Héctor Raúl Sandler, Profesor
Consulto, Derecho UBA
Diputado Nacional (mc)
Henry George nació el 2 de septiembre
1839. Falleció el 29 octubre de1897. Fue un escritor, político y economista estadounidense. Fue el autor más influyente a favor de la recaudación
para y por la sociedad, a través del Estado, del porcentaje de dinero necesario para
afrontar el gasto público y mantener así las condiciones sociales para la libertad individual, la igualdad de trato y fraternidad entre los miembros de la
sociedad. El porcentaje a recaudar debe ser calculado sobre el valor de mercado de la tierra
sin excepción alguna. Su propuesta recibió el nombre popular de “single tax” en
ingles e "impuesto único" en
castellano.
Con la percepción estatal de
ese porcentaje es posible eliminar la mayoría e incluso la totalidad de los históricos
y negativos impuestos que aun predominan
en el mundo. La propuesta de George reproducía en el campo de la economía social
y política una especie de “revolución copernicana”. En la
actualidad los gobiernos determinan voluntariamente primero que todo el “gasto publico” y solo después el modo para solventarlo, usando y abusando de la
fuerza del poder político democrático. Es un autoritarismo que no amenguan las
“elecciones” y los gobiernos más
populares imponen a la fuerza las más extravagantes exacciones y gabelas, que indefectiblemente afectan a la producción
y el consumo para mal de todos.
El principio fundamental de la
propuesta de George importa una radical inversión de ese sistema actual. Sostiene que primero se deben
calcular los ingresos reales posibles, recaudando de propietarios, poseedores o
usuarios la renta del suelo que
ocupan. Y a partir de este dato programar el
posible gasto público. Solo a partir de estos principios se tiene un piso
firme para una política económica sana y
se abre la posibilidad de gozar de “empréstitos” a favor de los gobiernos en
beneficio del pueblo.
En la actualidad los gobiernos en forma autoritaria definen a una enorme cantidad
de variados hechos y comportamientos a
los que categorizan por ley de “hechos
imponibles” a los que tienen como “causa de alguna obligación”. En general
la de pagar algún “impuesto” o sea entregar al Gobierno una cierta cantidad de
dinero. De hecho ese pago castiga directa o indirectamente a los ingresos de
los trabajadores. De este modo los salarios
por el trabajo, los beneficios de los
empresarios y la recompensa por la inversión del ahorro aplicado a la producción (intereses) , son castigados, desalentando al trabajo y la
inversión de capital.
Este régimen ha sido y será siempre
un freno aplicado a la actividad económica y el principal motivo por el cual
los gobiernos, acuciados por crecientes necesidades, se aventuran en el peligroso camino de la
“inflación monetaria”. Cuando así ocurre además del desaliento mencionado, el sistema monetario – vital para una
economía de libre tráfico – es intoxicado hasta llevarlo a su completa ruina.
A la par, se deterioran los ahorros y
todo el sistema crediticio. Rematan
este proceso de necrosis económica y financiera los ataques epilépticos denominados
“crisis económicas” que periódicamente
azotan a la sociedad, dejando un tendal de negocios, personas e instituciones heridas
de muerte para la vida económica, personal y social.
George puso en evidencia que
los gobiernos siguen tan insensato camino por haber permitido que por ley jurídica
los propietarios de la tierra además de usarla para su habitación o producción,
se puedan apropiar de la “renta” en ella acumulada y manifestada en el precio
de mercado del puro terreno. Dar al propietario de la tierra ese “poder
suplementario”, esa “yapa”, lo impulsa de manera natural a enriquecerse con el
aumento del valor del terreno, derivado de la mayor demanda de tierra por parte
de los que carecen de ella. Las consecuencias practicas principales son dos:
A) Emergencia del “latifundio”
y “acaparamiento” de muchos lotes de
tierra. O sea tendencia general a
apropiarse de una extensión de tierra mayor que la que el propietario
necesita para vivir y producir. Aspira a gozar de la posibilidad de “arrendarla” o venderla para aprovechar esa “plus valía”. Asi
se equipara burdamente al más preciado recurso
– la naturaleza - con una simple “mercancía.
Siempre algo producido por l hombre. Su
negocia con la tierra para obtener una “ganancia
no ganada por su trabajo”. Se
instala en la conciencia social una malsana convicción: que el “mejor negocio
en la Tierra
es especular con tierra”.
B) La configuración de un orden
social tan altamente inestable se estructuran
dos grupos diferentes y antagónicos: uno muy pequeño `propietario de la mayor superficie
del territorio del país y otro enorme, hacinado
en lugares puntuales de nuestro vasto territorio. No importa aquí si se lo hace
como propietario, poseedor , tenedor precario u “okupa”. De hecho son enormes grupos
de población que viven en una minima extensión de la superficie territorial. (Para la Argentina se ha
calculado que unas 600 familias son propietarias del 94% de las tierras
particulares. Frente a ellas unos 40
millones ocupan el 6% restante. El efecto
llamado “hacinamiento urbano” es la muestra de este sistema legal.
