Raúl Cuello, economista
INTRODUCCION
Los precios de los recursos productivos cumplen con la función de asignarlos en sus usos alternativos y en diferentes áreas geográficas, de un modo tal que se maximice la eficiencia de la economía(1). Habida cuenta que la producción obtenible ha de satisfacer niveles de bienestar presumiblemente crecientes, habrá un proceso dinámico de reasignación debido a las características de cada recurso, de sus cantidades y de las técnicas cambiantes de producción.
Pero es el caso que en el mundo real, existen ciertas fuerzas que impiden la correcta asignación de los recursos en relación a la que surgiría de un modelo con ausencia de interferencias. De ellas se destacan la presencia de monopolios, monopsonios, la falta de conocimientos acerca del funcionamiento del mercado ya sea por falta de transparencia ó ignorancia y la presencia de factores institucionales que suponen la existencia de barreras a los movimientos de factores. También ocurre con los sindicatos que obstaculizan el funcionamiento del mercado laboral. Por último no es infrecuente que el propio sistema de precios esté trabado por la intervención del Estado que los fija y controla arbitrariamente. Con todo lo importante que resultan estas cuestiones no serán motivo de análisis por estar fuera del campo de este ensayo.
Pero hay otro obstáculo. El creado por el sistema impositivo que tiene como escenario a la relación de los contribuyentes con los distintos fiscos en el territorio de la República. Los impuestos interfieren en el sistema de precios, pero habida cuenta que no puede prescindirse del financiamiento del gasto público, se requiere que lo hagan de un modo tal que no distorsionen la estructura de precios relativos de un modo que afecte la eficiencia general. Este es el núcleo del presente trabajo.
Expresado de otro modo, como el sistema económico que surge de nuestra Constitución Nacional es el de una economía libre en el marco de relaciones abiertas al Resto del Mundo, de lo que debe tratarse es que el Régimen Rentístico contribuya al afianzamiento de las garantías en términos de libertad y propiedad individual de todos los habitantes de la República Argentina, cualesquiera sean las actividades lícitas que realicen.(2) Esto que parece ser una cuestión elemental, hoy no ocurre por la falta de los dos elementos esenciales de una estructura tributaria: a) el estudio económico de los impactos que sobre el sistema tienen los distintos impuestos, tanto en términos de eficiencia como distribucionales y b) la ausencia de efectiva representatividad de los contribuyentes en el dictado de las leyes.
EL GRAN AUSENTE
Se debe comenzar por afirmarque los recursos productivos son la Tierra, el Trabajo y el Capital(3) Dado que ellos constituyen la fuente productora de bienes que al ser distribuidos definen el nivel de bienestar social, en la medida que parte de ellos se ahorren y se destinen a la inversión, se producirá un flujo circular creciente por aumento del stock de capital asociado a la fuerza laboral también creciente, toda vez que el recurso Tierra es de oferta totalmente inelástica.
Siendo esto así la base de imposición de los impuestos, analizada del lado de los recursos, puede recaer sobre la Tierra, sobre el Capital y sobre el Trabajo.(4) Y observada sobre los ingresos derivados de tales recursos se tendría al Impuesto sobre la Renta de la Tierra (URBANA Y RURAL), el Impuesto sobre intereses y utilidades y el Impuesto sobre los salarios. Finalmente si se focalizara sobre el destino de los bienes producidos se tendría al impuesto sobre los consumos inversiones, al impuesto sobre las inversiones y los impuestos sobre el comercio exterior.
Hecha esta consideración, correspondería establecer cuales son las bases del Régimen Tributario argentino, independientemente de la jurisdicción política que esté involucrada en el mismo. A este respecto, cualquier persona medianamente informada sabe que en la República Argentina, el mayor impacto de la estructura tributaria recae sobre los consumidores a través de impuestos que los alcanzan por doble vía, como perceptores de sus salarios y como consumidores por el gasto que efectúen de su ingreso disponible.
