lunes, 7 de enero de 2013

¿Para que sirven las Universidades? Paul Johnson

N. de la R.: "Existe una barbarie letrada mil veces más peligrosa que todos los indios de América" Juan Bautista Alberdi
La educación pública y gratuita sostiene la matrix neoliberal tributaria y esclavista emergente del derecho bárbaro de los romanos que conduce a la guerra civil para sostener una sociedad jerárquica a traves de los siglos; y oculta y pervierte el derecho enfitéutico del cristianismo y de las grandes revoluciones Inglesa, Americana, Francesa y Latinoamericana de 1810 que generaría una sociedad de hombres libres, justa, igualitaria y fraternal.



Ésta es una cuestión importante que pocas veces se pregunta. En la década del '40 el número de estudiantes universitarios en el mundo se contaba por cientos de miles. Actualmente, el número sobrepasa la decena de millones y, seguramente, a mediados del siglo XXI será de cientos de millones. Es difícil hacer una estimación del monto que se gasta en universidades hoy, pero seguramente no debe ser inferior a los cien mil millones de dólares anuales. En el mundo se asigna una proporción creciente de recursos para alimentar instituciones universitarias a las que asiste un creciente número de hombres y mujeres jóvenes en edades donde están en plena actividad física e intelectual. Estas personas generalmente halen un paréntesis en la creación de riqueza para consumir una proporción importante del producto bruto nacional. Se dice que el objetivo consiste en que se eduquen y luego harán contribuciones importantes, contribuciones que no serian posibles si no obtuvieran aquella educación. Pero el punto sobre estas contribuciones que realizan los egresados resulta controvertido.
Las universidades, como las conocemos hoy día, tienen su origen en la Edad Media. Básicamente comienzan en el siglo XII. Los prototipos son la Universidad de París, la Universidad de Padua en Italia, la Universidad de Salamanca en España y las Universidades de Oxford y Cambridge en Inglaterra. Las universidades del resto del mundo derivan de modelos europeos. Las universidades antiguas de la Europa medieval no fueron concebidas para elevar el producto bruto nacional ni para actuar bajo ningún otro propósito secular. Originalmente su objeto era entrenar a personas en lo que llamaban “la reina de las ciencias”: la teología. La mayor parte de sus debates tenía como centro a Dios. La estructura actual de la universidad mantiene algunos aspectos de la universidad 'original: el año lectivo corresponde a la estructura eclesiástica, establece distinciones entre estudiantes de grado y postgrado y muchas veces la estructura curricular tiene resabios medievales.
Las universidades siempre estuvieron sujetas a diversas críticas. La famosa Universidad de Paris en Mont Aigu donde se educaron, entre otros, Calvino e Ignacio de Loyola -dos gigantes de la Reforma y la Contrarreforma fue criticada flor otros das distinguidos alumnos: Rabelais y Erasmo. En su Discurso del Método 11637)' Descartes critica severamente los métodos educativos que recibió en uno de los mejores colegios de Europa y Edward Gibbon, el gran historiador de la Roma antigua, criticó duramente también a su colegio de Oxford (que casualmente es también el mío) sosteniendo que era absolutamente inservible. Darwin mantenía que en realidad su educación comenzó cuando dejó la universidad. Resulta interesante subrayar que la revolución industrial que hizo de prólogo al mundo moderno comenzó en Inglaterra en las, últimas tres décadas del siglo XVIII y se produjo sin ninguna contribución de sus dos principales casas de estudios: Oxford y Cambridge. Esto no es válido para todas partes, desde luego, porque, por ejemplo, las universidades escocesas fueron decisivas para el tratamiento serio del capitalismo y los procesos de mercado: Adam Smith era profesor en la Universidad de Glasgow y su libro La riqueza de las naciones ha sido uno de los que mayor influencia han ejercido en el mundo de las ideas. Sin embargo, podemos decir que generalmente los grandes acontecimientos culturales y económicos de la historia se han producido a pesar de la existencia de las universidades y no debido a la existencia de las mismas. El rol de las ideas es decisivo pero no surgen necesariamente de universidades propiamente dichas.