Reciente informe del Ministerio
de Infraestructura de la Pcia.
de Buenos Aires revela la increíble deformación la distribución demográfica
argentina. Demos un vistazo a vuela pluma.
En la llamada Región
Metropolitana de Buenos Aires (RMBA), se concentra una población de casi 14
millones de habitantes en 2.440 km2. Allí tienen su asiento la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y 40 Municipios aledaños,
que producen el 57% del PBI. La densidad media aritmética es de 5.700 h/km2. Pero hay “villas miseria” en que ella supera
los 45.000 h/km2.
En el resto del territorio argentino
(unos 2.700.000 km2 ), residen 26
millones de personas, a una media aritmética de unos 9 h/km2.
Pero la densidad real es muy
distinta si se piensa que el 85% de esos
26 millones son “urbanos” concentrados en las ciudades capitales de las 22 provincias.
En resumen el “cuadro
demográfico real” de la
Argentina es patético.
Se presenta como una cantidad de “hacinamientos
urbanos” salpicando un inmenso y atractivo territorio. Un país prácticamente
despoblado. A una densidad media semejante a la europea (100 h/km2) nuestro país
podría ser el cómodo hábitat para 270
millones de personas.
Los efectos sociales de esta
“monstruosidad” demográfica son muchos,
pero se destacan la falta de puestos de trabajo productivo, escasez de
viviendas, densa burocracia en el Estado y empresas monopólicas y con crecientes niveles de pobreza y
delincuencia.
El sistema propuesto por George
apuntaba a erradicar los “latifundios” agrarios y los “baldíos” urbanos, facilitando
el acceso a los recursos naturales a todo aquel que quisiera trabajar o
invertir sus ahorros. De esa forma se
logra incrementar de modo real los salarios
y hay recursos genuinos para aumentar la
oferta de bienes públicos.
El sistema `propuesto por
George promete muchos otros beneficios a los individuos y a la sociedad. Se destacan:
eliminación del “desempleo forzoso” por el fácil acceso al suelo rural y urbano dado el abaratamiento
del precio de la tierra, causado por ampliación de la oferta; eliminación de los efectos de la denominada “ madre de todos los monopolios y privilegios” (Winston Churchill) ,
esto es el inevitable monopolio sobre la tierra, dado que es un bien finito y
población creciente que inventa cada vez mas aplicaciones; se estimula la inventiva técnica aliviando de cargas a los
trabajadores; aumenta la oferta de bienes dado el mayor
poder adquisitivo de los trabajadores; se eleva
la calidad de la moral social, recobrando el
trabajo, como fuente de riqueza, su perdido prestigio ; progresa el mejoramiento del bienestar general
y – de modo principal - pone término a la principal causa de las crisis económicas
y al inmoral uso de la propiedad de la tierra consistente en “vivir
del trabajo ajeno”.
Los dañinos efectos de especular
con los inmuebles han quedado a la vista de todo el mundo en las dramáticas crisis desatadas en estos
años en los EEUU y en países europeos como Portugal, Italia, España y Grecia.
En la Argentina
basta con reconocer que el país sigue “vacío”
como cuando se pregonaba “gobernar es poblar” , aunque de hecho es capaz de
albergar una población de 250 Millones de habitantes felices y prósperos. En
lugar de ello apenas rozamos los 40 millones y de ellos 12 reptanj por debajo
del nivel de pobreza. Pero no basta
“ver” los fenómenos. Hace falta conocimiento para comprenderlos y dominarlos.
Para superar esa ignorancia, que aun perdura , hay que estudiar a George.
La filosofía económica de
George reconoce antecedentes cercanos en
los fisiócratas franceses, los liberales
españoles y los pensadores de habla inglesa como Wiliam Petty, Adam Smith
y David Ricardo, entre otros, conocidos en conjunto como fundadores de la “ciencia
de la economía política” o Escuela Clásica.
Es importante destacar hoy, para
conocimiento y reconocimiento de los
argentinos, que semejantes antecedentes
fueron recogidos por los autores de la Revolución de Mayo de 1810, cuyo pensamiento fue
la base moral en este problema. Así en 1813 se dicto una ley prohibiendo la venta de tierra hasta que se
aprobara el mejor sistema para acceder ella. En cumplimiento de ese plan el
primer Congreso Argentino en 1826 promulgó
la primera Ley de Enfiteusis pública en
el mundo. Así quedó vedado el
negocio de “compraventa de tierra” entre los particulares. A la tierra se podía
acceder con facilidad, pues bastaba con pagar al Estado un modesto “canon enfitéutico”. Para nuestra desgracia de hoy, la reacción conservadora de entonces cometió un continuo “fraude legis”. Los mas poderosos en la pequeña sociedad colonial
aprovecharon la ley para hacerse con vastas extensiones registrándolas en “enfiteusis” a su nombre. Jamás se aumentó el
canon inicial.
