ANTES
DE VOTAR LEA A HENRY GEORGE
Héctor Sandler, profesor consulto,
Derecho, UBA
Estamos en las
vísperas de la elección más importante para toda sociedad que haya decidido
gobernarse mediante el sistema democrático.
Son las elecciones
realizadas para designar a los “representantes del pueblo”, las denominadas
llamadas “elecciones intermedias”, bien nombradas si se alude a que se alternan
cada dos años, mal nombradas cuando se las considera solo “preparatorias” de otra que le sigue, a las que hoy entre nosotros se tiene por
“decisiva”: La elección presidencial. Rémora
de la época del caudillismo. Considerarla de este último modo es un error de
sensibilidad política democrática.
La elección de
legisladores se realiza para forjar el más democrático de lo tres poderes en el
gobierno republicano, pues ese cuerpo es el que dicta las “leyes” constitutivas
de la vida social.
Las elecciones
presidenciales se practican, en cambio,
solo para elegir a una única persona para que asuma la tarea de “ejecutar las leyes dictadas por el Congreso.
Así debe ser; pero de hecho no es así en la Argentina de hoy. Mala
señal.
Antecedentes
del excesivo poder del Ejecutivo en nuestro país
La importancia in crescendo que ha adquirido la “Presidencia de la Nacion” (cuyo poder es solo para “ejecutar” las leyes que
el congreso dicta) tiene raíces muy profundas, a las que debemos superar. En
todos los ámbitos de la vida argentina pesa la herencia de un lastre de casi
tres siglos de “gobiernos estilo monárquico”. Son los siglos previos a la Revolución
de Mayo(1510/1810). A este tiempo se debe sumar la época de la dictadura de
caudillos, primer “sistema monárquico vernáculo” (1830/1853).
Este lejano origen
del orden político tipo monárquico
(gobierno de una sola persona, dictador o caudillo) cubre la mayor parte de la
historia argentina: casi 300 años sobre 400. Solo gracias al ideario de los
patriotas de Mayo y la claridad y
firmeza de la joven generación de 1837, inspiradora y creadora de la Constitución
Nacional en 1853, fue posible ingresar al mundo de la libertad y la democracia.
Sostener que “gobernar es poblar” (Alberdi)
es dar firme cuerpo material al país moderno. Se lo hizo mediante una generosa
invitación a “todos los hombres
del mundo que quieran a habitar el suelo argentino” . Esta invitación, por
fortuna, fue contestada con el efectivo ingreso de millones de
inmigrantes. Son la mayoría de nuestros abuelos.
Estas millones de
familias se asentaron en nuestro país porque se les aseguraba un sistema liberal para trabajar y consumir.
Pero los gobernantes de fin de Siglo XIX no repararon (o no pudieron
reparar) en que si bien se invitaba a
esos millones de trabajadores a
participar en un orden económico de trafico fundado en la libertad individual
(art.14,15,16 y 17 de la CN) , ellos debían hacerlo sobre un territorio al que solo se podía acceder según el derecho
de propiedad romano: tomado del derecho de la Roma Antigua (Párrafo 5, de
la nota (a) al Titulo IV del Código Civil).
Del
vertiginoso poblamiento a la etapa de conflictos permanentes
Los dirigentes políticos
de fin del Siglo XIX no vieron (o no quisieron ver) que los anhelados derechos civiles, económicos y políticos que la Constitución prometía a
cada recién llegado, iban a ser contradichos por los derechos ya logrados
de una menuda pero poderosa oligarquía
terrateniente. La misma que los
invitaba a trabajar en nuestro país.
El vertiginoso poblamiento ocurrió y gracias a la tierra
barata y la inexistencia de impuestos internos. Así emergió rampante la lucida época denominada de
“notable progreso”. De brillante progreso desde 1860 a1910.
La Argentina fue
admirada en el mundo y considerado el país con más posibilidades de emular e incluso superar el ritmo de
crecimiento de los Estados Unidos de Norteamérica. Pero la legislación romana
insertada en el Código Civil contra la liberal Constitución de 1853, comenzó
por frustrar tempranamente las esperanzas.
Frenó la inmigración masiva a principios del Siglo XX y la paralizó
desde la mitad de este siglo hasta hoy.