Recuerdo que en los años '60, cuando las universidades estaban expandiéndose aceleradamente, muchas de ellas se politizaron rápidamente -por supuesto en dirección a la izquierda-, lo cual
produjo camadas de egresados que entraban en las empresas para causar problemas sociales de diversa índole. Muchas de las universidades contemporáneas infligen daños con sus modas intelectuales. Del mismo modo que en la Edad Media y en el Renacimiento reflejaban posiciones encontradas en materia teológica, en nuestro siglo, en no pocos casos, han resultado teatros donde se representaban dramas culturales. En otras ocasiones, cuando la prosperidad es mucha, y la moda intelectual se enrarece, aparecen fenómenos como el libro absurdo de J. F. Galbraith The affluent society, que condena la riqueza del sector privado a expensas del sector público. La politización izquierdista en las universidades que comenzó a intensificarse durante la década del '60, y que aún continuaba en los '80,,constituyó tina de las razones principales por las cuales-los estudiantes decidieron perfeccionarse en instituciones independientes de las universidades y se tornaron indiferentes en materia política.
En mi libro Tiempos modernos he caracterizado a los años '60 como la “década de la ilusión” -diez años especialmente tontos-, y a los años '70 como la “década de la desilusión”, puesto que allí se vieron los errores y las consecuencias de los años anteriores. A los años '80 los he llamado “el retorno al realismo”. Durante los años '80 se 'han puesto en evidencia las ideas del sistema capitalista o del sistema de mercado. Al mismo tiempo, se ha visto con mayor claridad la debilidad de la ideología comunista. Esto incluye el reconocimiento de que no hay coartadas para el progreso, más aun, la utopía no existe, el mundo es difícil y siempre lo será. Debemos sin embargo estar prevenidos de los riesgos que presentan el materialismo y la búsqueda del dinero por el dinero mismo, que hace que se distraiga la atención de temas más relevantes. Debe prestarse especial atención al tema universitario, puesto que los intelectuales están expuestos a ideas e ideales, y por ende resulta vital saber en qué consisten estas ideas. Hemos visto a través de la televisión a estudiantes tratando desesperadamente de liberarse de regímenes totalitarios en Pekín, en Praga y en otros lugares. También la historia nos ha mostrado que en muchos casos los estudiantes han mantenido regímenes totalitarios, y en otros casos los han entronizado. Recordemos que los estudiantes llevaron a Lenin al poder y encabezaron la marcha de Mussolini a Roma. Recordemos también que Hitler tenía el mayor rating entre los estudiantes, mayor que en ningún otro sector de la población. Es importante, en este ejemplo,,destacar que Hitler llegó al poder en una nación que poseía grandes universidades, y el pueblo alemán era considerado el más educado del planeta. Contemporáneamente, la mayor violencia en América Central tiene su origen en las universidades locales. Lo mismo ha sucedido en la Universidad de La Habana, en Cuba. Allí es donde primeramente se entrenó Fidel Castro como activista universitario. Allí fue donde aprendió a manejar armas de fuego. Los estudiantes del mundo árabe, por ejemplo, tienden cada vez más a respaldar posiciones intransigentes y fundamentalistas, además de antisemitas. Tienden a ser extremistas en aspectos religiosos y políticos, respaldando posturas nacionalistas y racistas en la forma mas virulenta que se pueda concebir. En resumen, adoptan todas las actitudes que durante el siglo XX han conducido a la guerra y a la inestabilidad generalizada. Esta situación es grave, pero lo peor es la aparente unanimidad con que actúan. No hay discusiones internas, debates ni divisiones en las que podamos cifrar esperanzas: el consenso se logra generalmente por medio del terror.
En las universidades de las naciones más civilizadas no se recurre a estos métodos para lograr homogeneidad; sin embargo, hay presiones por parte de activistas estudiantiles, especialmente en aquellas universidades que son financiadas con los recursos de los contribuyentes. En estos casos, a través de las referidas presiones, generalmente se bloquean posibilidades de libertad de expresión a los oponentes del sistema. Incluso en Gran Bretaña han sucedido episodios de esta naturaleza. Incidentes similares también han ocurrido en algunas de las universidades de más renombre en los
Estados Unidos, en Francia, Alemania, Italia y España. En todos los casos que conozco, el obstáculo a la libertad de expresión ha provenido de los movimientos de izquierda que actuaron con diversas etiquetas. Han sido procedimientos similares a los que han utilizado los estudiantes alemanes en los años '30 para obstaculizar que se expresaran los profesores judíos.