Esta ley – mas idealista que práctica
- fue derogada en 1857 por legislatura de Buenos Aires por “comunista” (sic).
La sustituyó en 1869 el Código Civil que transplantó a nuestro país el “antiguo derecho romano de propiedad sobre
la tierra”. Rige desde entonces con
idénticos efectos sociales a los que sufrió la Antigua Roma y que amenaza con
echar a pique a la Argentina,
tal como acabó con aquella.
La inteligencia y virtud de
Henry George consistió en aprovechar su experiencia como ciudadano de un país
en formación al borde de una frontera de
vastas tierras libres. George tamizó y refinó los conceptos creados por la
reciente ciencia llamada “economía política” y gracias a su sensibilidad moral, pudo escribir de modo
claro, ordenado y preciso, un famoso libro (lamentablemente hoy olvidado) publicado
en 1879 con el largo título “Progress and
Poverty. An Inquiry Into the Cause of Industrial Depressions
and of Increase of Want with Increase of Wealth. The
Remedy” Libro que a fines del siglo XIX compitió en cuanto a numero de
ejemplares vendidos - 3 millones - con la misma Biblia.
“Progreso
y Miseria” fue leído
con avidez por personas de las mas distintas clases sociales, en diversos países
del mundo y en múltiples idiomas. Fuel entonces
cuando el ya famoso León Tolstoi al acabar de leerlo pronunció un juicio que
aun rige : “ Ninguna persona puede
presumir de culta si no ha leido “Progreso y Miseria” de Henry George”.
Consecuente con su
ideario y convicciones democráticas Henry George no propuso ninguna “revolución social violenta”
, menos aun “por las armas”, ni asesinatos en masa de millones de personas como
hemos visto a mitad del siglo XX. Propuso en cambio emplear la inteligencia,
templar el animo y actuar con férrea voluntad para eliminar la “raíz de la
miseria”.
Tras el éxito de su libro en
1886 inicio su campaña política democrática.
Fue propuesto por el Partido Unido del Trabajo junto con la Unión Obrera Central como candidato a alcalde de Nueva York. Logro ser el candidato mas votado detrás del republicano Theodore Roosevelt. George contaba
solo con el pueblo. Roosevelt contó con los “punteros” del Tammany Hall. Muchos de los seguidores de
George sostienen que hubo fraude.
George trató de mantenerse
activo en la política. En contra del consejo de sus médicos, hizo nueva campaña
para alcalde de Nueva York en 1897, esta vez como independiente demócrata. Su
esfuerzo le provocó un segundo accidente cerebrovascular, lo que condujo a la
muerte cuatro días antes de la elección. Más de 100.000 personas asistieron a
su funeral el Domingo, 30 de octubre 1897.
Hoy en día los ecologistas, entre otras variadas posiciones, están de acuerdo con la idea que la tierra es un bien común de la humanidad. Pero no aciertan en proponer una legislación constitutiva de un orden social que concrete el ideal sintético de tres ideales que deben ser satisfechos de manera simultánea: libertad individual, igualdad de trato y fraternidad entre los hombres de buena voluntad.
Comete grave error quien piensa
que la propuesta de Henry George es una
“cuestión de recursos del Estado” o un nuevo “régimen de impuestos”. Quien esto
sostiene – aunque sea premio Nobel en Economía – no sabe de lo que habla o lo
sabe demasiado bien y trata de engañar a la gente. Desde luego que incluye tal
cuestión. Pero como he explicado al comienzo de este escrito, lo que George
propone es un “nuevo orden social”.
Una sociedad que esté a la altura de la evolución humana. Es esta la etapa en que nos vivimos lo que Rudolf
Steiner llama “era del alma conciente”.
La vida humana se basa, por
cierto, en lo material – de esto se ocupa la actividad económica – pero la vida
humana para ser digna de ser
vivida, ha de ser ordenada por una recta
visión espiritual. No se trata de recitar
el cada vez mas lejano o ausente “derecho natural” al tiempo que la ruina
impera en lo material.
Se trata de espiritualizar el
orden de vida material que los humanos no podemos dejar de construir en esta
vida terrena. Lo podemos hacer si
sabemos actuar espiritualmente dispuestos a construir un orden de hombres libres, en un pie de
igualdad con instituciones que den
cabida al innato sentimiento de fraternidad. Al fin y al cabo repito lo que
propusiera el maestro de Juan Bautista Alberdi, don Esteban Echeverria.