En su lugar a partir de los 1950, la Argentina ha pasado a drenar nativos hacia el exterior, en busca de un porvenir
que en su patria no pueden lograr. Estos
cambios generaron conflictos
sociales premonitorios (crisis de 1890, incidentes en Plaza Lorea en 1904, la
huelga de inquilinos en 1907, el Grito de Alcorta en 1912, la Semana Trágica en
1919 y los fusilamientos en la Patagonia Rebelde en 1921)
Las
leyes pueden arruinar a un pueblo
Estos dramas sociales
y la manifiesta una tendencia crónica hacia
“endeudamiento interno y externo” fueron jalones que probaban a la
claras el “desajuste” que tenia que producirse entre dos derechos subjetivos: el
liberal derecho a trabajar donde guste
con derecho a ser dueño del fruto de su trabajo, por un lado y, por el otro, y el oligárquico
derecho romano sobre la tierra, que permite a su propietario ser señor del
destino de los trabajadores.
Esta dupla fue
constituida por dos contradictorios ordenamientos legales: el sistema de derecho de obligaciones y el
de derechos de propiedad establecidos
por el Código Civil de 1869. Esta dupla, no corregida mediante un adecuado
sistema de recursos fiscales, habría de ser (y lo es aun en la actualidad)
la principal y originaria causa de
crecientes confrontaciones sociales, conflictos abiertos y, a la vez, propuestas de variados remedios.
Para colmo, en 1932,
ante la necesidad de establecer un sistema de recursos fiscales, mermados entonces
por el proteccionismo establecido en Europa,
en lugar establecer uno correcto (recuperación de la plus valía del suelo) , se opto por el
peor: sostener el gasto público con
impuestos aplicados al trabajo, a la producción y el consumo. Para colmo si
estos recursos antisociales no alcanzaban, se comenzó a recurrir a los empréstitos
internos y externos y, cuando estos escasearon, se apelo a la emisión lisa y
llana de moneda, La inflación monetaria se
convirtió en la hidra destructiva de la economía argentina. La crónica inflación monetaria domina en la Argentina desde 1943.
Este veneno no solo impide el
crecimiento y desarrollo armónicos sino que destruye las relaciones sociales y
mina la moral de todas las personas.
Un
proyecto frustrado
El único sano y
adecuado remedio al sistema establecido por el Código Civil fue tempranamente
presentado por el notable presidente Roque Sáenz Peña en 1914. Conciente de la
urgente necesidad de satisfacer los reclamos populares por una democracia política, envió al Congreso
un proyecto de ley según el cual los mandatarios en la esfera legislativa y del
poder ejecutivo fueran electos por el voto de los ciudadanos. He aquí la base de la democracia política.
Sáenz Peña era conciente
que el buen funcionamiento de la democracia política exige la democracia económica en la base misma del
orden económico. Requiere un parejo derecho de acceso a la tierra y
librar de impuestos permanentes al fruto
del trabajo y la inversión de los ahorros..
Consecuente
con su pensar, junto con el proyecto electoral asegurando el derecho al voto,
envió otro proyecto de ley a la Cámara de Diputados. Este proyecto creaba como primera base
del tesoro público el “impuesto a la
tierra libre de mejoras” en todo el territorio nacional.
La aprobación del
primer proyecto y el entierro del segundo sellaron la etapa de “buena suerte”
de la republica y abrió otra dominada por la “mala suerte”. Desde entonces se
inicio la decadencia en todos los órdenes de la vida social argentina. Hubo “décadas”
de relativa prosperidad, seguidas por otras de franca decadencia, matizadas por
abiertos quiebres de las instituciones, las costumbres y la moral social. No es
extraño que como en la
Antigua Roma los hechos llevaran a la sistemática violación
de los “derechos humanos” por parte de todos los involucrados en la pugna
social.
La
decadencia crónica
Observando los
últimos 100 años de la Argentina dentro en los diversos campos de la vida
privada y pública, nacional e internacional, se concluye que llevamos casi un
siglo de decadencia.
En esos 100 años
muchas cosas constitutivas de la vida social han sido cambiadas en nuestro país.
Y lo fueron, como causa directa, por
obra de miles de leyes dictadas con la intención de volver a la ruta del
“rutilante progreso inicial”.
