SOBRE EL
CUIDADO DE LA CASA COMUN
Hector
Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA
1. De la Laudato, Sí. El Papa Francisco
acaba de publicar una muy completa carta encíclica que comienza con palabras de “alabanza al Señor” , que eso significa LAUDATO, SI’.
Con este nombre pasará a ser recordada
de aquí en adelante. Sin embargo no es esta
una alabanza general sino una específica. Lo aclara el santo Padre en
sus primeras palabras al decir: « Alabado
seas, mi Señor », cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico – agrega
- nos recordaba que nuestra casa común es
también como una hermana, con la
cual compartimos la existencia, y como una
madre bella que nos acoge entre sus brazos.
Destacar
la hermandad entre todo lo creado por
Dios es el nervio de esta encíclica. Y Francisco con sobrada razón y múltiples
motivos nos lo recuerda en un tiempo
como el actual en que los más variados
conflictos se dan entre los hombres, entre las sociedades que ellos forman y de
ambos a su manera con la naturaleza, hermana
y madre a la vez de todos nosotros. Vale la pena reescribir aquí el título
completo de la encíclica LAUDATO SI’ del santo padre Francisco “Sobre
el Cuidado de la Casa Común”.
2. El cuidado de la “casa común” es cosa importante. Para todo lo creado; pero es decisiva para la constitución de la
sociedad humana, de cuya constitución depende
la posibilidad y perfeccionamiento que en este mundo ha de lograr la vida de todos y cada individuo como tal. El
Papa Francisco trata varios temas para atender al
cuidado de la “casa común”. Nosotros – a los efectos de comprender y poner de relieve el vasto alcance del mensaje del
Santo Padre nos detendremos en dos
principales parágrafos de la encíclica
en cuanto se refiere a la
cuestión de la oikonomía necesaria y
adecuada al ser humano. Es de gran
significación nosotros por dos razones: 1) Porque los argentinos una vez hemos
ensayado , al comienzo de la gestación
de nuestra patria, un modo de lograrlo: la Ley de Enfiteusis de 1826. Primera en el mundo moderno sobre este delicado asunto
, plenamente ajustada a la moral
cristiana y creada para regir las relaciones de los hombres entre sí sobre la
base de una recta relación de todos ellos con el don de Dios, la tierra. 2) Porque aquel impulso fundacional,
inspirado por sentimientos semejantes al de Francisco, adquirió valor de norma
fundamental en la Constitucion de 1853/60, aun vigente en este punto esencial .
3. Del trato al oikos. En
griego la palabra griega oikos
significa “casa”, y ha sido raíz de varios sustantivos compuestos. Aristóteles
la usó en la voz “oikonomia” para exponer sobre la “administración de la casa” doméstica. Al promediar el Siglo XVIII
los fisiócratas franceses –
inspiradores de nuestros patriotas de Mayo - echaron los cimientos para una
nueva ley a fin de constituir un buen
orden social sobre la base de una efectiva la casa común. El gran cambio consistió
en dejar de atender a la “casa
doméstica” para dedicar el esfuerzo a
inventar cómo debía ser “la casa de un pueblo” para que fuera la
casa igual para todos sus hijos presentes y por venir. Habriamos de ser una sociedad
plural, con múltiple contenidos e intereses , acotada por una singular fuerza espiritual en la tarea de usar
los recursos naturales de este mundo. Por el Siglo XVI emergieron los países políticamente soberanos.
La “casa” se había ampliado. Eran
necesarios nuevos conocimientos para
dictar las “normas” (nomos) a seguir
para mantenerla arreglada. Era menester
contar con el saber adecuado para
mantener el orden en la nueva casa. Un saber antes dado por sabido – aquello
que se hace porque es lo que siempre se ha hecho - habría de ser reemplazado por un nuevo
saber: pensado sobre principios y
realidades.
