(Fragmento del discurso pronunciado por Henry George
durante su campaña política ante un multitudinario público
reunido en la ciudad de Nueva York el domingo 8 de mayo
del año 1887, editado en sus obras completas con el título
¡No robarás! Traducido por Baldomero Argente)
La pobreza es evitable en el mundo y en nuestra civilización.
Hecha por las leyes del Creador, hay una provisión
que aseguraría a los desheredados todo aquello que pudieran
necesitar y que daría lo suficiente, y más de lo suficiente para
todos los fines sociales. Estos niños que están muriendo en
nuestros barrios atestados, por falta de espacio y de aire
puro, son los herederos desheredados de una gran hacienda.
¿Habéis considerado alguna vez todo lo que significa el
hecho señalado de que mientras el progreso avanza y la
población aumenta y la civilización se desarrolla lo único que
siempre aumenta en valor es la tierra? Por todo el país los
especuladores aprecian esto. Por donde quiera que haya un
indicio de que la tierra se pueble; por doquiera se cruzan los
caminos de hierro, o una gran ciudad tiende a aumentarse;
por doquiera se descubre una nueva prueba de la munificencia
del Creador, bien sea una mina abundante de carbón o de
hierro, o un pozo de petróleo o un depósito de gas, allí
se precipita el especulador, la tierra aumenta de valor y se
promueve una gran porfía y hay hombres que se encuentran
enormemente ricos sin haber tenido que hacer la menor cosa
para producir la riqueza.
Ahora bien, es por virtud de una ley natural por lo que la
tierra aumenta constantemente de valor; por lo que la población
lo acrecienta; por lo que los inventos lo aumentan; por
lo que el descubrimiento de cada prueba más de la bondad del
Creador en los bienes que Él ha implantado en la tierra para
nuestro uso, aumenta el valor de la tierra, pero no el valor
de ninguna otra cosa . Este hecho natural se efectúa por virtud
de una ley natural, una ley que es tan del Creador como
la de gravitación.
¿Cuál es el propósito de esta ley? ¿No hay en ella un
medio de proveer a las necesidades sociales? Que
la tierra aumente el valor al mismo tiempo que la comunidad
aumenta y crecen las necesidades usuales, ¿no es una provisión
clara para las necesidades sociales, un fondo perteneciente
a la sociedad como un capital con el que podemos
atender a la viuda y al huérfano, y a aquellos que caen en el
camino, con el que podemos proveer a la cultura pública, hacer
frente a los gastos generales y hacer todas las cosas que
una civilización progresiva hace más y más necesario para
que la sociedad lo lleve a cabo en beneficio de sus individuos?
(Grandes aplausos.)
Hoy el valor de la tierra en la ciudad de Nueva York es
de más de cien millones al año. ¿Quién ha creado ese
valor? ¿Es porque hay aquí unos pocos propietarios por
lo que esa tierra está valuada en cien millones anuales?¿No
es porque está aquí toda la población de Nueva York? ¿No
es porque esta gran ciudad es el centro de negocios para
una gran parte del continente? Cada niño que nace, cada
persona que viene a establecerse en Nueva York, ¿no
aumenta el valor de esta tierra? ¿No deberá, por lo tanto,
obtener alguna parte del beneficio? ¿Y no se le perjudica
cuando, en vez de usarle con ese fin, se les consiente a algunos
individuos privilegiados que se la apropien? (Aplausos.}
Podríamos tomar este inmenso capital para las necesidades
comunes, podríamos hacer aquí con él una ciudad
como no se ha visto antes en el mundo, una ciudad
espaciosa, limpia, saludable, hermosa; una ciudad que estuviese
llena de parques; Una ciudad sin casas de alquiler;
una ciudad que tuviese los medios de comunicación propios,
caminos de hierro que llevasen a las gentes a treinta
o cuarenta millas del centro de la ciudad en media hora,
que se pudieran tomar de balde como los ascensores en
nuestros grandes edificios; una ciudad con grandes Museos
y librerías públicas, y gimnasios y casinos, pagado todo de
los fondos públicos y no por donación de ciudadanos ricos.
(Aplausos.)
Podríamos dar de este capital tan grande, y en
su propio derecho, a la viuda y al huérfano y asegurar a
cada habitante de esta gran ciudad, que si se muriera su
mujer y sus hijos no se verían en la necesidad, no se verían
humillados por la caridad, sino que en uso de su propio
derecho, como miembros de una sociedad rica, como coherederos
de unos bienes cuantiosos, tendrían lo suficiente
para vivir. (Aplausos.]
Y podríamos hacer todo esto, no sólo sin imponer
una contribución sobre la producción, no
sólo sin menoscabar los justos derechos de la propiedad,
sino asegurando al mismo tiempo mucho mejor que ahora
los derechos de la propiedad y aboliendo los impuestos que
ahora pesan sobre la producción. No tenemos más que
eliminar nuestros impuestos sobre las cosas que produce
la gente, cesando de multar a un hombre que tiene una
casa o hace algo con que añade riqueza a la comunidad;
dejando de imponer contribuciones a las gentes que traen
bienes del extranjero, o que se enriquecen en el país,
concentrando todos nuestros tributos sobre el valor de la tierra,
para recoger esa enorme renta, debida al progreso de la
comunidad para el beneficio de la comunidad que la produce.
(Aplausos.)
El Dr. Nulty, obispo de Mearh, ha dicho en una carta
dirigida al clero y a los seglares de su diócesis que este don
del Creador, esta previsión por la que, a medida que crece
la población aumenta el valor de la tierra, le parece a él la
más hermosa de las combinaciones sociales, y a mí eso me
parece que es lo que más claramente demuestra la liberalidad,
al mismo tiempo que la inteligencia del espíritu del Creador.
Porque aquí hay una provisión, por virtud de la cual el
avance de la civilización sería, bajo la ley de la justicia
imparcial, un adelanto hacia la igualdad, en vez de ser, como
ahora es, un avance hacia una cada vez mayor y más monstruosa
desigualdad. (Aplausos.)
El mismo buen obispo católico, en esa carta, dice:
«Ahora, por esta razón, la tierra de cada nación es
la propiedad común de los habitantes de esa
nación, porque su verdadero propietario, el Creador, que es
quien la hizo, les ha hecho voluntariamente don de ella. Él
ha dado la tierra a los hijos de los hombres. Y como todo ser
humano es una criatura y un hijo de Dios, y como todas
sus criaturas son iguales ante sus ojos, todo convenio
acerca de la tierra de ésta o de cualquier otra ciudad, que
excluya a los más humildes de su parte igual en la herencia
común, es no sólo una injuria y un daño hecho a ese hombre,
sino una violación impía de la intención clemente de su Creador.
JUICIOS SOBRE HENRY GEORGE (1839-1896)
Albert Einstein: “Hombres como Henry George desafortunadamente son muy pocos. No es posible imaginarse una más bella combinación de agudeza intelectual, forma literaria y ferviente amor a la justicia”Franklin D.Roosevelt: “Henry George fue realmente uno de los grandes pensadores que ha producido nuestra nación. Deseo que sus escritos sean mejor conocidos y más claramente comprendidos”Leon Tolstoi:”La gente no contradice las enseñanzas de Henry George. Simplemente las desconoce. Aquellos que llegan a comprenderlas no pueden menos que estar de acuerdo con ellas”