La paradoja es digna
de ser recordada. Para destacarnos en el mundo entero y ser el hábitat para millones de personas, entre
1862 y 1930 bastaron 262 leyes de contenido económico. Desde 1930 a la fecha, la cantidad
de leyes para “ordenar la economía” (con total fracaso), supera la cantidad de 10.000 leyes. Prueba
evidente que no se ha dado en el clavo. En algo esencial para constituir por ley el orden económico dispuesto por la Constitución.
Descubriendo
el camino hacia la prosperidad
El fragmento que
abajo se transcribe es parte de un libro que fue best seller a fin del siglo XIX, en especial en los años en que el
presidente Sáenz Peña regia la republica. Nada aventurado es sostener que la
doctrina contenida en esa obra fuera conocida – directa o indirectamente - por Sáenz Peña. No hubiera sido el único
estadista en el mundo ni el único político en la Argentina que conociera los orígenes
de la fisiocracia y las propuestas
del Single tax auspiciadas por los
seguidores de esa doctrina. Hasta el año 1914 el libro “Progreso y Miseria” de Henry George era un best seller, leido desde Wiston Churchill a Sut Yan Sen. Fue la insensata y terrible guerra europea
de 1914/18 y el “nuevo orden” de ella derivado (fascismo, comunismo y nacionalsocialismo,
incluso el “New Deal” americano), el que sumió en el olvido el sistema de recursos
para el gobierno propuesto por Henry
George.
Si
queremos democracia política debemos establecer la democracia económica
El firme restablecimiento de la Argentina exige remozar
el sentido material de la democracia. Esto es, ordenar nuestra economía
apelando a la libre iniciativa individual, con igualdad de oportunidades de
acceso a la tierra, para dar pie a la necesaria fraternidad social.
Frente a las próximas
elecciones para elegir diputados y senadores debemos otorgar un mayor sentido e
importancia material al voto ciudadano. Con ese fin sugerimos leer con atención
Progreso y Miseria de Henry George.
Quienes conozcan sus principios morales y bases teóricas reconocerán en el acto
que es la doctrina política económica que sirve a nuestra doctrina constitucional
originaria. Esta es la plataforma irrenunciable para establecer una firme
democracia que de lugar a la prosperidad general fundada en el trabajo y la
inversión de capital real.
Este blog
pone a libre disposición de todos sus lectores el afamado libro de George. Basta
que lo soliciten dando su dirección por Email.
Con un poco de
atención todo lector de buena fe encontrara en este tratado, de fácil
comprensión, no solo una explicación de
las causas materiales de nuestra crónica decadencia sino también las ideas básicas
necesarias para construir un orden social que habilite a todos los ciudadanos a
vivir de su trabajo y permita a la sociedad contar con los recursos necesarios
para una buena oferta de bienes públicos.
Buenos Aires, 9 de
julio de 2013, Aniversario de nuestra Independencia.
Progreso
y Miseria
(Fragmento
del Capitulo I del libro
de
Henry George)
La
asociación de la pobreza con el progreso es el gran
enigma
de nuestro tiempo. Es el hecho central del cual
dimanan
las dificultades económicas, sociales y políticas
que
tienen perplejo al mundo y contra las cuales el arte de
gobernar,
la beneficencia y la enseñanza luchan en vano.
De
él vienen las nubes que amenazan el porvenir de las
`Naciones
más progresivas y seguras de sí mismas. Es el
Enigma
que la esfinge del destino plantea a nuestra
Civilización,
so pena de ser destruida.
Mientras
todo el aumento de la riqueza producida por el
progreso
científico, tecnológico, político y social vaya
sólo
a formar grandes fortunas, a aumentar el lujo y
acentuar
el contraste entre la Casa
de la Opulencia
y la
Casa
de la Privación,
el progreso no es real ni puede ser
permanente.
A
pesar de su capital importancia y de llamar
universal
y dolorosamente la atención, esta cuestión carece
para
el dominio general de una solución que explique todos
los
hechos y señale un remedio claro y sencillo. Prueba esto
los
diversísimos intentos de explicar las crisis de la producción.