Este nuevo saber fruto
del alma conciente que emerge desde el Siglo XVIII , recibió el nombre de “economía política” . Se trataba de contar con un conocimiento
adecuado para ordenar la nueva y amplia casa: la polis moderna, constituida por una sociedad heterogénea y pluralista. A partir de este nuevo saber objetivo sería posible – ante los variables problemas
prácticos de la vida social -
diseñar para cada momento y lugar la adecuada solución. Al conocimiento modélico
de la economía de las sociedades humanas (economía
politica clasica ) le siguió la exposición de las reglas del arte para la
marcha de una buena economia para la sociedad. Este arte de base cientifica fue
la “política
económica”
3. Del
conocimiento para el uso del oikos . A comienzos del siglo XX el hombre no había despegado de la
superficie terrestre, ni descubierto siquiera la inmensa amplitud de la “casa del hombre”. Cada pueblo
arreglaba su casa sin más preocupación que la tenida por los intereses de la
suya propia, ignorando los de la casa ajena
cuando no lucrando de ellas. Esta
despreocupación por la suerte de la casa
ajena y la extrema preocupación por la propia
habría de teñir de sangre a la modernidad durante los siglo XIX y
XX. Las cruentas guerras mundiales ocurridas en éstos
siglos y los genocidios cometidos en el
último fueron en alto grado consecuencias de un cambio sobre el grado el contenido de la “economia
politica” y la técnica de ella derivada, la política económica. Un arrasador espíritu materialista cambió su
sentido, sus métodos y sus fines, a tal punto que llevó al cambio mismo de su nombre. De
conocimiento para actuar conforme a los designios de Dios para con la
naturaleza y los hombres en este mundo
material , pasó a ser una ciencia
positiva en vista a fines concretos ajenos a la posición del hombre en el
Cosmos. A semejanza de las ciencias de la naturaleza su fin sería
el conocimiento para construir un nuevo oikos para el hombre. El modelo materialista desarrollado con gran éxito
por las ciencias de lo físico material , ocupadas de todo aquello que se puede
medir, pesar y contar, impactó en el
campo de la economía humana . La economía
política como saber fue desplazada por
una ciencia de la economía, en
la que medir , contar y calcular matemáticamente el porvenir fue a partir de comienzos del Siglo XX su
talante dominante.
4. La reacción
contra la visón estrecha. Las graves
dificultades emergentes y el cada vez más visible peligro de la provocación de desordenes
generó a partir de mediados del Siglo XX un impulso destinado
precisar más y mejor los “derechos” de cada habitante y de cada sociedad
como así también la importancia de reconocer las “obligaciones”
ante Dios como rector de la evolución
tenida en vista por el Creador. Esta toma creciente de conciencia ha puesto en primera linea la necesidad de prestar atención a la comun
responsabilidad acerca de cómo ordenar
la “casa”, esta vez no solo de una
nacion sino la del conjunto formado por la “casa de todos “. No solo de todos
los hombres sino la de ellos y la de todos los seres vivientes en la Tierra. Y no solo para aquí y ahora sino para un
indiscernible pero prolongado futuro.
5. Necesitamos un nuevo saber. Comenzó entonces a cobrar fuerza la necesidad
de otra mirada. La necesidad de meditar
sobre el orden social que los hombres han de formar para satisfacer las
ineludibles necesidades materiales que su condición física les demanda. Este
sentimiento y toma de conciencia sobre
la irrenunciable responsabilidad del hombre presentó la necesidad de reemplazar
la noción de “economía” por la de “ecología”. Con este cambio se reconoce
la insuficiencia que importa el solo dictar normas (nomos)
para construir nuestra casa –
nacional o mundial. Que es necesario ahondar
para revelar “la lógica real” imperante
en la casa con que nos donara Dios. El
oicos es nuestra casa. Sabemos que de
ella hemos de vivir. Mas lo que ahora
sabemos (o recordamos haber sabido ) es que este oikos es la casa de todo ser
viviente de la Creación y que – por mandato de Dios – no solo hemos de vivir en
y de ella , sino que lo hemos de hacerlo de manera que la Creación siga el
curso pensado por Dios. No solo se
nos ha dado esta casa para vivir sino que se nos ha hecho custodios de ella, para todo hombre por venir y para todo ser
viviente que por obra de la Creación se nos ha confiado. Somos los novísimos
colaboradores de la obra del Dios de la
Creación. Esta nueva visión impulsa al
desarrollo de un nuevo saber , al que se ha denominado “ecología”.
