"Progreso y Miseria" de Henry George
"-¿De donde vendrán los próximos bárbaros?
-Repasad las afueras de las grandes ciudades
y allí encontrareis las ordas acantonadas
esperando el momento oportuno". H.G.
CAPITULO
12
LA LLANURA ILIMITADA
“Imaginemos ahora una llanura ilimitada,
que se extiende en una continua igualdad de hierba y flores, árboles y arroyos,
hasta cansar al viajero con su monotonía. Aparece la carreta del primer
inmigrante. No sabe dónde establecerse, cada hectárea le parece tan buena como
las demás. En cuanto al agua, la fertilidad, la situación, no hay preferencia
posible y él se halla indeciso con la perplejidad de la abundancia. Cansado de
buscar un lugar que sea mejor que los demás, se detiene en alguna parte, en
cualquier sitio, y empieza a construirse una vivienda.
El suelo es virgen y fértil, la caza
abunda y los arroyos centellean con las mejores truchas. Aqui la naturaleza
está en toda su magnificencia.
El
dueño tiene lo que, si estuviese en un distrito populoso, le haría rico; no
obstante, es muy pobre. Aun prescindiendo de la nostalgia que le haría dar la
bienvenida al forastero más taciturno, él trabaja con todas las desventajas
materiales de la soledad. No puede obtener auxilio temporal en ningún trabajo
que requiera mayor suma de fuerzas que las que le proporcione su propia familia
o el auxilio que pueda retener de un modo permanente.
Aunque
tiene ganado, no puede comer carne fresca a menudo, porque para tener un bistec
tendría que matar un novillo. Ha de ser su propio herrero, carretero,
carpintero y remendón, en una palabra, aprendiz de todo y maestro en nada.
No
puede llevar sus hijos a la escuela; para eso tendría que pagar y mantener a un
maestro. Las cosas que él mismo no puede hacer, ha de comprarlas al por mayor y
tenerlas a mano, o si no, pasarse sin ellas, pues no puede dejar a cada momento
su trabajo y hacer un largo viaje hasta los confines de la civilización; y
cuando se ve forzado a hacerlo, adquirir una medicina o reemplazar una barrena
rota puede costarle el trabajo propio y de sus caballos durante varios días.
En estas circunstancias, aunque la naturaleza
sea fecunda, el hombre es pobre. Le es fácil obtener comida suficiente,
pero, fuera de esto, su trabajo bastará sólo para satisfacer del modo más
rudimentario las exigencias más sencillas.
Pronto aparece otro inmigrante. Aunque cada sitio de
la interminable llanura es tan bueno como todos los demás, a este recién
llegado ninguna duda le asalta respecto a dónde establecerse. Aunque la tierra
es la misma, para él ese lugar es claramente mejor que cualquier otro, y es que donde ya hay un colono y podrá
tener un vecino. Se establece al lado del primer inmigrante, cuya situación
mejora de súbito notablemente y al cual ahora le son posibles muchas cosas que
antes no lo eran, pues dos hombres pueden prestarse mutuo auxilio para tareas
que uno solo nunca
Otro inmigrante llega. Guiado por la
misma atracción, se establece donde ya hay dos. Luego otro y otro, hasta que
alrededor del primero hay ya un grupo de
vecinos.
El
trabajo tiene ahora una eficacia a la que, en la soledad, ni podía aproximarse.
Si
hay que hacer un trabajo pesado, los colonos se reúnen y juntos hacen en un día
lo que a solas exigiría años. Cuando uno mata un ternero, los otros toman una
parte que devuelven cuando matan ellos, y así todos tienen siempre carne
fresca.
Juntos
contratan un maestro, y los niños de cada uno aprenden por una fracción de lo
que una enseñanza parecida hubiera costado al primer colono. Resulta
relativamente fácil enviar a la ciudad más próxima, porque siempre va alguien.
Pero hay menos necesidad de estos viajes.
Pronto un herrero y un carretero
instalan sus talleres y nuestro colono puede reparar sus aperos por una pequeña
parte del trabajo que antes le costaba. Se abre una tienda, y cada cual puede,
tener lo necesario cuando le hace falta; el correo, luego establecido, le pone
en comunicación con el resto del mundo.