No es necesario abundar al respecto, ni tampoco hacer un listado de los gravámenes que los alcanzan desde ganancias hasta el IVA, pasando por toda la gama de impuestos internos, a los combustibles, a los espectáculos deportivos, a los servicios públicos, etc. etc. A todo lo cual se debe agregar aquellos impuestos abonados por otros, presuntamente “directos”, como ganancias empresarias, débitos bancarios, patentes, etc. una parte significativa de los cuales también son trasladados por vía precios, hacia quienes tienen menor poder de negociación en el mercado: los trabajadores.(5)
Claro está, no todos los impuestos sobre el capital son trasladables, de modo que es forzoso concluir que los recursos gubernamentales provienen de solo dos de los recursos productivos de que dispone la República. Hay un gran ausente en ese escenario y es la Tierra.(6) Y corresponde esta calificación porque el consolidado del Impuesto Inmobiliario es insignificante en relación al PBI y porque las regalías que se fijan para la extracción de los recursos del subsuelo son las más bajas del mundo.(7)
Nuestra estructura tributaria está absolutamente desequilibrada, lo cual plantea problemas de eficiencia y de equidad. Sin embargo, no existe una fórmula que defina cual es la mejor para cualquier país, porque ello depende no de ecuaciones matemáticas, sino de criterios políticos. Por ejemplo, al apartarse del pensamiento de Mayo consaagrado por la Generación del 37 y más tarde por Juan Bautista Alberdi, resignamos el merecido futuro, al que llegaron por ejemplo Canadá, Nueva Zelanda y Australia, con un sistema rentístico que promovió el crecimiento y bienestar de sus habitantes.
Redefinirnos en esta materia no es tarea fácil porque requiere de Instituciones y burócratas que deben aplicarse a una verdadera ingeniería rentística, comenzando por dar a la Nación el sistema catastral del que carece en la medida adecuada. Para no pecar de exagerado, si llegaara a existir un proyecto de país ejecutado sin solución de continuidad, esta tarea demandaría no menos de una generación.
Los precios de los recursos productivos cumplen con la función de asignarlos en sus usos alternativos y en diferentes áreas geográficas, de un modo tal que se maximice la eficiencia de la economía(1). Habida cuenta que la producción obtenible ha de satisfacer niveles de bienestar presumiblemente crecientes, habrá un proceso dinámico de reasignación debido a las características de cada recurso, de sus cantidades y de las técnicas cambiantes de producción.
Pero es el caso que en el mundo real, existen ciertas fuerzas que impiden la correcta asignación de los recursos en relación a la que surgiría de un modelo con ausencia de interferencias. De ellas se destacan la presencia de monopolios, monopsonios, la falta de conocimientos acerca del funcionamiento del mercado ya sea por falta de transparencia ó ignorancia y la presencia de factores institucionales que suponen la existencia de barreras a los movimientos de factores. También ocurre con los sindicatos que obstaculizan el funcionamiento del mercado laboral. Por último no es infrecuente que el propio sistema de precios esté trabado por la intervención del Estado que los fija y controla arbitrariamente. Con todo lo importante que resultan estas cuestiones no serán motivo de análisis por estar fuera del campo de este ensayo.
Pero hay otro obstáculo. El creado por el sistema impositivo que tiene como escenario a la relación de los contribuyentes con los distintos fiscos en el territorio de la República. Los impuestos interfieren en el sistema de precios, pero habida cuenta que no puede prescindirse del financiamiento del gasto público, se requiere que lo hagan de un modo tal que no distorsionen la estructura de precios relativos de un modo que afecte la eficiencia general. Este es el núcleo del presente trabajo.
Expresado de otro modo, como el sistema económico que surge de nuestra Constitución Nacional es el de una economía libre en el marco de relaciones abiertas al Resto del Mundo, de lo que debe tratarse es que el Régimen Rentístico contribuya al afianzamiento de las garantías en términos de libertad y propiedad individual de todos los habitantes de la República Argentina, cualesquiera sean las actividades lícitas que realicen.(2) Esto que parece ser una cuestión elemental, hoy no ocurre por la falta de los dos elementos esenciales de una estructura tributaria: a) el estudio económico de los impactos que sobre el sistema tienen los distintos impuestos, tanto en términos de eficiencia como distribucionales y b) la ausencia de efectiva representatividad de los contribuyentes en el dictado de las leyes.
EL GRAN AUSENTE
Se debe comenzar por afirmarque los recursos productivos son la Tierra, el Trabajo y el Capital(3) Dado que ellos constituyen la fuente productora de bienes que al ser distribuidos definen el nivel de bienestar social, en la medida que parte de ellos se ahorren y se destinen a la inversión, se producirá un flujo circular creciente por aumento del stock de capital asociado a la fuerza laboral también creciente, toda vez que el recurso Tierra es de oferta totalmente inelástica.