Sin embargo se cometería un error si se pretende separar de este
conocimiento al conocimiento “económico”. Aquél no ha de ignorar a éste y éste debe incluir a aquél. Un buen y
acertado orden ecológico solo
puede desarrollarse a partir un mejor conocimiento del orden económico humano. Del que por causa de
las necesidades materiales es y el que por causa de la libertad
individual debe ser.
6. La
Constitución nacional argentina. Nuestra Constitución política fue lograda tras
duros conflictos internos. Un largo
período de guerras intestinas (1810-1851) precedió al establecimiento de los criterios que como cimientos
necesitaba la construcción de “casa común de los argentinos”. El
Preámbulo de esta Constitución es tan terminante como ignorado. Declara: 1) que
la Constitución fue dictada “invocando la
protección de Dios, fuente de toda razón y justicia” y 2) que lo fue no
solo para los escasos habitantes de entonces sino “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo
argentino”. Unidos ambos compromisos, era de esperar que nuestro país
fuera, como de hecho logró serlo por un corto tiempo (1860/1910) , la tierra de
leche y miel, réplica de la “Tierra prometida” , para millones de exiliados de
su patria deseosas de vivir libres y de su trabajo, todos fraternalmente.
7. La
transacción del Código Civil.
Nuestra historia social a partir de mediados del siglo XX, muestra que no hemos
acertado en la tarea de actualizar lo
ordenado por nuestra Constitución. Para construir la “casa común” ella
dispone empezar por construir “los cimientos para una nueva sociedad”: tierra
para trabajar y voluntad para trabajarla.
Con ese fin ordenó se dictara la ley que hiciera viable ambos objetivos:
un Código Civil. En cumplimiento formal de ese mandato en 1870 fue puesto en vigencia el actual
Código Civil. Debía asegurar un idéntico
derecho de acceso a la tierra, don de Dios, a favor de todos aquellos que
habitaran nuestro país para vivir de su trabajo. Norma no solo para
todas aquellas personas invitadas a poblar el país sino también para quienes ya eran residentes. Este mandato
constitucional tropezó con la materia social existente: la realidad
social preconstituida. El autor del
Código salvó los intereses encontrados
entre los residentes y los inmigrantes. Inventó una transacción
legal entre los intereses de los ya propietarios en tierras y el interés de cada uno de los que arribaran
al país deseando tierra para vivir de su trabajo. La “casa fue dramáticamente
dividida”. Al cumplirse el primer Centenario ( 1910),
más allá de los conflictos sociales secundarios de este desvío ocurrió
uno principal: “la casa argentina fue
muy dividida”. Una consecuencia
del desvío de los mandatos judeo-cristianos fue la emergencia de un conflicto radical . Cristo
nos había advertido que “Si un
reino está divido contra si mismo, no puede perdurar” (Mc.3:24) y repitió de modo claro que “Si
una casa esta dividida contra si misma, tal casa no puede perdurar” (Mc.
3:25 y Mt. 12:25). Toda vez que la tierra
es la casa material de la vida humana para todos en este mundo el nomos legal que se dicte ha
de asegurar el divino derecho de igual
acceso a la tierra para todos y cada uno facilitando de mil modos el concreto acceso a ella
para vivir y trabajar. La ley
positiva que cada sociedad se dicte para
sí con ese fin puede fracasar y con ello obstaculizar para la mayoría de los hombres el acceso al
otro mundo que Dios previó en cumplimiento de su arcana decisión (Apocalipsis
7:4). Elo Códigop Civil, sin proposito para
ello, nos puso en la senda que conduce al Apocalipsis social: los
constantes conflictos civiles. Conflictos que no solo se incrementan sino que
degeneran a todos los demas órdenes de la vida social. Al trabajo no sigue la
riqueza de los trabajadores; a la democracia politica no sigue el gobierno del pueblo;
a la enseñanza pública no sigue la cultura.