Vienen
después un zapatero, un carpintero, un guarnicionero, un médico; y al poco
tiempo se levanta una pequeña Iglesia. Satisfacciones imposibles cosas en la
soledad, se hacen posibles en sociedad .
Se satisfacen gustos de índole social e
intelectual, para la facultad del hombre que lo eleva por encima de las
bestias.
El poder de la simpatía, el sentimiento de compañerismo, la emulación por
comparación y contraste, ofrecen una vida más amplia, más plena y más variada.
Id ahora a nuestro primer colono y
decidle: «Tenéis tantos frutales que
habéis plantado; tantas vallas, un pozo, un granero, una casa, en resumen, con
vuestro trabajo habéis añadido un valor a este campo. Vuestra tierra no es ni
de mucho tan buena como era. Le habéis sacado cosechas y poco a poco se os hará
necesario abonarla. Os doy todo el valor de vuestras mejoras si me la dais y
con vuestra familia os vais otra vez más allá del limite de la colonia.» Se
reirá de vosotros.
Su tierra no rinde más trigo o patatas
que antes, pero produce mucho más de todas las necesidades y comodidades de la
vida.
Su trabajo sobre ella no dará mayores cosechas ni, supongamos, cosechas más
valiosas, pero dará mucho más de las otras cosas por las que el hombre trabaja.
La presencia de otros colonos, el
aumento de la población, ha aumentado la productividad, en estas cosas, del
trabajo efectuado sobre ella y este aumento de productividad hace esta tierra
superior a la de igual calidad natural en la que todavía no hay colonos.
La Colonia se Convierte en Ciudad
La población continúa en aumento. A medida de ésta aumentan las economías que
el crecimiento permite aumenta la
productividad de la tierra. Como la tierra de nuestro primer colono es el
centro de la población, la tienda, la fragua del herrero, el taller del
carretero, se establecen en ella o junto a ella, donde pronto se levanta una
aldea, que se convierte con rapidez en una villa, centro de cambios para los
habitantes de toda la comarca.
Con una fertilidad no mayor que la
primitiva, esta tierra empieza a adquirir un poder productivo de tipo superior. Al trabajo invertido
en cosechar maíz, trigo o patatas, no rendirá más de estas cosas que al
principio. Pero al trabajo invertido en las ramas subdivididas de la
producción, que requieren la proximidad de otros productores y especialmente al
trabajo ocupado en la última parte de la producción, que es la distribución
comercial, les dará recompensas mucho mayores.
El cultivador de trigo puede ir más lejos
y hallar tierra en la que su trabajo producirá tanto trigo y casi tanta
riqueza. Pero el artesano, el manufacturero, el almacenista, el hombre de
carrera, hallan que su trabajo empleado allí, en el centro comercial, les da
mucho más que si lo invirtieran a cierta distancia, aun pequeña, de allí; y
este exceso de productividad para estos fines, lo puede reclamar el propietario
de la tierra, como podría reclamar el exceso de productividad de trigo.
Y así, nuestro colono puede vender como
solares unas pocas hectáreas, a precios que no sacaría por tierras trigueras,
aunque su fertilidad se hubiese multiplicado muchas veces. Por este
procedimiento se construye para sí una buena casa y la amuebla con elegancia.
Es decir, reduciendo la transacción a sus términos más sencillos, la gente que
desea usar la tierra le construye y amuebla una casa, a condición de que les
deje aprovecharse de la superior productividad que el aumento de población ha
dado a su tierra.
La población sigue aumentando, dando
cada vez mayor utilidad a la tierra y más y más riqueza a su dueño. La villa se ha
convertido en una ciudad, un San Luis, un Chicago o un San Francisco y sigue
creciendo. La producción se efectúa ahora en gran escala, con la mejor
maquinaria y las mayores facilidades; la división del trabajo se vuelve en
extremo minuciosa, multiplicando maravillosamente su eficacia; los cambios son
de tanta magnitud y rapidez que se hacen con el mínimo de rozamientos y
pérdidas.
Aquí está el corazón, el cerebro del
vasto organismo social que ha brotado del germen de la primitiva colonia; aquí
se ha desarrollado uno de los grandes ganglios del mundo de los hombres. Aquí vienen todos
los caminos, aquí afluyen todas las corrientes, a través de las vastas regiones
del alrededor. Si tenéis algo que vender, aquí está el mercado; si tenéis que
comprar algo, aquí está el surtido mayor y más selecto.
