleváis, seréis uno
de nuestros principales ciudadanos.
«No hurtarás»; esa
es la ley de Dios. ¿Qué significa? Pues bien. no significa sencillamente que no
desvalijéis bolsillos. ¡No! significa sencillamente que no cometáis un robo en
nocturnidad o un robo en una carretera! Hay otros modos de robar que prohibe
también. Significa seguramente (si tiene algún significado) que no debemos
tomar aquello a que no tenemos derecho en detrimento de los demás. (Grandes
eplausos.)
Por ejemplo: ved
aquí un desierto. Una caravana lo cruza. Hay también una partida de ladrones.
Dicen éstos:”Mirad. ahí va una caravana
rica; vamos a ir a robarla; si es necesario mataremos a los hombres, nos
apoderaremos de sus bienes., de sus
camellos y de sus caballos y nos escaparemos
después”. Pero uno de los ladrones dice: «jOh. no; eso es peligroso y además sería robar. En vez de esto vámonos más allá. hasta llegar donde hay un manantial, el único manantial del que esta caravana puede sacar agua en el desierto. Levantemos un muro alrededor y diremos que es nuestro y cuando lleguen no les dejaremos coger agua hasta que nos hayan entregado todos los bienes que llevan”. (Aplausos.)
después”. Pero uno de los ladrones dice: «jOh. no; eso es peligroso y además sería robar. En vez de esto vámonos más allá. hasta llegar donde hay un manantial, el único manantial del que esta caravana puede sacar agua en el desierto. Levantemos un muro alrededor y diremos que es nuestro y cuando lleguen no les dejaremos coger agua hasta que nos hayan entregado todos los bienes que llevan”. (Aplausos.)
Eso
sería tal vez más elegante, de mejor educación y más correcto; pero ¿no sería
robar lo mismo?¿Y no es también robar cuando algunos hombres se adelantan a la
población y se apoderan de la tierra que para nada necesitan, y cuando van
viniendo gentes al mundo y aumentando la población no permiten que este aumento
de población disfrute de la tierra hasta que han pagado por ella un precio
exorbitante? Esta es la clase de robo sobre que se alzan nuestras principales familias.
(Aplausos.) Haced esto bajo el falso código moral que impera hoy aquí, y la
gente alabará vuestra previsión y vuestra iniciativa, y dirán que habéis hecho
dinero porque sois un hombre superior, y que cualquiera puede hacer dinero si
quiere trabajar y ser activo, (Risas y aplausos.)
Pero,
¿esto no es claramente un violación del mandamiento «No hurtarás» tan evidente
como la de ir a sacarle a un hombre el dinero del bolsillo? (Aplausos.)
Esto
ocurre, como lo más natural, cuando el propietario de tierra nos exige que le paguemos la renta. Pero ¿de dónde proviene
ella? Todas las cosas que antes he
mencionado son producto del trabajo humano.
Alguien
ha tenido que trabajar para que ellas
existan . Cuando el hombre que no trabaja puede adquirirlas sin trabajar, necesariamente 1os hombres que trabajan para producirla
tienen que tener menos de lo que debieran tener. (Aplausos.)
Para
luchar contra este sistema es para lo que se ha congregado la Sociedad
Antipobreza, y os invita para que vengáis
y aumentéis sus filas. Es la causa más noble en que se pueda. comprometer un
ser humano. Después de todo ¿qué hay en la vida que pueda compararse a una
lucha como ésta? Una sola cosa y solo una es absolutamente segura para todos
los hombres y mujeres que están aquí reunidos y para el resto de la humanidad:
la muerte. ¿De qué nos aprovechará dentro de algunos años lo que tengamos que
dejar? ¿No es el uso más noble y el mejor que podemos hacer de la vida, el
esforzarnos en mejorar y hacer más felices las condiciones de aquellos que han
de venir después de nosotros, combatiendo contra la injusticia, ilustrando la
opinión pública, haciendo todo cuanto nos sea posible para destruir él maldito
régimen que degrada y amarga la suerte de tantos? (Aplausos.)