Esto me lleva a mi primera conclusión. Cualquiera que sea el motivo por el cual se establecen las universidades, de lo que sí estoy seguro es de que no son para ser usadas como arena política, porque el resultado inevitablemente conduce a la intolerancia y a la violencia. Lamentablemente, muchas autoridades universitarias, especialmente en sistemas democráticos y liberales de las naciones occidentales, son reticentes a usar su autoridad para detener a los estudiantes que actúan como activistas políticos. Es mi opinión que si se discuten temas políticos en la universidad no pueden aceptarse la violencia y las presiones, todo lo cual debe ser evitado por las autoridades. Creo que la politización de las universidades en el sentido antes descrito se debe básicamente a la cobardía de las autoridades de la universidad y quienes las apoyan, que no muestran la necesaria valentía y coraje para enfrentar el activismo estudiantil. Discutir filosofía política no es Politización. Creo que no debería aceptarse a estudiantes cuyo propósito principal es la política partidaria. Creo que esos estudiantes deberían ser expulsados. No creo que sea para nada procedente aceptar movimientos estudiantiles que actúen como sindicatos sobre la base de modelos y actitudes de los sindicatos contemporáneos. Estos no deberían ser permitidos, y mucho menos deben ser financiados por el Estado a través de aportes compulsivos.
En algunos casos se ha llegado al extremo de permitir que los líderes estudiantiles permanezcan un año más en la universidad -sin estudiar para poder dedicarse a sus actividades sindicales y politizadas. No puedo pensar en persona alguna cuya presencia resulte más ingrata a la labor universitaria. Estos llamados líderes adquieren autoridad por procedimientos dudosos, generalmente a través de presiones y del uso de la fuerza directa o indirecta. En este sentido es importante recordar la reflexión del doctor Samuel Johnson: “Señor, una universidad es un lugar donde los estudiantes vienen a aprender, no a enseñar”.
Esta politización que conduce a la intolerancia y a inhibir la posibilidad de escuchar otras opiniones se comenzó a acentuar especialmente en los años '60. Esto está íntimamente ligado a la idea de la ingeniería social. Ingeniería social es la pretensión de cambiar la sociedad tratando a los individuos como si fueran objetos susceptibles de manipulación. La politización a que me vengo refiriendo hace de apoyo logístico a la enseñanza de ese sistema de ingeniería social en las universidades. Paradójicamente, esto sucede en aquellos lugares donde deberían imponerse métodos rigurosos de aprendizaje y búsqueda de la verdad con la necesaria apertura mental. Lamentablemente, estos procedimientos muchas veces son apoyados por figuras “de prestigio” que deberían saber las consecuencias de esos actos, pero que no tienen el coraje de enfrentar la situación.
Resulta increíble pero en muchos lugares se establece lo que se ha dado en llamar “discriminación positiva”, la ' cual se aplica en favor de estudiantes que provienen de colegios estatales con bajas calificaciones y en detrimento de estudiantes que provienen dé colegios privados con altas calificaciones. Esto se hace argumentando que los padres de estos últimos chicos tienen un ingreso que es mayor que el nivel “aceptable”. Se dice curiosamente que el objeto de todo esto consiste en lograr un “balance social más equitativo”. Personalmente, me resulta difícil concebir un sistema que sea más intrínsecamente injusto y mejor calculado para producir daños en la reputación de las universidades y sus resultados, afectando especialmente el objetivo de excelencia que debe perseguir una entidad educativa. La gente piensa que esto no sucede en algunas universidades de gran reputación; sin embargo, sucede incluso en algunos departamentos de la Universidad de Oxford, en Gran Bretaña. En mi opinión, esa universidad ha sufrido tanto que lo que fue uno de los centros de más refinados estudios no debe ser considerado así en estos momentos. Claro que no es sólo el caso de Gran Bretaña, me refiero también en Estados Unidos a ' universidades como Harvard, Yale y Stanford, donde la ingeniería social opera de diversas maneras. Los mecanismos actuales hacen imposible que se expulse a un estudiante por recurrir a procedimientos violentos que han sido aprobados por los activistas de izquierda, o incluso por no realizar ningún tipo de actividad académica si están aprobados por esos grupos. Sin embargo, en estos mismos centros académicos, un estudiante puede ser expulsado si usa expresiones que no son aprobadas por aquellos activistas, especialmente contra mujeres, negros y homosexuales. Resultan increíbles los extremos a que se ha llegado en algunas instituciones (como por ejemplo el Smith College, una de las mejores instituciones educativas para mujeres), donde se ha acuñado el término lookism, lo cual significa ofender a una persona fea por mirarla durante un tiempo prolongado. Procedimientos similares han sucedido en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, y en Stanford se está trabajando actualmente en un código especial de términos en los cuales queda proscripta la expresión girls para sustituirla por el término pre-women, expresión que deberá usarse obligatoriamente. Más aun, algunas mujeres sugieren que se sustituya la palabra women por Womyn, debido a que la primera contiene la palabra mea.