Aquí la actividad intelectual está
concentrada en un foco y aquí brota el estímulo que nace del choque de las
ideas.
Aquí están las grandes bibliotecas, depósito y granero del saber, los sabios
profesores, los especialistas famosos.
Aquí
están los museos y galerías de arte y todas las cosas raras y valiosas, las
mejores de su clase. Aquí vienen grandes actores, oradores y cantantes de todas
las partes del mundo. Aquí, en fin, hay
un centro de la vida humana en todas sus diversas manifestaciones.
Tan
enormes son las ventajas que esta tierra ofrece ahora para la aplicación del
trabajo, que, en vez de un hombre con un par de caballos desterronando hectáreas,
se pueden contar miles de obreros por hectárea, trabajando en filas, en locales
superpuestos, cinco, seis, siete y ocho pisos sobre el nivel del suelo,
mientras bajo la superficie de la tierra palpitan máquinas con pulsaciones que
ejercen la fuerza de miles de caballos.
Inmenso Aumento de Valores de la Tierra
Los poderes productivos que la densidad de población ha incorporado a esta
tierra equivalen a multiplicar por cien o por mil su primitiva fertilidad.
Y la renta fundiaria, que mide la
diferencia entre esta productividad adicional y la de la tierra menos
productiva en uso, ha aumentado en la misma proporción. Nuestro colono o quienquiera que le haya sucedido en su derecho a la
tierra, es ahora millonario..
Hay
solares de los que, por cada pie de fachada, el propietario puede sacar más que
lo que puede ganar un operario promedio; hay solares en venta por más de lo
necesario pera empedrarlos con oro. En las calles principales se yerguen
edificios de granito, mármol, hierro y cristal, acabados al estilo más costoso
y repletos de todas las comodidades. Sin embargo, no valen tanto corno la
tierra en que descansan, la misma tierra, en nada cambiada, que al llegar
nuestro primer colono no valía absolutamente nada.
Que éste es el modo como el aumento de
población actúa poderosamente elevando la renta del suelo , puede verlo por si
mismo quienquiera que mire en torno suyo en un país progresivo. El proceso está
avanzando ante sus mismos ojos.
La creciente diferencia de productividad de la tierra en uso, que origina un
aumento creciente de la renta, no es debido tanto a que las exigencias de una
población mayor obliguen a recurrir a tierra inferior, como a la mayor
productividad que aumento de población de la tierra ya en uso..
Recapitulemos: El efecto del
aumento de población sobre la distribución de la riqueza es aumentar la renta y
por consiguiente disminuir la proporción del producto que va al trabajo y al
capital, de dos modos:
Primero: disminuyendo el margen de
cultivo.
Segundo: descubriendo en la tierra
especiales capacidades de otro modo latentes, y agregando capacidades
especiales a determinadas tierras.
Me
inclino a pensar que el último modo, al que los economistas han prestado poca
atención, es en realidad el más importante.
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CAPITULO 13
CAUSA PRIMARIA DE LAS CRISIS ECONÓMICAS
Hay una causa, aún no tratada aquí, que se ha de tener en cuenta para explicar
plenamente la influencia del progreso material en la distribución de la
riqueza. Esta causa es la esperanza en el aumento del valor de las tierras, la
cual en todos los países progresivos nace del constante aumento de la renta y
conduce a la especulación o retención de tierra en busca de un precio más alto
del que de otro modo tendría.
Hasta
aquí hemos admitido, como suele admitirse al explicar la teoría de la renta,
que el cultivo se extiende a puntos menos productivos, sólo en la medida en que
las oportunidades de los puntos más productivos van siendo completamente
utilizadas. Pero en las sociedades que progresan rápidamente, donde el
constante aumento de la renta da confianza para contar con futuros aumentos, no
ocurre así. La segura expectativa de precios mayores, produce, en mayor o menor
escala, los efectos de una confabulación de los propietarios, y en espera de
precios más altos, tiende a sustraer la tierra al uso, forzando de este modo el
margen de cultivo más lejos de lo requerido por las exigencias de la
producción.
Esto se puede ver en toda ciudad que
crezca aprisa.