8. La
sabiduría de los relatos bíblicos en la epístola de Fracisco . El El Papa
Francisco en la encíclica que comentamos
nos estimula de manera directa a reflexionar sobre estas cuestiones básicas del
orden social. Valen para más de 40
millones de argentinos que hoy pueblan a escasa parte de nuestra vastísimo
territorio y para otro tanto igual que,
sin dificultad, podrían ya vivir en
nuestra “casa”. El Santo Padre expone esas cuestiones en dos secciones separadas: una rememorando “La sabiduría de los relatos bíblicos”
(parágrafos 67/73) y la otra titulada “Destino
común de los bienes” (parágrafos
93/95). Nos permitiremos hacer un breve comentario sobre ambas. La primera
sección contiene sustancialmente lo proveniente de las revelaciones de Dios al
pueblo hebreo, registradas en el Antiguo
Testamento. Son de un valor incalculable para los cristianos, si tenemos
presente – como hemos de tener – que Dios dispuso que nuestro Señor Jesucristo
naciera en ese pueblo. Francisco comienza el párrafo 63 con esta tajante
afirmación: “No somos Dios”.
Afirmación sorprendente por lo obvia, pero que cobra un enorme sentido por la
que le sigue: “La tierra nos precede y
nos ha sido dada”. ¡Que enorme verdad y que oscurecida ha llegado a
ser en la época actual, pues pocos parecen
recordarlo! La meditada lectura del Génesis da cuenta del proceso de la
Creación y en ella consta con meridiana claridad que no solo la tierra precedió
a todo lo viviente, sino que el hombre fue la creación más tardía de Dios. No
se trata solo una cuestión de precedencia temporal sino del radical cambio en
el contenido de la Creación de Dios. La Creación del mundo físico fue lo
primero; todo lo viviente fue creado después (Génesis 1:26 y 1:27) . A pesar de
la espléndida grandeza de esta obra divina,
sobresale de modo harto singular que ella remate en la creación del
hombre. Este acto no fue otro simple ejercicio del Supremo poder. Fue la puesta
en existencia de un ser absolutamente nuevo con un sentido universal a cumplirse tras su devenir
en la tierra. Dice el Antiguo Testamento: “Entonces
dijo Dios: Hagamos el hombre a nuestra imagen y conforme a nuestra semejanza”
(Génesis 1:26). No creaba Dios un ser más en la ya vasta creación. Creaba un
ser viviente para que “señoree en los
peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra y
en todo animal que se arrastre sobre la
tierra” (Génesis 1:26) .Con tal
propósito, entre otros profundos, vino
la mayor novedad: “Y creo Dios al hombre
a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó” (Génesis
1:27). Lejos de ser un acto ocasional
fue la concreción de una ignota
finalidad divina. Tras crear al hombre y la mujer narra la Biblia: “Y los
bendijo Dios y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y
sojuzgadla, y señoread en los peces del mar , en las aves de los cielos y en
todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (Génesis 1:28). Por este
mandato los humanos somos, entre otras finalidades, curadores de todo lo
existente y esta función – que entraña la obligación de aprender a ejercerla
- nos carga con una responsabilidad que
no siempre se ha apreciado en su justa medida. La emergencia de la ecología, como superadora de la economía, es una de las pruebas testigo
de este largo pero aun no finalizado aprendizaje.
9. El Antiguo Israel versus la
Antigua Roma.