En última instancia, estas y otras ideas similares apuntan q igualar en los niveles más bajos, ya se trate de universidades norteamericanas o universidades inglesas. Cada vez más se está aceptando la idea del political correctness (PC); bajo este rótulo se puede expulsar a estudiantes por utilizar términos y expresar ideas que son contrarias a esta nueva versión de relativismo cultural. Una chica lo más bien una “pre-woman”)fue expulsada de una conocida universidad por haber hecho manifestaciones en contra del comportamiento inmoral de los homosexuales. Así es que algunos estudiantes tienen que hablar en voz baja como si estuvieran en la Rumania de Ceaucescu o en el Irak de Saddam Hussein. Incluso la palabra “individuo” es objetada en algunos lugares, puesto que implica que hay algunos que tienen condiciones distintas de otros. Este proceso de nivelación hacia abajo se aplica desde luego también en las áreas de la literatura y el arte. La Universidad de Yale ha sido invadida por este movimiento, que se llama “desconstruccionista”, cuyo objetivo es la destrucción de todo estándar y punto de referencia a que se pueda recurrir para hacer comparaciones, puesto que todo es igual. Los que contrarían esta postura son tildados de fascistas. Una de las cabezas intelectuales del desconstruccionismo es el profesor Houston Baker, de la Universidad de Pennsylvania, quien ha sido recientemente elegido presidente de la Asociación del Lenguaje Moderno de los Estados Unidos. Específicamente, él declara:”Soy una de esas personas que han dedicado toda su carrera a erradicar los llamados estándares”. Debemos tener en cuenta que este relativismo conduce a la ingeniería social y al desconocimiento de lo que hemos considerado como “valores culturales”. Por mi parte, creo que las instituciones educativas deberían esforzarse para promover individuos de mayor talento en busca de la verdad y la bondad y, en este contexto, me parece de gran importancia poner énfasis en la enseñanza de la filosofía.
El positivismo lógico enseña que las proposiciones que no pueden ser verificadas empíricamente carecen de significado y son meras tautologías. Por tanto, áreas de la filosofía, la moral, la religión, la política, la teoría social y la 'estética, fueron consideradas como carentes de significado. Lamentablemente, un gran número de filósofos no reaccionaron frente a esta corriente de pensamiento. Muchos lingüistas argumentaron que los problemas filosóficos no eran más que el caos producido por el mal uso del idioma. Los positivistas lógicos sostenían que nada de esto servia para la gente común. Bertrand Russell afirmó que el sentido común era la metafísica de los salvajes (podía opinar de esa manera porque tenía muy poco sentido común). Esta forma de ver las cosas creó un moderno gnosticismo. Tal vez el autor que con mayor énfasis desarrolló este modo de ver las cosas fue Ludwig Wittgenstein, cuya concepción fue sin duda radicalmente distinta de la de Emmanuel Kant. A. J. Ayer afirmó que “la filosofía tiende a mostrar que en realidad no podemos saber muchas de las cosas que creemos saber”, lo cual es contrario a toda la tradición de Occidente, ya que significa contradecir los aportes de filósofos de la talla de San Agustín y tantos otros.