Si la tierra de calidad superior en cuanto a situación, siempre se utilizase
plenamente, antes de recurrirse a tierras de inferior calidad, no se dejarían
solares vacantes a medida que la ciudad se extiende, ni encontraríamos
desvencijados caserones en medio de espléndidos edificios. Estos solares,
algunos de ellos extraordinariamente valiosos, se retienen fuera de uso o del
pleno uso en que podrían emplearse, porque sus propietarios, no pudiendo o no
queriendo explotarlos, prefieren, en espera del aumento del valor de la
tierra, conservarlos para sacar un precio mayor del que ahora podrían
sacar de los que desean explotarlos. Y a consecuencia de que esta dicha tierra
fuera de uso o del pleno uso de que es capaz, se empuja el límite de la ciudad
mucho más lejos del centro.
Efectos de la Especulación en Tierras
Así,
pues, en toda colectividad progresiva en la cual la población aumente y los
perfeccionamientos se sucedan unos a otros, la tierra ha de aumentar
constantemente de valor. Este continuo aumento conduce naturalmente a la especulación
que anticipa el aumento futuro y sube el valor de la tierra más allá del punto
en el cual, dadas las condiciones en que tiene lugar la producción, quedarían
para el trabajo y el capital las ganancias habituales.
Entonces la producción empieza a detenerse. No es necesaria ni
siquiera probable una disminución absoluta de la producción; pero ocurre lo que
en una colectividad progresiva equivale a una disminución absoluta de la
producción en una sociedad estacionaria, esto es, la producción no aumenta en
proporción, porque los nuevos incrementos de trabajo y capital no hallan
ocupación por su retribución habitual.
Este
paro en algunos puntos de la producción, forzosamente se manifestará en otros
como detención
de la demanda, que refrenará también allí la producción, y así este
freno se comunicará a través de toda la red de la industria y el comercio,
provocando por doquier una parcial dislocación de la producción y el cambio, y
dando lugar a los fenómenos que parecen indicar exceso de producción o exceso
de consumo, según el punto de vista desde el cual se observan.
Explicaciones Contradictorias
Estos períodos de crisis van siempre precedidos por períodos de actividad y
especulación, y todos los criterios admiten la conexión entre ambos, pues se
considera que la crisis es una reacción de la especulación, como la jaqueca de
la mañana es la reacción de los excesos de la víspera. Pero respecto a como la crisis resulta de la
especulación, hay dos opiniones o escuelas diferentes.
Una escuela dice que la especulación ha
provocado la crisis por causar sobreproducción y señala los almacenes
llenos de mercancías que no pueden venderse a precios remunerativos, las
fábricas cerradas o trabajando a media jornada, las minas abandonadas, los
vapores amarrados, el dinero inactivo en las cámaras de los bancos, y los
obreros forzados al ocio y la privación. Señala estos hechos para indicar que
la producción ha excedido a la demanda para el consumo y señala, además, que en
tiempo de guerra, cuando el gobierno entra en campaña como un enorme
consumidor, la actividad prevalece.
La
otra escuela dice que la especulación ha provocado la crisis tras un exceso de
consumo
y señala los almacenes repletos, los vapores herrumbrosos y los obreros parados
para demostrar que ha cesado la demanda efectiva, lo cual, dicen, resulta
evidentemente de que la gente, habiéndose vuelto pródiga por una prosperidad
ficticia, ha gastado más allá de sus medios, y ahora se ve obligada a
reducirse, esto es, a consumir menos riqueza. Señala, además, el enorme consumo
de riqueza por las guerras, por la construcción de ferrocarriles improductivos,
por los préstamos a gobiernos en bancarrota, etc., como despilfarros que,
aunque no se notan en seguida, como el derrochador no nota en seguida el bajón
de su fortuna, han de repararse después con una temporada de consumo reducido.
Ni Sobreproducción ni Exceso de Consumo
Cada una de estas teorías evidentemente expresa un lado o fase de una verdad
general, pero ninguna de ellas abarca toda la verdad. Como explicación de los
fenómenos, ambas son por un igual y del todo descabelladas.