Tenemos
un gran combate y un rudo combate ante nosotros. Es posible, probable, que
muchos de nosotros no lleguemos a ver el triunfo. ¿Pero qué importa? Es un
privilegio el comprometerse en una lucha semejante. Podemos estar seguros de
que esto no es sino una parte de esa lucha universal y dilatada en la que se
han comprometido el justo y el bueno, y de que nosotros, tomando parte en ella,
estamos haciendo algo en nuestros humildes medios para traer a la tierra el
reino de Dios, para hacer que las condiciones de la vida de
aquellos que vengan después sean aquellas que confiamos prevalecerán en el
cielo. (Aplausos prolongados.)
Ahora,
imaginad que cuando nosotros, hombres y mujeres de hoy, vayamos ante aquel
terrible tribunal, contemplemos los espíritus de aquellos que en nuestro
tiempo, bajo este perverso sistema social, se vieron arrastrados al crimen, de
aquellos que se vieron extenuados de cuerpo y de espíritu, de aquellos niños
pequeños que en esta ciudad de Nueva York son arrojados de este mundo cuando
apenas han entrado en él - porque no han tenido bastante alimento ni
bastante aire, ni suficiente luz, porque están apiñados en esas barriadas de
viviendas en condiciones en que la enfermedad se desarrolla con violencia y
destruye-, suponiendo que nos confronten con esas almas, ¿de qué nos servirá el
decir que nosotros individualmente no hemos sido responsables de sus
condiciones aquí en la tierra? En el espíritu de la parábola de San Mateo,
¿cuál sería la respuesta desde el Tribunal? ¿No sería ésta? “He provisto a todos. La
tierra que hice era bastante ancha para que todos cupiesen en ella. Las materias
que hay en ella eran suficientemente abundantes para todas vuestras necesidades, ¿alzastéis o no alzastéis la voz
para protestar contra el robo que les despojaba a muchos de su justa parte en
aquello que yo había suministrado para todos?”
«No
hurtarás». Es el latrocinio, es el robo lo que está produciendo la pobreza, la
enfermedad, y el vicio y el crimen entre nosotros. Es por virtud de las leyes
que mantenemos; y aquél que no levanta su voz en contra de ese crimen es
cómplice de él. Ahora el estandarte se ha alzado al fin; se ha levantado la
cruz de la nueva cruzada. Alguno de nosotros, muchos de nosotros para siempre
hemos jurado en el fondo de nuestro corazón que no descansaremos, mientras
tengamos vida y fuerzas, hasta que hagamos ver y destruyamos ese daño. Le hemos
declarado la guerra. Los que no están con nosotros los conceptuaremos enemigos.
Para nosotros no ha de
haber ni desaliento, ni transacción ni retroceso, hasta llegar al fin. (Grandes
aplausos y ovación.)
La
pobreza no es inevitable en el mundo y en nuestra civilización. Hecha por las
leyes del Creador, hay una provisión de bienes naturales que aseguraría a los
desheredados todo aquello que pudieran necesitar y que daría lo suficiente, y
más de lo suficiente para todos los fines sociales. Estos niños que están
muriendo en nuestros
barrios atestados, por falta de espacio y de aire puro, son los herederos
desheredados de una gran hacienda.
¿Habéis
considerado alguna vez todo lo que significa el hecho señalado que mientras el
progreso avanza y la población
aumenta y la civilización se desarrolla lo único que siempre aumenta en valor
es la tierra? Por todo el país los especuladores aprecian esto. Por donde
quiera que haya un indicio de que la tierra se pueble; por doquiera se cruzan
los caminos de hierro, o una gran ciudad tiende a aumentarse; por doquiera se
descubre una nueva prueba de la munificencia del Creador, bien sea una mina
abundante de carbón o de hierro, o un pozo de petróleo o un depósito de gas,
allí se precipita el especulador, la tierra aumenta de valor y se promueve
una gran porfía y hay hombres que se encuentran enormemente ricos sin haber
tenido que hacer la menor cosa para
producir la riqueza.