Una institución educativa debe enseñar a los alumnos las formas de incrementar su conocimiento, las maneras de discutir y debatir en una atmósfera de excelencia académica. Debe intentar la respuesta a los interrogantes de ¿por qué estamos aquí?, :hacia dónde vamos?, ¿qué significan nuestras vidas? Deben enseñarse precisamente a los alumnos las formas para ejercer sus facultades críticas para poder distinguir lo bueno de lo malo, la verdad del error. Entre otras cosas, para detectar los errores de Comte, MacLuhan, Herbert Marcuse, Michel Foucault y tantos otros. En esta misma línea de pensamiento es importante facilitar las herramientas para que pueda distinguirse lo errado de lo acertado en un mismo autor; tengo in mente autores como Claude Lévy-Strauss y Noam Chomsky. Hoy hay aproximadamente cien mil journals que se publican en el mundo en los cuales aparecen aproximadamente veinte mil ensayos por semana. Cuando se analizan estos trabajos, no se trata de detectar diversas culturas. No hay diversas culturas. Sólo hay una: la que respeta la dignidad del ser humano. Tampoco debe hacerse una separación entre los científicos y el resto de los pensadores. Los poetas y los científicos buscan la verdad cada uno a su manera. Peter Medawar ha explicado con claridad la falsedad de la distinción que habitualmente se hace al afirmar que las científicos trabajan con “hechos” y el académico humanista trabaja con “ideas”. Todos los académicos trabajan con hechos e ideas. Como muy bien ha dicho Einstein, el descubrimiento científico siempre parte de un acto de la imaginación: el científico se cuenta a sí mismo un cuento y Mego examina los datos para ver si hay verdad en esa apreciación. Así es como Einstein desarrolló su teoría de la relatividad, primero la formulación especial y luego la teoría general. Esto distingue a un verdadero científico, como Einstein, de un seudocientífico como Freud. Medawar también explica los errores de la pretendida diferencia entre ciencia pura y ciencia aplicada. El nos enseña que esa distinción en realidad fue formulada por académicos no científicos. Lo que se llama investigación pura no es mejor desde el punto de vista moral, ni desde ningún otro punto de vista, que la llamada investigación aplicada. Los diversos campos de las ciencias recurren a diversas metodologías que a veces, al confundirse, producen graves problemas de interpretación. Pero debería mostrarse la ciencia al estudiante no como algo deshumanizado y alejado, sino como algo familiar. Precisamente, este enfoque sirve para que el estudiante distinga entre ciencia y seudociencia.
Durante las últimas décadas han aparecido en las universidades lo que podemos denominar “ciencias fraudulentas”. En este sentido, se destaca la sociología. La sociología ha servido tal vez como ninguna otra seudociencia para implementar la ingeniería social en las instituciones educativas. Del mismo modo en que se enseña qué se puede hacer con el conocimiento, también debe enseñarse qué es lo que no se puede hacer. Como muy bien ha señala o el filósofo McIntyre, durante las décadas del '60 y del '70 muchos estudiantes han entrado en los departamentos de sociología “para encontrar métodos y formas para reformar la sociedad”, pero la ciencia no sirve para legitimar deseos de cambio social.
Pienso que un rol fundamental de las tareas educativas es mostrar la convicción de que la humanidad puede progresar. Eso sí, debe señalarse que, contrariamente a o que propuso Marx, no hay atajos para lograr ese objetivo. Lo cual no quiere decir que haya obstáculos insalvables. Está bien que en las universidades haya cierto grada de escepticismo que ayuda a ser inquisitivo. Este .es un ingrediente importante en las universidades, pero el cinismo y el nihilismo no tienen sentido en la universidad. Sir Francis Bacon, en su Novum Organum (1620), escribe que tal vez el obstáculo mayor para la comprensión humana aparece cuando el hombre “se desespera y piensa que las cosas son imposibles”. El “entendimiento humano', agrega,”es por naturaleza inquieto y no puede descansar; presiona siempre para continuar su tarea”. Continúa diciendo que nuestros espíritus están siempre “obsesionados por la oscuridad que presenta la naturaleza, lo corta que es la vida, lo engañosos que pueden ser los sentidos, lo provisorios que son nuestros juicios, las dificultades de experimentar, etcétera”, pero debemos aprender a enfrentar estas dificultades,”por eso hablo de esperanza”. En verdad la esperanza y la creencia de que podemos progresar es una inclinación natural en el nomo sapiens, quien deriva sus mayores satisfacciones del conocimiento que puede lograr de la resolución de asuntos difíciles, alguna vez considerados imposibles. La carrera por la vida no tiene una meta final. La felicidad consiste en la participación en esa carrera. Esté es precisamente el espíritu que debería prevalecer en la universidad: la vida es una carrera, es un desafío para lograr lo mejor, lo más excelente. Es por eso que todas las verdaderas universidades son necesariamente elitistas. Y es por eso también que la ingeniería social degrada a la universidad, porqué produce nivelamiento y uniformidad en sentido decreciente.
