HOY
NATALICIO DE ALBERDI
Héctor Raúl Sandler,
Profesor Consulto, Derecho, UBA
.
¿Cuál habría sido el juicio de Alberdi sobre la actual restauración
de la sociedad antigua en nuestro país violando in crescendo los principios fundamentales contenido en la brillante
Constitución Argentina de 1853/60?
¿Cuál su juicio sobre el despótico, arbitrario y destructor
sistema de impuestos que priva de trabajo y hogar a millones de argentinos
, castiga a la producción y cancela el
libre comercio hasta ubicar a nuestro
país a la cola de los más atrasados del mundo?
Quien lea su obra completa verá que refleja un consistente
pensamiento. El necesario para ordenar una sociedad próspera fundada en el
trabajo de hombres libres, con fácil e
igual derecho de acceso a la tierra y
exento de impuestos.
El Discurso
Preliminar de Filosofía del Derecho (1830) , Las Bases
(1850), el Sistema Económico y Rentístico para la Confederación Argentina
(1854) y su sátira titulada Peregrinación de Luz del Día. Viaje y Aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo
(1871), contienen sus pensamientos rectores, ocultos en la Argentina actual. Su
profunda filosofía fue la base intelectual de una legislación favorable a
nuestro rutilante progreso gracias al
ingreso de millones de seres humanos para hacer sus propias vidas ayudados por
la afluencia de capitales del mundo entero.
¿Qué estadista o político argentino se atreve hoy, en vísperas
electorales , a explicar cómo fue posible esa hazaña para poderla continuar? El
reto del Alberdi, “gobernar es poblar” sigue
vigente hoy. Un pais como el nuestro,
con tierra, agua y clima tan propicios para la vida , con casi 3
millones de km2 puede albergar con gran comodidad más 200 millones de personas.
En un momento en que en muchos países de Europa sobra gente.
El real desafío lanzado a los intelectuales y políticos argentinos
pasa por explicar por qué se ha cortado y no se puede reiniciar el poblamiento de nuestro inmenso y
excepcional territorio. Disponemos de un país impúdicamente vacío en
su mayor parte y la escasa población con que contamos vive hacinada
en tugurios que avergüenzan que crecen cada vez mas en unas pocas decadentes
ciudades.
Cambios materiales e ideológicos desde la primera Guerra Mundial
(1914/1918) sumergieron al mundo en
baños de sangre y confundieron a los cultivadores del derecho y la economía. Al
fin de aquella insensata guerra, un vendaval
“colectivizante” de derechas e izquierdas opacaría al mundo de las ideas
y pondría en el sótano de pocas bibliotecas el pensar de personas realmente
progresistas. En nuestro país Alberdi
fue uno de los sepultados con sus ideas
fundadoras.
Tras aquella guerra de 1914 un pensamiento mecanicista y tecnocrático
sustituyo al arte de la “política económica”. En su lugar se desarrollo una “ciencia económica”
orgullosa de sus ecuaciones matemáticas. Fruto de esos nuevos aires regresó a
nuestro país una persona brillante que en su adolescencia pretendía ser sacerdote. Su padre miembro de una familia
rica y aristocrática lo apartó de ese camino enviándolo a Europa para que fuera
ingeniero. Hablo de don Alejandro Bunge. No fue cura ni se aplico a la ingeniera de
obras, sino a la social. Uno de sus discípulos,
también joven brillante, cobraría notoriedad y fuerte influencia, primero en la
dictadura de Uriburu y luego en la academia y el mundo internacional. Los efectos de su pensar rigen aun hoy. Hablo de
don Raúl Prebisch.
Ninguno de estos cultivadores de la nueva “ciencia económica” pudo
o quiso salvar a la sociedad argentina
del daño que le estaba causando, desde
su promulgación, una ley fundamental en la tarea de ordenar al pais. En lo que
respecta a la ancestral y central cuestión social del acceso a la tierra, esta ley era contraria al programa económico
de la Constitución Nacional. Hablo
del Código Civil de 1869.
En materia de derecho de propiedad al suelo el Codificador se separó con toda conciencia de los liberales
principios de la Revolución de Mayo y de la Constitución. Importó
a nuestro país el derecho
romano de propiedad sobre la tierra. Fue un compromiso
comprensible. Había que congeniar los
intereses de unos pocos terratenientes locales con las ansias de trabajo de millones
de personas “sin tierra”. Todos deseosos de hacer de la Argentina su nueva
patria.