Porque, mientras grandes masas de hombres necesitan más riqueza de la que
pueden obtener, ¿cómo puede haber sobreproducción? Y, mientras la maquinaria de
la producción se desperdicia y los productores están condenados al paro
forzoso, ¿cómo puede haber exceso de consumo?
Cuando, junto al deseo de consumir más, hay la aptitud y el deseo de producir
más, las crisis industriales y comerciales no pueden ser achacadas a la
sobreproducción ni al exceso de consumo. Indudablemente el trastorno consiste
en que la producción y el consumo no pueden encontrarse y satisfacerse
mutuamente.
¿De dónde procede esta imposibilidad?
Evidentemente es el resultado de la especulación. Pero, ¿de la especulación en
qué?. Ciertamente no de la especulación en cosas que son producto del
trabajo, en productos agrícolas o minerales o en mercancías fabricadas, porque
el efecto de la especulación en estas cosas es simplemente equilibrar la oferta
y la demanda y uniformar la recíproca influencia de la producción y el consumo,
por una acción análoga a la del volante de una máquina.
Si la causa de las crisis económicas es la especulación, ha de ser la especulación en
cosas que no son producidas por el trabajo y sin embargo se necesitan
para ejercer el trabajo en la producción de riqueza; en cosas que están en
cantidad fija, es decir, ha de ser la especulación en tierras.
El Freno a la Producción
Recordemos
que todo comercio es un cambio de mercancías por mercancías y por esto, la
detención de la demanda de alguna de ellas, que señala la crisis del comercio,
es en realidad la detención de la oferta de otras. Que los comerciantes vean
disminuir sus ventas y los fabricantes escasear los pedidos, mientras las cosas
que tienen en venta o están dispuestos a fabricar son cosas que muchos desean,
sencillamente demuestra que ha declinado la oferta de otras cosas, que, en el
curso del comercio, se darían a cambio de ellas.
En
el lenguaje vulgar decimos que «dos compradores no tienen dinero» o que «el
dinero se pone escaso», pero, hablando de este modo, olvidamos que el dinero no es
sino el medio de cambio. Lo que en realidad les hace falta a los
posibles compradores no es dinero, sino mercancías que puedan convertir en
dinero; lo que realmente se pone escaso son productos de alguna clase. La
disminución de la demanda efectiva de los consumidores es, por lo tanto,
únicamente el resultado de la disminución de la producción.
Esto lo ven bien claro los tenderos de
una ciudad industrial, cuando las fábricas se cierran y los obreros quedan sin
trabajo.
Es el paro de la producción lo que quita a los obreros el medio de hacer las
compras que desean y deja así al tendero lo que respecto a la demanda
disminuida es exceso de existencias, obligándole a despedir algunos de sus
dependientes y, por otra parte, a reducir sus pedidos. Y la detención de la
demanda (hablando, naturalmente, de casos generales y no de alteraciones de la
demanda relativa debidas a causas tales como un cambio de modas), que ha dejado
al fabricante un exceso de existencias y le ha obligado a despedir obreros, ha
de tener lugar del mismo modo.
La gente necesita igual que siempre las
cosas que hace el fabricante, del mismo modo que los obreros necesitan las
cosas que el tendero tiene en venta. Pero no tienen tanto para dar por
ellas. En algún sitio se ha detenido la producción y esta reducción en la
oferta de algunas cosas, se ha manifestado en el cese de la demanda de otras,
propagándose el paro a través de todo el armazón de las industrias y el cambio.
UN Obstáculo Real
La pirámide de la producción descansa,
claro está, en la tierra. Las ocupaciones primarias y fundamentales, que
crean una demanda de todas las demás, son evidentemente, las que extraen
riqueza de la naturaleza; y, por esto, si seguimos desde un cambio a otro y
desde una ocupación a otra, este entorpecimiento de la producción, que se
manifiesta en el descenso del poder de compra, en último término hemos de
encontrarlo en algún obstáculo que frena la aplicación del trabajo a la tierra.
Y
este obstáculo, claro está, es el aumento especulativo de la renta o del valor
de la tierra, que produce los mismos efectos de un «lock-out» (de hecho lo es)
impuesto por los propietarios al trabajo y al capital.