Ahora
bien, es por virtud de una ley natural por lo que la tierra aumenta constantemente
de valor; por lo que la población lo acrecienta; por lo que los inventos lo
aumentan; por lo que el descubrimiento de cada prueba más de la bondad del
Creador en los bienes que Él ha implantado en la tierra para nuestro uso,
aumenta el valor de la tierra, pero no el valor de ninguna otra cosa. Este
hecho natural se efectúa por virtud de una
ley natural, una ley que es tan del Creador como la de gravitación. ¿Cuál es el
propósito de esta ley? ¿No hay en ella un medio de proveer a las necesidades
sociales? Que la tierra aumente el valor al mismo tiempo que la comunidad
aumenta y crecen las necesidades usuales, ¿no es una previsión clara de las
necesidades sociales, un fondo perteneciente a la sociedad como un capital con
el que podemos atender a la viuda y al huérfano, y a aquellos que caen en el
camino, con el que podemos proveer a la cultura pública, hacer frente a los
gastos generales y hacer todas las cosas que
una civilización progresista hace más y más necesario para que la sociedad lo lleve a cabo en beneficio
de sus individuos?
Hoy el
valor de la tierra en la ciudad de Nueva York es de más de cien millones al
año. ¿Quién ha creado ese valor?
¿Es porque hay aquí unos pocos propietarios por lo que esa tierra está valuada
en cien millones anuales?¿No es porque está aquí toda la población de Nueva
York? ¿No es porque esta gran ciudad es el centro de negocios para una gran
parte del continente? Cada niño que nace, cada persona que viene a establecerse
en Nueva York, ¿no aumenta el valor de esta tierra? ¿No deberá, por lo tanto,
obtener alguna parte del beneficio? ¿Y no se le perjudica cuando, en vez de
usarle con ese fin, se les consiente a algunos individuos
privilegiados que se la apropien?
Podríamos
tomar este inmenso capital para las necesidades comunes, podríamos hacer aquí
con él una ciudad como no
se ha visto antes en el mundo, una ciudad espaciosa, limpia, saludable,
hermosa; una ciudad que estuviese llena de parques; una ciudad sin casas de
alquiler; una ciudad que tuviese los medios de comunicación propios, caminos de
hierro que llevasen a las gentes a treinta o cuarenta millas del centro de la
ciudad en media hora, que se pudieran tomar de balde como los ascensores en
nuestros grandes edificios; una ciudad con grandes museos y librerías públicas,
y gimnasios y casinos, pagado todo de los fondos públicos y no por donación de
ciudadanos ricos.
Podríamos
dar de este capital tan grande, y en su propio derecho, a la viuda y al
huérfano y asegurar a cada habitante de esta gran ciudad, que si se muriera su
mujer y sus hijos no se verían en la necesidad, no se verían humillados
por la caridad, sino que en uso de su propio derecho, como miembros de una
sociedad rica, como coherederos de unos bienes cuantiosos, tendrían lo
suficiente para vivir.
Y
podríamos hacer todo esto, no sólo sin imponer
una contribución sobre la producción, no sólo sin menoscabar los justos
derechos de la propiedad, sino asegurando al mismo tiempo mucho mejor que ahora
los derechos de la propiedad y aboliendo los impuestos que ahora pesan sobre la
producción.
No
tenemos más que eliminar nuestros impuestos sobre las cosas que producen las gentes, cesando de multar a
un hombre que tiene una casa o hace algo con que añade riqueza a la comunidad;
dejando de imponer contribuciones él las gentes que traen bienes del
extranjero, o que se enriquecen en el país, concentrando todos
nuestros tributos sobre el valor de la tierra, para recoger esa enorme renta,
debida al progreso de la comunidad
para el beneficio de la comunidad que la produce.
El Dr.