A manera de prueba que vivimos en este mundo
en constante aprendizaje para llegar a ser lo que en ocultos designios
el Señor ha dispuesto, conviene repasar
una y otra vez el pasaje del Antiguo Testamento que da cuenta de la conducta
fraticida de Caín y la ingenua pregunta
– que a modo de respuesta formula a
Jehová. Luego de haber salido juntos Abel y Caín al campo, y tras haber matado a su hermano, aparece el Señor y tiene lugar
este diálogo: “Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y éste
respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda
de mi hermano?” (Génesis 4:9) . Es lícito pensar que Caín no tenia idea ni
los sentimientos de hermandad en el sentido con que Cristo con su actuar nos
ilustrara mucho más tarde. Aun hoy una
amplia mayoría de personas no se
interesa lo bastante por sus hermanos en el sentido cristiano. La evolución de
la humanidad no es pareja. Lo muestran, entre muchos otros casos, las diferentes sendas seguidas por dos
pueblos tan diversos como contemporáneos:
el de la Antigua Roma y el Antiguo Israel. Con la salida del pueblo
hebreo de Egipto no ocurrió su inmediata
liberación moral. Fue necesario que Jehová le hiciera conocer a Moisés
los mandamientos sagrados a los cuales los hebreos deberían ceñir sus
vidas, la individual y la social . Lo aprendieron de a poco en un constante
peregrinar que demandó cuarenta años en
inhóspito desierto. Recién entonces, tras
alcanzar el nuevo nivel moral superior
les fue abierto el paso a la
“tierra prometida” como pueblo de Dios. La historia del perfeccionamiento
humano continuó. Otro largo periodo
habría de transcurrir hasta que el pueblo elegido por Dios ofreciera las
condiciones requeridas para ser sede del nacimiento de nuestro Señor
Jesucristo. Dios lo envió a ese preciso pueblo, de los muchos existentes en
nuestra tierra , para que allí naciera
como hombre y que con su obra continuara la educación del “pueblo elegido” y de
él partieran quienes habrían de
predicar un nuevo y radical mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”
(Mateo 22:40). Había que penetrar en el corazón de unos pocos hombres para que salieran a predicarlo entre
sus hermanos y a la humanidad entera en bien del mundo todo.
10. Condiciones para ejercer el
amor al prójimo.
El amor al prójimo – principal
mandamiento cristiano - ha de ser
ejercido como mandato de Dios; pero su efectivo ejercicio demanda cambios en
las condiciones de vida. De las propias de cada individuo y de las condiciones sociales de la sociedad. El
orden social es el habitat, necesario
para que cada persona como exclusivo
individuo pueda cumplir su destino individual. Para lograr este individual
destino no cualquier forma de orden
social es útil. El orden necesario para continuar el desarrollo y
perfeccionamiento de cada hombre como
individuo demanda, entre otras cosas, la
existencia de un derecho positivo
especial. Uno cuya base principal primera consista en asegurar a todos como grupo y a cada uno de
sus miembros como individuo único la posibilidad de gozar de un idéntico
derecho a la tierra. Este básico derecho a la tierra nos fue dado por Dios
como condición de vida desde la Creación (Levítico: 25:23) ; pero su
especificación concreta en este mundo demanda que cada sociedad humana dicte
para sí y para sus miembros leyes
positivas que pongan en blanco sobre negro los derechos de
los individuos y los de la sociedad
sobre ese don de Dios, la tierra.
Esta doble necesidad nos genera una gran responsabilidad ante Dios.
11. De la originaria necesidad
del derecho.
Toda sociedad debe dictar y practicar
un derecho
objetivo que concilie el beneficio general con los derechos subjetivos de cada individuo y el derecho subjetivo de cada conjunto que se forma en la sociedad.