No
sólo muestran una divergencia entre los pareceres populares y
las
teorías científicas, sino también que la coincidencia que
debería
haber entre los adeptos a las mismas teorías
generales
pronto se disgrega, ante las cuestiones prácticas,
para
ser sustituida por en una anarquía de opiniones.
Las
ideas de considerar inevitable el
conflicto entre el capital y el
trabajo,
el considerar destructivo de puestos de trabajo al avance
tecnológico,
el sostener como necesario restringir la competencia
y
abolir el interés del capital, el el
argüir que se crea riqueza emitiendo
dinero,
el afirmar que es deber del gobierno el proporcionar capital o
trabajo,
son ideas que hoy se abren paso
rápidamente entre la gran
masa
del pueblo. Porque el pueblo trabajador sufre por la situación
economica ,
presiente que una radical
injusticia social es la
causante
de su padecer y ansiosamente recepta propuestas que
se
le hacen para poner fin a ella.
Las
explicaciones y respuestas corrientes
ponen a las
grandes
multitudes, depositarias de la fuerza política democratica,
en
manos de charlatanes y demagogos. Tales
explicaciones
están
cargadas de peligros. Pero no pueden ser
combatidas
con
éxito mientras quienes cultivan la
ciencia actual de la
Economía
Política
no dén una respuesta capaz de imponerse por sí misma,
por
su claridad y sencillez a las percepciones de las grandes
muchedumbres.
Incumbe
a una verdadera Economía Política dar esta respuesta.
La Economía Política
no puede ser un conjunto de dogmas. Ha de
Ser
la explicación de un conjunto de hechos. Es la ciencia
que
tras la observación directa de la
sucesión de ciertos
fenómenos
y sin prejuicios ideologicos , procura
hallar relaciones
mutuas
entre ellos y reconocerla causa y el efecto, del mismo
modo
que las ciencias físicas tratan de hacerlo en los fenómenos
de
la naturaleza.
La
nueva ciencia de la Economia Politica
ha de poner sus cimientos
sobre
terreno firme. Las premisas de donde saca sus conclusiones
han
de ser verdades visibles por sí mismas; axiomas que
todos
reconocemos si necesidad de especial educación.
Solo
sobre ellas que podemos cimentar con certeza los
razonamientos
y acciones de la vida diaria.
Que
el hombre procura satisfacer sus deseos con el mínimo esfuerzo
es
un hecho vividamente sentido por todos y cada uno de los seres
humanos.
Partiendo de tan segura base hay que desarrollar
la
ciencia de la
Economía Politica como base y metro
a
las políticas económicas. En este sentido es una ciencia
tan
exacta como la geometría. Ésta parte de análogas
verdades
relativas al espacio y saca conclusiones por medios
parecidos;
y sus conclusiones, cuando sean válidas, han de
ser
igualmente claras de por si.
Y
aunque en el campo de la
Economía Política no podemos
probar
nuestras teorías con experimentos
provocados artificialmente,
como
se puede hacer en algunas otras ciencias, podemos,
no
obstante, emplear comprobaciones no menos concluyentes,
comparando
sociedades en las cuales existen condiciones
diferentes
o separando,cambiando, adicionando o eliminando
con
la imaginaciónfuerzas o factores de dirección conocida.
Que
la Economía Política,
como ahora se enseña, no
explique
de acuerdo con las más arraigadas percepciones
humanas
la persistencia de la pobreza en medio de la
creciente
riqueza; que las verdades indiscutibles que
enseña
estén inconexas y dispersas; que no haya
logrado
difundirse en el pensamiento popular,
se debe, a
mi
juicio, no a incapacidad de la ciencia cuando se estudia
como
es debido, sino a algún paso en falso en sus premisas
o
algún factor olvidado en sus apreciaciones.
Y
como, por respeto a la autoridad, se suele disimular estas
equivocaciones,
me propongo en esta indagación no hacer
ninguna
concesión. Me propongo no esquivar ningún
problema,
no retroceder ante ninguna conclusión, sino
seguir
la verdad a dondequiera que nos lleve.
Y
si las conclusiones obtenidas van contra nuestros
prejuicios,
no desistamos. Si impugnan instituciones
mucho
tiempo tenidas por prudentes y naturales, no retrocedamos,
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