La Barbarie Letrada vía Derecho Romano y su Régimen de Impuestos desde la Universidad legaliza el robo de los ricos a los pobres. |
"Si queremos salvar al mundo de la Barbarie, lejos de ignorar desdeñosamente los efectos deletéreos del Derecho Bárbaro de los Romanos que se enseña en todas nuestras Universidades y Academias, debemos derogarlo y como en Mayo de 1810 debemos reponer el Derecho Científico o Cristiano de la Constitución Argentina reponiendo su Sistema Fiscal Constitucional de RENTAS como manda la Biblia -Levítico 25:23-; revalidando todos los títulos en Derecho y Economía en linea con el derecho de Civilización. Los Fariseos del Siglo XXI trataran nuevamente de evitarlo.
Solo la verdad nos hará libres". G.A.
COMO PUEDE DECAER LA CIVILIZACIÓN MODERNA
Henry
George, PROGRESO Y MISERIA
El desarrollo moderno se ha encaminado hacia
la igualdad política y legal; a la abolición de la esclavitud; a la derogación
de la servidumbre personal; a la supresión de privilegios hereditarios; a la
substitución del gobierno arbitrario por el parlamentario; a la libertad de
criterio en cuestiones religiosas; a la más igual seguridad personal y de
propiedad de los de clase alta y baja, débiles y fuertes; a la mayor libertad
de movimiento y ocupación; de palabra y de imprenta. Y la ley general se
manifiesta en que, a medida que esta tendencia se ha afirmado, la civilización
ha avanzado, mientras que, al reprimir o retrogradar dicha tendencia, la
civilización se ha paralizado.
Donde hay algo así como una equitativa
distribución de la riqueza, cuanto más democrático sea el gobierno, mejor será
éste;
pero donde hay una gran desigualdad en
la distribución de la riqueza, cuanto más democrático sea el gobierno, peor
será éste; porque, aunque una democracia corrompida es peor que una autocracia
corrompida y sus efectos sobre el carácter nacional serán peores.
Dar el
sufragio a vagabundos, a indigentes, a hombres para los cuales la ocasión de
trabajar es una dádiva, a hombres que han de mendigar, robar o morirse de
hambre, es invocar la destrucción. Para
transformar un gobierno republicano en el despotismo más vil y más cruel, es
necesario cambiar la forma de sus instituciones que aseguran el acceso a la
tierra y destinan la renta del suelo al gasto público. Esto o abandonar la
elección popular.
Los extremos se tocan, y un gobierno por
sufragio universal e igualdad teórica, en circunstancias que inciten al cambio,
puede con la mayor facilidad convertirse en despotismo.
En una democracia corrompida, la tendencia
siempre es dar el poder al peor. La honradez y el patriotismo llevan la
carga, triunfa la desaprensión. Los mejores gravitan hacia el fondo, los peores
flotan a lo alto y los viles sólo se verán desposeídos por otros más viles.
Como que el carácter nacional se ha de asimilar gradualmente, las cualidades
con que se gana el poder y, por consiguiente, el respeto, se extiende la
opinión desmoralizada. En el largo transcurso de la historia vemos una y otra
vez, transformando razas de hombres libres en razas de esclavos.
Un gobierno democrático corrompido, corrompe
al fin al pueblo, y cuando el pueblo se degrada no cabe resurrección. La vida
ha huido, sólo permanece la carroña: ya sólo falta que el arado del destino la
oculte bajo tierra.
Esta transformación del gobierno popular en
un despotismo del tipo más vil y más degradante, que irremisiblemente ha de
resultar de la desigual distribución de la riqueza, no es cosa de un porvenir
remoto. Ha empezado ya y avanza rápidamente ante nuestros ojos. Se vota con
más despreocupación; cuesta más despertar al pueblo con la necesidad de
reformas y es más difícil llevarlas a cabo; las diferencias políticas ya no son
diferencias de principios, y las ideas van
perdiendo su poder. Los partidos caen bajo la dirección de lo que
en el gobierno general serían oligarquías y dictaduras.