Nulty, obispo de Mearh, ha dicho en una carta dirigida al clero y a los
seglares de su diócesis que este don del Creador, esta previsión por la que, a
medida que crece la población aumenta el valor de la tierra, le parece a él la
más hermosa de las combinaciones sociales, y a mí eso me parece que es lo que
más claramente demuestra la liberalidad, al mismo tiempo que la inteligencia
del espíritu creador. Porque aquí hay una provisión normativa , por virtud de
la cual el avance de la civilización sería, bajo la ley de la justicia imparcial,
un adelanto hacia la igualdad, en vez de ser, como ahora es, un avance hacia
una cada vez mayor y más monstruosa desigualdad.
El
mismo buen obispo católico, en esa carta, dice:
«Ahora,
por esta razón, la tierra de cada nación es la propiedad común de los habitantes de esa nación, porque
su verdadero propietario, el Creador, que es quien la hizo, les ha hecho voluntariamente don de ella. Él ha dado la
tierra a los hijos de los hombres.” Y
como todo ser humano es una criatura y un hijo de Dios, y como todas sus
criaturas son iguales ante sus ojos,
todo convenio cerca de la tierra de esta o de cualquier otra
ciudad, que excluya a los más humildes
de su parte igual en la herencia común, es no sólo una injuria y un daño hecho
a ese hombre, sino una violación impía de la intención clemente de su ha
creado, el
valor que le ha sido añadido por las mejoras, sino sencillamente el valor que
va unido a la tierra sola, por el
hecho de estar todos en ella - que va unido a la tierra, por ser el producto de
esta gran República. Y cuando tengamos eso,
entonces habrá desaparecido todo el aliciente en la monopolización de la tierra; entonces esos mismos señores
importantes, que están conservando una
mitad del área de esta ciudad, sin producir y vacía, se
encontrarán con impuestos sobre ella, tan altos que no tendrán más remedio que
ir al trabajo y edificar casas o vender el terreno, o si no pueden venderlo
dárselo a alguien que edifique las casas. (Grandes aplausos.)
Y así
para todo el país. Id a Pensylvania y allí veréis grandes extensiones de tierra
que contienen enormes depósitos de carbón del mejor, que pertenecen a
corporaciones y a individuos que trabajan poco en ellas. En estos grandes
bienes, al ciudadano americano del pueblo, que es quien trabaja el carbón en la
mina, no le es permitido ni siquiera el arriendo del terreno; sólo permiten
comprarlo. Tienen que vivir en casas de huéspedes, y pueden vivir allí con la
condición (tienen que firmar un documento haciéndolo constar) de que
puedan ser arrojados de ella dándoles cinco días de término, en cualquier
momento.
Las
compañías se asocian y encarecen artificialmente el carbón aquí, y en Pensylvania hacen artificial mente
escaso el trabajo. Ahora bien, ¿por qué
esos mineros que la mitad del tiempo trabajan en las minas no han de cavar la
tierra y extraer el carbón para ellos mismos? (Aplausos.) ¿Quién ha hecho ese
carbón? No hay más que
una respuesta. Dios hizo ese carbón.¿Para quién lo hizo? Hasta un niño o un
loco dirán que Dios lo hizo para los seres que algún día vinieran a esta
tierra. [Aplausos.) Pero las leyes de Pensylvania, lo mismo que las de Nueva
York, contestan que Dios hizo ese carbón para unos cuantos individuos; y así,
unos cuantos hombres tienen la facultad de privar de trabajo a los mineros y
hacer el carbón artificialmente caro.(Aplausos.)
Hace
unas cuantas semanas, viajando yo por lllinois
al pasar por una de las ciudades mineras entró un joven en el vagón en
que yo iba, y a poco empezamos a hablar. Me dijo que iba a otro punto para
tratar de encontrar trabajo. Me enteró de las condiciones en que estaban los
mineros, ganando apenas para poder vivir por ser los jornales muy cortos y
estar la mitad del tiempo sin trabajo. Le dije: «Hay bastante carbón en el
suelo, ¿por qué no trabajan ustedes en recogerlo? Me contestó: “Hicimos una
compañía cooperativa y fuimos a ver al propietario del terreno para preguntarle
lo que nos cobraría por dejamos cavar una hoya y extraer algún carbón de ella.