El sistema romano de propiedad
privada sobre la tierra incluía dos derechos. Uno, el pausible “derecho
privado” a usar y trabajar la tierra. El otro – indebidamente – el
derecho a embolsar un bien público: la renta del suelo. Este “valor” crece en proporción logarítmica a
la demanda de tierra y se reconoce en el “precio de mercado” del lote de
tierra. Ese valor es un bien público,
porque es efecto del desarrollo social como un todo y no del trabajo de
propietario. Es un “crédito de la sociedad” contra el propietario del suelo y
tiene por fin afrontar el gasto público.
El Código Civil permitió (y permite) al dueño de la tierra “apropiarse” de ese “bien publico”, con el efecto
que el gobierno carece de ese recurso. Hecho a partir del cual debe apelar a
fuentes dañinas para la sociedad: los impuestos al trabajo y el consumo y a la emisión
de moneda sin respaldo (inflación).
Alberdi , discípulo de Echeverria, hombre conocedor del pensamiento fisiocrático
de la Revolución de Mayo, hizo feroz
crítica al proyecto de Código Civil de Vélez. Lo tuvo por retrógrado, pues
todas sus fuentes en la materia eran tomadas de leyes de países monárquicos . a
la vez que ocultaba las fundantes leyes de la Revolución de Mayo. No fue
escuchado ni entendido o demasiado
entendido como para permanecer en el país.
Tuvo que vivir exiliado la mayor parte de su vida.
Con el Código Civil en vigencia y las oleadas inmigratorias ( pasamos
de 1 a 10
millones de habitantes en pocos años) comenzó
a repetirse aquí la historia de la Antigua
Roma. El efecto fue
amortiguado antes de la guerra por ser la Argentina “granero del mundo” y contar con los
derechos aduaneros como principal ingreso publico.
Mas dada la base romana del derecho a la tierra y a su renta , ocurrida
la crisis de 1929 y el proteccionismo mundial, la fuente “externa” de recursos
(derechos a la exportación) cayó en
picada. Había que corregir el sistema de
recursos del Estado. Se lo hizo en 1931, pero no por la vía que correspondía.
En los 1930, el pensamiento de Alejandro Bunge, Raúl Prebisch y sus condiscípulos de
escuela, privó. Propusieron y lograron que la
dictadura militar de entonces estableciera por ley la cepa del asfixiante régimen impositivo
actual, Se dicto la ley “impuestos a los
réditos”. La palabra parece encerrar un gran principio social: “quien más gana
más paga”. Pero en verdad encubre (la palabra y la frase) una horrible realidad: en la Argentina ganar por el
trabajo es castigado. Tras ese terrible
principio lo demás viene por añadidura. El gasto público pierde toda mesura y crecen
los parásitos del Estado. Ese gasto es pagado básicamente con exacciones a los salarios de los
trabajadores.
Un creciente temporal de leyes creando impuestos al trabajo y a la
inversión de capital, a la producción y al consumo caracteriza a las finanzas
desde 1932 a
la fecha. Con esta legislación ha sido
derogada en la práctica la Constitución Nacional
de 1853/60. En su lugar una distinta “constitución real” rige la vida y destino de
sus habitantes.
Realizar a pleno valores sociales
como la libertad individual, derechos humanos para todos, democracia estable,
el federalismo efectivo, la republica con
división de poderes e inclusive el Derecho, así, escrito
con mayúscula, son aspiraciones,
no realidades. Palabras que flotan en el
mundo de los deseos, usadas por los candidatos en campañas electorales o por
los gobiernos para justificar sus desatinos. Nadie en su sano juicio se atrevería
a revivir el eslogan de Alberdi “gobernar es poblar”. Ni nadie parece siquiera
recordarla, a pesar que la emigración de los mejores y de sus capitales es una sangría
constante que padece la
Argentina.
El prócer de la
Constitución ha sido olvidado. Porque la Constitución por él
propuesta ha sido enterrada debajo de una asfixiante maraña legislativa.
Hagamos votos para que al celebrar su natalicio, Día del Abogado,
los hombres públicos y en especial los
abogados, tomen conciencia de las causas
del fracaso argentino y para que su pensamiento ilumine el camino de la recuperación
argentina.
Buenos
Aires, Agosto 29 de 2013
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