La democracia y la prosperidad general
dependen de fácil acceso a la tierra destinar la renta del suelo al gasto
público
En estos tiempos el desarrollo de las industrias
y el cambio, actuando en una organización social en que la tierra se ha
convertido en propiedad particular, amenaza con obligar a todo trabajador a
buscarse un dueño. Nada parece escapar a esta tendencia. En todas partes
la producción tiende a tomar una forma en la cual hay un señor y muchos
servidores. Y cuando uno es amo y los otros sirven, aquél mandará a éstos aun
en asuntos como el voto.
Ante nuestros ojos se van minando los
cimientos mismos de la sociedad, mientras nos preguntamos, ¿cómo es posible que
se destruya una civilización como ésta, con sus ferrocarriles, su prensa diaria
y sus telégrafos? Mientras los letrados generan la creencia de que hemos
dejado atrás los tiempos de aprobio y del dominio de unos sobre otros gracias a
la democracia , y que en el porvenir seguiremos dejando cada vez más lejos el
estado de opresión de muchos por pocos , hay indicios de que en realidad
estamos retrocediendo hacia la barbarie.
La fe general en las instituciones
democráticas disminuye y se debilita allí donde han alcanzado su más pleno
desarrollo.
Ya no se cree confiadamente como antaño en la democracia como origen de la
prosperidad nacional. Poco a poco el pueblo se está acostumbrando a la
creciente corrupción. El signo político de peor agüero es la difusión de un
sentir que duda que haya un hombre honrado en cargos públicos o lo considera tonto si no aprovechar la ocasión. Es decir,
el pueblo mismo se está corrompiendo.
Cuando la corrupción sea crónica, el espíritu
público se pierda, la tradición del honor, la virtud y el patriotismo se
debiliten, se desprecie la ley y no quede esperanza en las reformas; entonces;
en las masas enconadas se engendrarán fuerzas volcánicas que, al presentárseles
una ocasión propicia, romperán y destruirán.
Hombres fuertes
y sin escrúpulos, aprovechando la ocasión, se convertirán en intérpretes de los
deseos ciegos y pasiones violentas del pueblo y barrerán las instituciones,
desprovistas ya de vitalidad. La espada
volverá a ser más poderosa que la pluma y, en el desenfreno de la destrucción,
la fuerza bruta y la locura salvaje alternarán con el letargo de una
civilización decadente.
¿De dónde vendrán los nuevos bárbaros? Id por los
barrios míseros de las grandes ciudades y ya ahora veréis sus hordas agolpadas.
¿Cómo perecerá el saber? Los hombres
dejarán de leer y los libros prenderán incendios o se convertirán en cartuchos.
El papel no
dura tanto como el pergamino, ni nuestros más firmes edificios y monumentos
pueden compararse en solidez con los templos labrados en la roca y los
titánicos edificios de las antiguas civilizaciones. Y la inventiva nos ha dado
no sólo el vapor y la imprenta, sino también el petróleo, la nitroglicerina y
la dinamita.
No obstante, insinuar en el día de hoy la
posibilidad de que nuestra civilización decaiga, parece el colmo del pesimismo. Para las
grandes masas, la fe en el verdadero progreso es todavía hondo y fuerte, es una
creencia fundamental que no admite ni la sombra de una duda. Pero cualquiera
que medite sobre ello, creerá que, necesariamente, así ha de ocurrir donde el adelanto se convierte en retroceso.
Donde ha
habido un anterior adelanto, cuesta muchísimo reconocer la decadencia, aunque
haya comenzado de pleno. Hay una tendencia casi irresistible a creer que todo
movimiento hacia adelante y sigue
marchando, es todavía progreso. La red
de creencias, costumbres, leyes, instituciones y hábitos, constantemente tejida
por cada colectividad, produce en el individuo la creencia que no se desenreda
nunca.
Cuando empieza la decadencia, el retorno a la
barbarie, donde no sea considerado en sí mismo como un progreso, será necesario
hacerle frente con las exigencias de los tiempos.
"Como Evitar la Desigualdad y la Guerra Civil Aumentando Salarios, Derrotando la Inflación” consiguiendo “Pobreza 0” en forma inmediata, logrando Tierra, Techo y Trabajo para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino. Por Guillermo Andreau.
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