Quería $ 7.500 al año. No podíamos reunir tanto. Implantad el impuesto sobre el
valor total
de la tierra” y, agrego yo, ¿por cuánto tiempo podrán aún subsistir esos
perros del hortelano para retener esas tierras en su poder? Y cuando todo el
hombre que quiera trabajar pueda encontrar trabajo, entonces no habrá, ni un
millón, ni miles de ellos sin empleo en los Estados Unidos. (Aplausos.)
La
relación del que emplea con el empleado es una relación de conveniencia. No
está impuesta por el orden natural. Los hombres vienen al mundo con el poder de
emplearse a sí mismos y pueden emplearse así mismos en dondequiera que las
oportunidades de empleo no les son substraídas. Ningún hombre tiene un derecho
natural de pedir empleo a otro, pero cada hombre tiene un derecho natural, un
derecho inalienable, un
derecho otorgado por su Creador, para reclamar la oportunidad de emplearse a sí
mismo. (Grandes aplausos.)
Y
siempre que ese derecho sea reconocido, siempre que el hombre que quiere
trabajar pueda encontrar las oportunidades naturales para el trabajo, entonces
habrá tanta competencia entre los patronos, que estarán ansiosos por tener
hombres que trabajen para ellos, como lo habrá entre los hombres ansiosos de
encontrar trabajo. Los jornales se elevarán en todos los oficios a su justo
valor, al completo y honrado salario del trabajo. Hecho esto, a expensas de ese
fondo social, siempre en aumento, la pobreza será abolida, y dentro de poco se
la mirará como ahora empezamos a considerar la esclavitud, como reliquia de una
época más obscura e ignorante. (Grandes aplausos.)
Yo
recuerdo- este señor recuerda - (volviéndose a uno de los presentes, mister
Kedpath), aún mejor que yo, porque fue uno de los hombres que expusieron las
atrocidades de la esclavitud humana al corazón y a la conciencia de los del
Norte; yo bien recuerdo, como él sabe y como los hombres y las mujeres más
ancianos de esta
asamblea recordarán, cómo la propiedad de carne y de la sangre humana se
defendía lo mismo que se defiende hoy la propiedad privada de la tierra; cómo
arrojaban los mismos cargos sobre los hombres que protestaban contra la
esclavitud humana que ahora se hacen contra los hombres que intentan abolir la
esclavitud industrial. (Aplausos.)
Recordamos
cómo las dignidades eclesiásticas y la opinión de los feligreses ricos tachaban
de perturbador, casi de ultrajador de la religión, a cualquier sacerdote o
ministro que se atrevieran a levantarse para mantener la verdad de Dios: que
nunca hubo ni nunca pudo haber en justicia la propiedad sobre la carne y la
sangre humanas. (Aplausos.) Del mismo modo se dice ahora que los hombres que
protestan contra este sistema, que es sencillamente otra forma de esclavitud,
son hombres que proponen el robo. De este modo del mandamiento «No hurtarás»,
han hecho, «No te opondrás al hurto».
Cuando
proponemos reasumir otra vez lo que nos pertenece, cuando proponemos asegurar su derecho natural
a cada niño que nace, esa gente habla de
nosotros como si abogásemos por la crucifixión y nos acusan de negar los
derechos de la propiedad. La verdad es
que lo que deseamos es mantener los derechos justos de propiedad,
que lo que deseamos es impedir el latrocinio.(Aplausos.)
La
esclavitud corporal implicaba el robo de la peor especie. Ese sistema que hacía
de los seres humanos una propiedad, que permitía a un hombre que vendiese a
otro, que consentía que un hombre se llevase los productos del trabajo de otro,
que permitía separar de su madre un niño y abolida, y dentro de poco se la mirará como ahora
empezamos a considerar la esclavitud, como reliquia de una época más obscura e
ignorante. (Grandes aplausos.)