Este
freno de la producción, que empieza en la base de la red productora, se propaga
de un punto a otro, convierte el cese de oferta en falta de demanda, hasta que,
por decirlo así, se desconecta todo el engranaje, y en todas partes se presenta
el espectáculo del trabajo que se malogra, mientras los trabajadores padecen
necesidad, Aunque nos hayamos embotado, acostumbrándonos a ello, es una cosa
extraña y antinatural el que hombres deseosos de trabajar para satisfacer sus
deseos, no puedan hallar la oportunidad de hacerlo.
Hablamos
de la oferta y la demanda de trabajo, pero evidentemente, estos solamente son
términos relativos. La oferta de trabajo es en todas partes la misma, siempre
vienen al mundo dos manos para cada boca; y la demanda de trabajo siempre ha de
existir mientras el hombre desee cosas que sólo el trabajo puede obtener.
Decimos que «falta trabajo», pero
evidentemente, no falta, mientras la necesidad continúa; la oferta de
trabajo no puede ser demasiado grande, ni su demanda demasiado pequeña, cuando
la gente sufre por falta de cosas que el trabajo produce. El verdadero
trastorno ha de consistir en que de alguna manera se impide que la oferta
satisfaga la demanda, en que en algún sitio hay un obstáculo que impide al
trabajo producir las cosas que los trabajadores necesitan.
Dificultad de Acceso a la Tierra
Cuando decimos que el trabajo crea riqueza, hablamos metafóricamente. El hombre no crea nada. Toda la raza
humana, aunque trabajase eternamente, no podría crear la más tenue mota que
flota en un rayo de sol, no podría hacer ni un átomo más pesado o más ligera
nuestro rodante planeta.
El trabajo, al producir riqueza con
auxilio de las fuerzas naturales, no hace sino elaborar materia preexistente,
dándole las formas deseadas, y por consiguiente ha de tener acceso a estas
materias y a estas fuerzas, es decir, a la tierra.
La tierra es la fuente de toda riqueza. Es la mina de donde ha de ser
extraído el mineral que el trabajo moldea. Es la sustancia a la cual el
trabajo da forma. Y, por esto, si el trabajo no puede satisfacer sus deseos,
¿no podemos deducir con certeza que no puede ser por otra causa sino porque al
trabajo se le ha negado acceso a la tierra?
Cuando
en todos los oficios hay lo que llamamos escasez de ocupación, cuando en todas
partes se disipa el trabajo, mientras el deseo queda insatisfecho, el obstáculo
que impide al trabajo producir la riqueza que necesita ¿no ha de residir en los
cimientos de la estructura de la producción? Estos cimientos son la tierra.
No
son modistas, constructores de óptica, doradores y pulidores los que fundan
nuevas colonias. No iban mineros a California o a Australia porque allí
hubiesen zapateros, sastres, maquinistas e impresores, sino que estos oficios
siguieron a los mineros. No es el tendero la causa del labrador, sino el
labrador el que hace venir al tendero. No es el crecimiento de la ciudad lo que
desarrolla el campo; es el desarrollo del campo lo que hace crecer la ciudad.
Recuerde el lector que son solamente las
causas esenciales y marcha general de las crisis económicas lo que estamos
procurando descubrir o que en realidad es posible descubrir con alguna
exactitud.
La
Economía Política sólo puede tratar y sólo necesita tratar de tendencias
generales. Las fuerzas derivadas son tan multiformes, las acciones y reacciones
son tan variadas, que el carácter exacto de los fenómenos no se puede predecir.
Sabemos que si se corta de parte a parte un árbol, caerá, pero la dirección
precisa será determinada por la inclinación del tronco, la expansión de las
ramas, el impacto de los golpes, la dirección y fuerza del viento; y ni
siquiera un pájaro posado en una ramita o una asustada ardilla que salta de
rama en rama dejarían de influir.
Sabemos
que una ofensa promoverá un resentimiento en el alma humana, pero para decir
hasta qué punto y de qué modo este efecto se manifestará, se necesitaría una
síntesis que abarcase todo el hombre y todo su ambiente pasado y presente.
La razón por la cual, a pesar del
aumento del poder productivo, los salarios tienden constantemente a un mínimum
que sólo permite una mísera existencia, es que, con el aumento del poder
productivo, la renta tiende a crecer aún más, produciendo de este modo una
constante tendencia a la baja de los salarios.
Esta explicación está de acuerdo con todos los hechos.