Siendo esto así la base de imposición de los impuestos, analizada del lado de los recursos, puede recaer sobre la Tierra, sobre el Capital y sobre el Trabajo.(4) Y observada sobre los ingresos derivados de tales recursos se tendría al Impuesto sobre la Renta de la Tierra (URBANA Y RURAL), el Impuesto sobre intereses y utilidades y el Impuesto sobre los salarios. Finalmente si se focalizara sobre el destino de los bienes producidos se tendría al impuesto sobre los consumos inversiones, al impuesto sobre las inversiones y los impuestos sobre el comercio exterior.
Hecha esta consideración, correspondería establecer cuales son las bases del Régimen Tributario argentino, independientemente de la jurisdicción política que esté involucrada en el mismo. A este respecto, cualquier persona medianamente informada sabe que en la República Argentina, el mayor impacto de la estructura tributaria recae sobre los consumidores a través de impuestos que los alcanzan por doble vía, como perceptores de sus salarios y como consumidores por el gasto que efectúen de su ingreso disponible.
No es necesario abundar al respecto, ni tampoco hacer un listado de los gravámenes que los alcanzan desde ganancias hasta el IVA, pasando por toda la gama de impuestos internos, a los combustibles, a los espectáculos deportivos, a los servicios públicos, etc. etc. A todo lo cual se debe agregar aquellos impuestos abonados por otros, presuntamente “directos”, como ganancias empresarias, débitos bancarios, patentes, etc. una parte significativa de los cuales también son trasladados por vía precios, hacia quienes tienen menor poder de negociación en el mercado: los trabajadores.(5)
Claro está, no todos los impuestos sobre el capital son trasladables, de modo que es forzoso concluir que los recursos gubernamentales provienen de solo dos de los recursos productivos de que dispone la República. Hay un gran ausente en ese escenario y es la Tierra.(6) Y corresponde esta calificación porque el consolidado del Impuesto Inmobiliario es insignificante en relación al PBI y porque las regalías que se fijan para la extracción de los recursos del subsuelo son las más bajas del mundo.(7)
Nuestra estructura tributaria está absolutamente desequilibrada, lo cual plantea problemas de eficiencia y de equidad. Sin embargo, no existe una fórmula que defina cual es la mejor para cualquier país, porque ello depende no de ecuaciones matemáticas, sino de criterios políticos. Por ejemplo, al apartarse del pensamiento de Mayo consaagrado por la Generación del 37 y más tarde por Juan Bautista Alberdi, resignamos el merecido futuro, al que llegaron por ejemplo Canadá, Nueva Zelanda y Australia, con un sistema rentístico que promovió el crecimiento y bienestar de sus habitantes.
Redefinirnos en esta materia no es tarea fácil porque requiere de Instituciones y burócratas que deben aplicarse a una verdadera ingeniería rentística, comenzando por dar a la Nación el sistema catastral del que carece en la medida adecuada. Para no pecar de exagerado, si llegaara a existir un proyecto de país ejecutado sin solución de continuidad, esta tarea demandaría no menos de una generación.
1- Es el planteamiento de un sistema competitivo.
2- Ver del autor “Sistema Económico, Régimen Rentístico y Deterioro Institucional” Ensayo presentado el 29-10-09 en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. 3- Es la división que establecieron los exponentes de la Economía Clásica, que luego en la etapa del Neoliberalismo quedó reducida a sólo dos recursos: el Capital y el Trabajo, subsumiendo a la Tierra con el Capital y desconociendo la naturaleza de uno y otro. 4- La remuneración del Empresario estaría comprendida en el gravamen sobre el Trabajo.
5- El autor sostiene que a los trabajadores se les aplica impropiamente el impuesto a las ganancias, ya que en modo alguno el salario debe considerarse como tal. El empresario tiene un crédito por sus pérdidas pero el trabajador cuando queda sin empleo no recibe ningún crédito. Por lo demás para obtener su salario debe aplicar la mayor parte de su vida útil con lo cual el salario es la contrapartida de su bien más preciado.
6- La definición ampliamente aceptada de Tierra según H. George es la siguiente: Tierra es todo lo que no es Capital ni Trabajo. Es decir es todo lo que la Naturaleza a dado al hombre, la superficie, el subsuelo, los ríos, los mares, el aire, los vientos, el espacio aéreo
7- Las regalías petrolíferas son del 12% para pozos primarios y del 8% para pozos secundarios.
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