A fines del siglo XIX y durante
el XX en algunos casos por conocimiento de George o por propio impulso, en
diversos lugares del mundo florecieron pensadores que hicieron de la “cuestión
de la tierra”, el destino de su “renta” y su importancia en la “constitución
real del orden económico” de modo que la reforma fuera compatible con la
democracia y la libertad individual. Omitiendo a muchos igualmente importantes,
merecen ser citados como constructores
de este pensamiento a los españoles Alvaro Florez Estrada,
Joaquin Costa y Carlos P. Carranza,
Lemos Ortega y J.Soler i Corrales , al aleman Franz Oppenheimer , a los dinamarqueses Viggo
Starke y Knud Tholstrup , al norteamericano Robert V. Andelson, al uruguayo Andrés
Lamas y al singular caso de Silvio
Gesell, quien siendo alemán escribió su
obra residiendo en la Argentina. Merece
ser recordado (porque la mayoría lo ignora) a Roque Saenz Peña, quien como
presidente de nuestro país presento un proyecto de ley fundado en los
principios de George y que su prematura muerte frustró. Recordemos también la
constante prédica en nuestro país de Antonio Manuel Molinari y Mauricio Birabent,
entre otros..
Durante el siglo XX el recién Iniciado
siglo XXI un creciente
número investigadores e instituciones académicas que estudian y proponen
reformas sociales de acuerdo a la filosofía económica de Henry George. No son
suficientes. Pero dan cuenta que un nuevo “espíritu del tiempo” obra para que así
sea. En su contra obran la especialización del conocimiento en la enseñanza oficial
y los intereses defensores del statu quo , reales barreras que impide
que luz encendida por George ilumine el espíritu de los pueblos, fundamento de
una sana democracia política y efectiva
vigencia de la libertad en todas las esferas de vida, pero en especial en la económica.
Hoy economistas como Fred
Foldvary y Stephen Moore en EEUU; Fred
Harrison en el Reino Unido; el
comentarista político y social libertario Albert Jay Nock , el argentino
Fernando Scornik en España, entre muchos otros, son propagadores de la filosofía económica y
social propuesta por George. Mason Gaffney, profesor y economista estadounidense, es un formidable crítico de la economía neoclásica. Sin pelos en la
lengua ha demostrado la falsedad de esa pretendida ciencia económica, diseñada y
promovida por terratenientes norteamericanos a comienzos del siglo XX , quienes
usaron de su poder para alejar de las catedras universitarias a los seguidores
de George.
Las perturbadoras “guerras mundiales” ocurridas desde 1914 a 1945, con mas su secuela de casi medio
siglo de una “guerra fría” ha sido la mejor cobertura que pudieran tener los
intereses contrarios a la libertad, la democracia y la igualdad. No han faltado los economistas contratados y
empleados en los más altos cargos de los organismos internacionales para
manejar los hilos de la economía mundial. Todos – de derecho a izquierda –
ignoran o menosprecian a George.
La enseñanza superior actual ha
perdido la calidad de “universitas”. Prevalece la “especialización”. Nueva
forma de barbarie en la cultura. Para colmo predomina como cultura general la literatura económica neoclásica, solo criticada
por pensamientos económicos favorables al colectivismo. Ambas corrientes educativas, a pesar de enfrentarse
en símbolos, gestos y apariencias , padecen el mismo defecto: asignan al Estado el lugar de un dios poseedor
de exclusivo poder para organizar la
economía.
En cuanto al Derecho, – que debe ser la medida de la justicia social
– lo han convertido - bajo el nombre de “derecho positivo” - en mero
“instrumento” de gobiernos despreocupados del ideal ternario a seguir
para constituir una “buena sociedad”: libertad, igualdad y fraternidad. Entre ambas posturas políticas y educativas florece el “oportunismo”. Gracias a él flotan diversos tipos de “populismo” que infectan a la democracia y a
la sociedad. Mala yerba, necesariamente
nacida por causa de la falsa base legal del nuestro orden social actual.
Son por completo explicables las demandas de los desheredados.
Pero injustificable desde todo punto de vista, la falta de atención de quienes contando
con poder – intelectual y político - mantienen en permanente estado de necesidad a las clases que dependen su trabajo para vivir.
En tal escenario, recordar a
Henry George y difundir su pensamiento como yacimiento de ideas adecuadas para
ordenar la economía que necesitamos en estos tiempos, no es un mero acto de homenaje. Es la franca invitación
hecha para interesar al lector en conocer
su pensamiento y animar su voluntad para la tarea pendiente: encarnar
en la realidad argentina los ideales de la Revolución de Mayo y poner en plena vigencia a los
Derechos y Garantías promulgados por la Constitución Nacional de 1853/60.
2 de Septiembre, 2012, 173º Aniversario
del nacimiento de Henry George