martes, 21 de diciembre de 2010

Edward McGlynn un ejemplo para nuestros perdidos politicos, intelectuales y sacerdotes católicos.



Pasado un tiempo empezó a sentir que esta vida era una carga "por la procesión inacabable de hombres, mujeres y niños acudiendo a su puerta para pedir, no tanto por sus almas si no por un empleo." Escribió: "Empecé a preguntarme, '¿no hay ningún remedio?'...Empecé a estudiar un poco de economía política, para preguntarme '¿cuál es la ley divina que debe regir el mantenimiento de Su familia en la tierra?'"

Creyó que había encontrado la respuesta en las enseñanzas de Henry George, quedando profundamente impresionado por Progreso y Miseria, y fue con el respaldo entusiástico de George que comenzó a desafiar a sus superiores. Con sus acostumbrados fervor, energía y elocuencia valoró la doctrina georgista del Impuesto Único como el remedio universal y fundamental para la pobreza. En el año 1886 tomó partido en la fallida campaña de Henry George para la alcaldía de New York, lo que le hizo entrar en conflicto con su conservador arzobispo.

El arzobispo le suspendió de sus funciones eclesiásticas durante... Durante más de cinco años siguió defendiendo la doctrina del Impuesto Único en la reuniones del domingo por la tarde en la Sociedad Antipobreza, fundada por George en marzo de 1887. También hizo una gira por los estados del Oeste y de modo virtual se declaró a sí mismo no creyente en la supremacía del Papa.

En 1892, monseñor Satolli vino a los Estados Unidos como legado pontificio con instrucciones del Papa para examinar el caso McGlynn. McGlynn se comprometió a no divulgar más doctrinas no autorizadas por la Iglesia. Esto, combinado con el dictamen de cuatro profesores de la Universidad Católica en el sentido de que las opiniones de McGlynn sombre el Impuesto Único no eran contrarias a la enseñanza católica, llevaron a Satolli a levantar la excomunión el 23 de diciembre y le restauró en su ministerio al día siguiente. En la mañana del día de Navidad McGlynn celebró misa por primera vez desde su excomunión en 1887. Aquella tarde habló en el Sindicato del Cobre ante una multitud entusiasta, no pronunciando ninguna palabra de disculpa por sus acciones, si no que, por el contrario, indicando que seguía abogando por las doctrinas del Impuesto Único, y, a continuación, pronunció un tradicional sermón de Navidad.

El junio siguiente visitó Roma y fue recibido cordial y privadamente por el Papa. En una descripción de la entrevista, realizada al poco tiempo, mencionó que el Papa le dijo: "Pero seguramente usted admite el derecho de propiedad " y que él le contestó afirmativamente con respecto a "los productos de la industria individual." Aparentemente el Papa quedó satisfecho por la respuesta. En los años siguientes, en las reuniones en las que habló del Impuesto Único dejó completamente claro que el Papa no le había requerido que se retractase de sus opiniones sobre el tema de la tierra.

Un pasaje de la encíclica papal Rerum Novarum, de 1891, dice: "El derecho a la propiedad privada se deriva de la naturaleza, no del hombre, y el Estado tiene el derecho a controlar su uso sólo en interés del bien público, pero de ningún modo para asumir la propiedad. El Estado, por tanto, sería injusto y cruel si bajo la invocación de la imposición privara al propietario de más de lo que es justo."

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