Resulta de gran importancia subrayar que por más esfuerzos que se hagan para obtener conocimientos, la universidad no puede dejar de lado la dimensión moral. Admito que ésta es un área que presenta dificultades, pero seria cobarde de mi parte eludirla. Muchos son los científicos, como por ejemplo Galileo, que piensan que la investigación científica es un proceso autónomo reñido con los juicios humanos sobre la moral. Fue en parte por esto que durante la Guerra de los Treinta Años ofreció sus servicios tanto a España como a sus enemigos, a los efectos de encontrar un método para establecer longitudes que por siglos se habían mantenido en secreto. No estaba interesado en el aspecto moral del conflicto. El problema es difícil para un científico, especialmente si considera que su país está envuelto en una guerra justa. Pero este tipo de problemas deben estudiarse en las universidades. Los estudiantes deberían capacitarse en procedimientos para examinar y pesar argumentos en este campo. En resumen, estoy diciendo que los estudiantes universitarios tienen que aprender el significado de lo que es el bien, de lo que es la bondad. El conocimiento no puede estar divorciado de la ética. Las universidades mismas deben operar en un marco ético. Mi convicción personal es que ese marco debe inspirarse en la tradición judeo-cristiana, el único sistema de comportamiento humano que es consistente y que promueve la justicia permitiendo simultáneamente el progreso. Si encontramos un sistema secular que apunta al bien, éste variará muy poco respecto de la antes mencionada tradición judeo-cristiana. Tengo absoluta certeza respecto de un solo punto y quiero poner el mayor énfasis que pueda: una universidad nunca debe enseñar relativismo moral. Afirmar que los sistemas morales son relativos y que son o no válidos según se trate de determinado lugar o de determinada etapa histórica se traduce en el abandono completo de la ética. Este modo de razonar permite que se justifique el apartheid, el comunismo, el nazismo, Ceaucescu o Saddam Hussein.
La universidad no sólo tiene el derecho sino la obligación de explicar los ideales de un sistema moral a través del cual solamente puede producirse una sociedad libre, creativa y justa. Cuando a un estudiante universitario se le enseña la ética, podrá o no ser una buena persona, pero sabrá de qué se trata el bien y cómo definirlo.
Aquí entonces está la respuesta a la pregunta que forma parte del título de esta conferencia: ¿para qué sirven las universidades? Son para estimular la investigación, promover el conocimiento y definir lo que está bien separándolo de lo que está mal. Así, de esas casas de estudios saldrán individuos que se beneficiarán con este triple objetivo. Los hombres son criaturas imperfectas y las universidades son instituciones imperfectas pero nuestro esfuerzo permanente debe apuntar hacia la excelencia. Como decía Bacon, “debemos hablar de esperanza”. El hombre ha sufrido un siglo XX que deja mucho que desear, como lo expliqué en la conferencia que pronuncié anoche en el acto académico de ESEADE. Lamentablemente, las universidades han hecho poco para aliviar los sucesos catastróficos del siglo XX. Más aun, en algunos casos los han promovido. Hay muchas instituciones educativas que hoy están haciendo esfuerzos para revertir esta tendencia. Espero que antes de morir veré las universidades moverse en la dirección que he señalado. Tengo esperanzas de que esto suceda. Muchas gracias.

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