Dice el Papa Francisco que muchas interpretaciones incorrectas han hechos los
hombres en esta materia. Nos recomienda,
para lograr la ley positiva correcta,
estar atentos a la “relación de reciprocidad responsable entre
el ser humano y la naturaleza”. Con toda modestia, nos atrevemos a glosar
esa feliz idea, explicitando su vasto alcance:
igual relación de reciprocidad debe existir entre todos los hombres como
personas. Continúa afirmando Francisco: “Cada comunidad puede tomar de la bondad de la
tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de
protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las
generaciones futuras” (Parágrafo 67). Este es en la actualidad asunto de la
más grave urgencia y lo ha de resolver toda sociedad que pretenda ser el amable hogar para hombres libres, quienes tratados en un pie de igualdad,
puedan cumplir con el divino mandato de
fraternidad. Es un problema crucial cuando se “constituye” formalmente toda sociedad humana. Nuestra
Constitución 1853/60 ha acatado esa exigencia. Pero no es menos crucial que a
lo largo del curso de la vida de toda
sociedad ella cobre efectiva vigencia. La ley positiva que se dicta al
servicios de turbios intereses obra en contra de la salud social y la de sus
miembros. Hemos de prestar mucha
atención a los emergentes conflictos de cada día para evitar que en miras a su
inmediata solución, nos aparten de la recta Constitución que hemos de mantener.
Dice Francisco: “Hoy creyentes o no
creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia
común, cuyos frutos deben beneficiar a todos”. “Dios creó el mundo para todos. Por
consiguiente , todo planteo ecológico
debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos
fundamentales de los más postergados”. Nuestro deber como ciudadanos es
actuar para que ese mandato moral sea realidad aprovechando la actual ley
civil. Para este resultado se requiere la inmediata sustitución del actual del
sistema legal de impuestos por otro que recaude de los dueños de la tierra la
renta del valor real de mercado que ella cobre anualmente , pues este valor –
que4 no tiene en cuenta las mejoras - es el “capital social” producido por al trabajo
de toda la sociedad y cuyo destino es pagar el gasto público.
12. Debemos asumir el reto de
Francisco.
El valioso pensamiento central de la encíclica nos congratula y estimula para seguir adelante en la investigación que
estamos empeñados. Al mismo tiempo, la valiente actitud del Santo Padre al
tratar esta cuestión y exponerla urbi et orbe , nos anima a hacer un
respetuoso comentario a título de glosa. Pensamos que para nuestro país es de
absoluta necesidad que los hombres de estudio
profundicen en estas cuestiones. Necesitamos renovar nuestro derecho positivo
para un mejor desarrollo social al servicio del hombre con
fortalecimiento de la fraternidad cristiana. Francisco reproduce las palabras
de Juan Pablo II, escribiendo: “Dios ha
dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus
habitantes”. La evolución histórica ha hecho que el derecho sobre la tierra , primer recurso de vida, permanezca
acantonado en los límites de la soberanía política de cada Estado nacional. Sin
perjuicio de apuntar a una creciente universalización de la cuestión, como bien
afirmara Juan Pablo II, debemos atender
al problema en nuestra “casa”. Asi como
Jesucristo dijera a la laboriosa Marta «Marta,
Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o
mejor, de una sola” (Lucas 10:38/42) , así conviene recordar a los
dirigentes y maestros argentinos prestar atención a la principal cuestión para
la vida material, la tierra y su valor, a la que se tiene en total olvido. Para
asegurar la libertad de trabajo, la igualdad de trato y reforzar la fraternidad
social, hay que distinguir entre el derecho de acceso a la tierra (para
vivir y trabajar) del derecho
de la sociedad sobre el capital social generado por el trabajo de todos y que se expresa en el precio de cada lote de tierra en
propiedad. Este valor de la tierra se
incrementa día a día por la creciente población y la demanda de bienes y
servicios. Para un país prácticamente despoblado como el nuestro, al que con
toda comodidad podrían poblar varios
cientos de millones de familias , sigue siendo principio válido “gobernar es poblar” . El examen del
trato dado a la tierra y al trabajo en nuestro país dedicamos y el que por ley debe ser dado merece otro
capitulo.
Buenos Aires, Julio 3
del 2015
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