Cuando
proponemos reasumir otra vez lo que nos pertenece, cuando proponemos asegurar
su derecho natural a cada niño que nace, esa gente habla de nosotros como si
abogásemos por la crucificación y nos acusan de negar los derechos de la
propiedad. La verdad es que lo que
deseamos es mantener los derechos justos de propiedad,
que lo que deseamos es impedir el latrocinio.(Aplausos.)
La
esclavitud corporal implicaba el robo de la peor especie. Ese sistema que hacía
de los seres humanos
una
propiedad, que permitía a un hombre que vendiese a otro, que consentía que un
hombre se llevase los productos del trabajo de otro, que permitía separar de su
madre un niño y de renta, ¿de dónde proviene? Todas las cosas que he mencionado
son producto del trabajo humano. Alguien ha tenidoque trabajar en ellas. Cuando
el hombre que no trabaja puede adquirirlas, necesariamente 1os hombres que trabajan para producirlas
tienen que tener menos de lo que debieran tener. (Aplausos.)
Tenemos
un gran combate y un rudo combate ante nosotros. Es posible, probable, que
muchos de nosotros no lleguemos a ver el triunfo. ¿Pero qué importa? Es un
privilegio el comprometerse en una lucha semejante. Podemos estar seguros de
que esto no es sino una parte de esa lucha universal y dilatada en la que se
han comprometido el justo y el bueno, y de que nosotros, tomando parte en ella,
estamos haciendo algo en nuestros humildes medios para traer a la tierra el
reino de Dios, para hacer que las condiciones de la vida de aquellos que vengan
después sean aquellas que confiamos prevalecerán en el cielo. (Aplausos
prolongados.)
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MEDITACIÓN EN LA SEMANA SANTA DEL AÑO ELECTORAL
Durante la
campaña electoral para la intendencia de la Ciudad de Nueva York el domingo 8
de mayo de 1897, el candidato a gobernador HENRY GEORGE pronunció el discurso que se reproduce más abajo, Mostró
en forma clara y sencilla que la
principal causa de la injusticia social
imperante era el derecho positivo
existente , originado en la Roma Antigua
y contrario a los principios judeo-cristianos contenidos en los
Mandamientos y el Evangelio de Cristo.
Los argentinos
afrontamos en este año 2015 la
responsabilidad civica de elegir de modo democrático un nuevo gobierno. Renace
la exhortación que un siglo atrás nos dirigiera el presidente
Roque Saenz Peña ¡Sepa el pueblo votar!. Este saber requiere algo más que
conocer el nombre de los candidatos y sus proyectos puntuales. Exige – más allá del partido politico con el
que cada uno simpatice – que todos sepamos que la cuestión principal pasa por
una reforma del sistema impositivo. Las centrales obreras intuyen lo inmoral
que es el “impuesto a las ganancias”, en realidad “rapiña al imgreso” de todos
los trabajadores sin distinción de clase y por ello con justicia paran sus
actividades.
La Argentina
toda, sin excepción, demanda una radical reducción de los impuestos al trabajo, la producción y el
consumo. Estas no son fuentes legitimas para solventar el gasto público. La
básica y real fuente de ingresos de un gobierno democratico para hombres libres
con justicia social es la recaudación de
la renta de la tierra. Este fue el ideal
economico de la Revolución de Mayo, el mandato recogido por los autores de la Constitución Nacional, aun vigente, el ideal
democratico que inspìrara al radicalismo de 1890 y, finalmente, lo prometido por el candidato del naciente
moviendo de la clase trabajadora, Juan Domingo Peron durante su campaña del año 1945.
Ha llegado una
nueva ocasión para concretar la liberación moral y económica de los argentinos.
Con ese fin damos a conocer aquel señero discurso del reformador social, Henry
George.
Hector
Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA