Sistemas monetarios
alternativos y complementarios. Más allá del dinero convencional, ¿o junto a
él? *
Definición de Dinero: no existe legalmente. Predomina entre
otras la que sostiene que puede
definirse como tal cosa a cualquier medio que las partes elijan libremente como
medio de intercambio consensuadamente (vgr. Bernard Lietaer).
El ordenamiento legal describe y norma sus funciones pero no
define su naturaleza jurídica. La doctrina económica también lo describe a
partir de sus cualidades y funciones como unidad de cuenta, unidad de medida,
medio de cambio y de conservación del valor (ahorro), aunque ésta última
función, según la doctrina Geselliana (vgr. Silvio Gesell) es una
contradicción. El dinero se hace para circular y enriquecer a quienes lo
utilizan para intercambiar riquezas, generar empleo a través de la demanda y
fortalecimiento de la oferta y el empleo. No para retirarlo de circulación
mediante la promoción de estímulos (vgr. Altas tasas de interés). Un “tal
dinero” que sostuviera simultáneamente las
“destrezas” para “circular” y para “retirarse de circulación” (a través
de la tasa de interés) entraría en una contradicción no sostenible: la
promoción de la economía y su paralización a la vez. Circulación y ahorro.
Ciclos de auge y caída, crecimiento y recesión. Para eso necesitamos cambiar el
diseño del dinero (dado que como tal no existe y es una simple convención) por
otro que persiga fines humanistas: nuestro bienestar general en comunidad, sin
riesgos de ciclos económicos de auges y caídas, crecimiento y depresión,
desocupación masiva, crisis y pobreza fruto de la concentración. ¿Es posible
evitarlo? Sí por supuesto, sólo debemos cambiar nuestra definición y diseño del
dinero actual. El resto, viene solo.
De allí nace la primera distinción técnica entre lo que luego
llamaríamos la “Economía Real” vs. “Economía Financiera”. Silvio Gesell lo
planteó por primera vez en forma sistematizada en su obre “El Orden Económico
Natural por Libretierra y Libremoneda” publicada en 1907 y escrita
originalmente en Buenos Aires. Su modelo fue luego tomado por John M. Keynes en
su “Teoría General” treinta años después. Y esos modelos -los keynesianos y
clásicos- están en crisis. ¿Qué sigue? Dependerá de qué concepto del dinero
tienes el mundo que consigues: un cambio de conciencia ecológico no puedo
lograrse sin un cambio del dinero, y al revés de la misma forma.
Recordemos que a partir de la decisión del Presidente Nixon
del 15 de agosto de 1971 de quitar el respaldo oro a la divisa norteamericana
los dineros nacionales dejaron de tener un patrón objetivo “anclado” y
comenzaron a flotar entre ellos. Las divisas de los países comenzaron a
fluctuar y la especulación financiera a crecer exponencialmente mediante la
especulación y los derivados financieros, que actualmente ponen en riesgo los
equilibrios del sistema financiero y
económico. En 1975 sólo el 25% de las transacciones financieras internacionales
correspondían a movimientos especulativos. En 1999 dicho porcentaje subió al
99%. Lo que significa que solo el 1% de las operaciones monetarias
internacionales corresponden a transacciones reales del comercio internacional.
El resto es “virtual”, en términos que no
se corresponde con bienes y servicios concretos de la economía física real. Qué
puede ocurrir en el futuro con esa curva exponencial?... No se podrá sostener
dado que los acuerdos monetarios internacionales parecen entrar en una crisis
grave, que llevaría a cambiar dichos acuerdos, y con él, la concepción del
dinero vigente para no repetir los mismos problemas que pretenden solucionarse
después de una crisis.
Necesitamos una “Moneda Ecológica”. Hay varias opciones, pero
todas parten del modelo geselliano según el mismo Keynes lo reconociera en su
obra en 1936. Propongamos un nuevo diseño en base a estos (¿nuevos?)
paradigmas.
El dinero es una fuerza que circula. Cualquiera puede crearlo
y ponerlo en circulación. Basta con que una moneda o billete obtenga aceptación
social para que funcione. Históricamente ha habido multitud de experiencias de
monedas o billetes acuñados por grupos o comunidades locales, al margen del
control gubernamental, que han funcionado con normalidad. Aún hoy, estas
monedas y billetes existen en algunos municipios y comunidades y constituyen
una verdadera alternativa al sistema monetario oficial, bajo control absoluto
de los Bancos Centrales.
En “La verdad acerca del dinero” Leonard Orr cuenta la historia de John Sutter
que en 1880 construyó un fuerte en lo que es ahora Sacramento, California: “a
todos los viajeros que pasaban por allí y paraban en el fuerte, les ofrecía
comida y estadía gratis. Sus huéspedes ayudaban con el trabajo en el fuerte, y
las cosas que necesitaban para continuar en su viaje se las compraban a John”.
John prosperó, tenía varias fábricas en el fuerte y empezó a fabricar monedas
de acero para pagar a sus trabajadores. “Ellos podían comprar artículos en el
negocio de John, canjeándolos por ese dinero”.
La historia de John Sutter no es un caso aislado. En el pasado de EEUU hay
muchos ejemplos. Los peluqueros, los hosteleros, varios comerciantes y algunos
Bancos locales imprimieron dinero y prosperaron sin tener que pagar intereses.
En 1974 el Parlamento Británico promulgó la Currency Act que prohibía a los
colonos norteamericanos la impresión de papel moneda y les obligaba a aceptar
los billetes del Banco de Inglaterra. Pero hoy en día los sistemas monetarios
alternativos o complementarios están reapareciendo en muchas partes. “El
movimiento de sistemas monetarios locales empieza a expandirse por el mundo”,
comenta Orr.
Hay otras iniciativas monetarias exitosas. Algunas son públicas, aunque de
ámbito local o regional. Otras son privadas, como los famosos Travel Check, los
cheques de viaje de American Express, canjeables por dólares y aceptados en
casi todos los países del mundo. O el “swiss dinhar” iraquí, una moneda
fabricada por una empresa suiza antes del embargo y que compitió con la moneda
oficial de Saddam Hussein, logrando incluso mayor aceptación que esta pese a no
contar con respaldo oficial y haber sido declarada ilegal. O como otras muchas
iniciativas privadas de ámbito más reducido.
Durante la Edad Media, se acuñaban distintas monedas en los
cientos de pequeños feudos que existían en Europa. En la España del siglo
XVIII, y hasta mediados del siglo XIX, cuando se creó el Banco de España, había
muchos Bancos privados con facultad de emisión de moneda. De hecho, el Banco de
España proviene de uno de estos, el Banco de San Fernando, que cambió de nombre
en 1856 con la Ley de Bancos de Emisión. Esta ley otorgó al Banco de San
Fernando, rebautizado como Banco de España, el monopolio de emisión durante 25
años, al término de los cuales se le concedió el monopolio indefinido. Hasta
1962 no fue nacionalizado y desde 1989 el Banco de España goza de total
autonomía con respecto al gobierno.
Hoy son generalmente los Bancos Centrales quienes fabrican
los billetes, pero éstos no deben monopolizar la emisión de dinero en ningún
país. Leonard Orr explica en su libro que “todos tenemos derecho a imprimir
billetes o acuñar monedas con tal de que no sea falso, es decir, dinero como el
de otro. Funciona si podemos hacer que la gente lo use en el intercambio de
ideas, productos y servicios. La gente utilizará cualquier tipo de dinero que
funcione en un mercado. El dinero circula. Funciona por acuerdo. Nosotros, las
personas, somos la fuente del dinero. Tenemos el derecho de crear sistemas
monetarios que sirven tanto a nuestra prosperidad personal, como a la comunidad.”.
Nuevos e imaginativos sistemas monetarios están apareciendo
por todo el mundo. “Es importante que los ciudadanos entiendan y aprendan a
crear un sistema monetario más racional” señala Leonard Orr. Además de
diferentes tipos de moneda local, en Estados Unidos funciona el “Norfed
American Liberty Currency (Moneda Norfed de Libertad Americana), de ámbito
nacional y basado en monedas de plata. Son certificados de plata aceptados por
muchos comercios y Bancos. Se distribuye a través de casas de cambio y tiende a
aumentar su valor, en lugar de disminuirlo, en épocas de inflación, gracias a
que la plata mantiene normalmente un valor al alza.
A principios de marzo de 2007 tuvo lugar en Brihuega,
Guadalajara (España) una “Conferencia de Monedas Complementarias”. Allí se dijo
que “el dinero, como tecnología que facilita el intercambio de bienes y
servicios, es uno de los más ingeniosos inventos de la inteligencia humana.
Pero su diseño actual está alimentando una espiral destructiva de consumismo,
una economía basada en el crecimiento exponencial (de la producción, el consumo
y la contaminación) en la que inevitablemente los ricos (ya sean individuos,
instituciones o países) se vuelven cada vez más ricos, y los pobres más pobres
y más numerosos”.
Los participantes en esta Conferencia que se celebra anualmente creen que se
puede diseñar de otra forma: “Nuestra economía globalizadora depende totalmente
del suministro de petróleo barato para proveer todas nuestras necesidades
básicas, desde la producción y distribución de comida, pasando por todos los
servicios sociales y de salud, hasta las materias primas de cualquier empresa.
También depende de una moneda diseñada para "robar a los pobres y
enriquecer a los ricos": tanto a nivel local como a nivel global, y es
importante entender que las dos cosas están estrechamente conectadas”.
Los asistentes al encuentro de Brihuega debatieron acerca del Pico del Petróleo
y otros temas de actualidad: “nuestra conclusión fue que tenemos que crear
economías locales más solidarias, locales y fuertes, que no contribuyan a la
explotación del tercer mundo ni de los recursos no-renovables; que la forma más
segura, comprobada y rápida de conseguir esto es a través de la creación de
monedas complementarias; y que entonces lo más urgente e importante es ampliar
la formación sobre ellas aquí en España”.
Este grupo propugna economías locales sostenibles: “Llegue o no una crisis
económica seria, es indispensable para la sostenibilidad económica, ecológica y
social de todas nuestras ciudades y zonas rurales construir economías locales
más fuertes y solidarias. Esto a su vez repercute en las economías que las
nuestras ahora están (automáticamente) explotando. Re-diseñar el dinero es una
tarea fundamental. Una sostenibilidad económica local se refleja en una
economía sostenible y solidaria a nivel global también: y es algo que todos
podemos hacer trabajando localmente, pensando globalmente”.
El comunicado final del encuentro añade: “No es solamente prudente, sino que
supone un gran beneficio local y social: menos desempleo, más riqueza a nivel
local y muchos beneficios para el medio ambiente. Así es como surgió la idea de
organizar esta conferencia, y dedicar un tiempo a profundizar en qué son, por
qué son tan importantes, cómo funcionan, y cómo se ponen en marcha y manejan
las monedas complementarias, creando lazos y redes de apoyo para las personas
que quieren fomentarlas en su zona”.
La “economía verde” suscita gran interés. El VIII Congreso Internacional de
Permacultura, que tuvo lugar en mayo de 2007 en Brasil, se ocupó
fundamentalmente de este concepto, que encuentra cada día más adeptos. Un
ejemplo muy actual lo tenemos en Brasil, donde hace unos años se creó un Banco
de crédito comunitario en un distrito pobre de Fortaleza, en el Estado de
Ceará. Este Banco emite una moneda denominada Palma (1 Palma = 1 Real), y sólo
se utiliza en las transacciones económicas que tienen lugar en la zona. Como
por arte de magia, se ha estimulado enormemente el dinamismo económico del
distrito, se han generado 1.200 puestos de trabajo y la riqueza circula y
permanece en la comunidad.
Otro ejemplo es el sistema monetario argentino llamado “Rocs”. Uno de sus
promotores, Horacio Krell, afirma que “una inteligencia perversa, que maneja el
mundo en provecho propio, ha creado un sistema monetario que está diseñando un
futuro sin futuro. Los que desean un cambio deben pensar en qué cultura desean
promover antes de elegir el tipo de dinero que la materialice. Para abordar un
cambio cultural hay que cuestionar los factores de exclusión social, enfrentar
el dilema de cómo financiar el envejecimiento de la población, la inestabilidad
monetaria, la destrucción del planeta y la revolución de la información que
aumenta el desempleo. La lucha contra la exclusión requiere contar con
herramientas innovadoras”.
Para Krell, “el dinero complementario es una moneda convertible en bienes,
servicios y salud social, fomentando el intercambio. Complementa a la moneda
nacional donde ésta se manifiesta incompetente. Estructurada en redes
cooperativas desafía el principio de escasez -propio del sistema capitalista-
que es funcional al afán de lucro y de concentración de la riqueza. La nueva
moneda genera comunidades solidarias dedicadas al mejoramiento económico y
social de sus miembros”.
Pero Rocs nunca se experimentó todavía, es una teoría que conjuga ciertos
beneficios. Al usar la hora de trabajo como unidad de cuenta que mide el aporte
personal al sistema, no desaparece si se devalúa la moneda nacional. Al ser de
crédito mutuo la moneda se crea en cada transacción, sin correr el riesgo de
que se emita más o de menos dinero que el necesario para que funcione bien la
economía. La tasa de intercambio se negocia, no es 1=1 como en Time dollars.
Esto permite la libertad de precios. Se autofinancia con la oxidación del
dinero, un impuesto a su retención que lo considera como un servicio público.
Las compras se promocionan automáticamente, sin marketing, ya que nadie se
queda con un dinero que paga impuestos por su tenencia.
Rocs no es una moneda física que pueda devaluarse o que se pueda prohibir. El
crédito es mutuo, se crea con la transacción. Rocs fomenta el empleo, crea
capital social, sentido de comunidad y nueva riqueza. No se puede robar. “El
sistema monetario choca con los ecosistemas y los recursos del planeta. O
satisfacemos las necesidades con nuevas tecnologías, políticas, estrategias y
valores, o vendrá el derrumbe, hagamos que la palabra futuro tenga sentido. El
sistema monetario actual nos lleva a la hecatombe”, afirma Krell.
En Argentina, donde la moneda oficial está hundida, la
población ha creado monedas alternativas dentro de comunidades -anillos de
trueque- fundamentadas en la autoayuda. Una moneda alternativa llamada Crédito,
llegó a ser muy popular, pero fracasó. “Después de un exitoso comienzo tuvo que
ser abandonada porque fue objeto de una masiva falsificación”, explica Sylvain
Coipet en un artículo titulado “Monedas alternativas y divisas
complementarias”.
Sin embargo, para Coipet es posible “construir un moneda alternativa
mundial” y una “nueva globalización desde la base”. En su artículo explica la
experiencia del “Chiemgauer” llevada a cabo en Alemania: “Una empresa escolar
en Prien, Alemania, perteneciente a una escuela Waldorf, ha introducido
recientemente una moneda de ámbito regional. La prohibición alemana de acuñar
monedas fue eludida por medio de la fundación de una asociación. Para utilizar
el Chiemgauer es necesario ser miembro de dicha asociación. El Chiemgauer se
emite con una paridad 1:1 con respecto al euro y pierde cada trimestre un 2% de
su valor.
Para evitar incomodas cuentas en las tiendas, cada tres meses se sellan los
billetes con una nueva marca. Si bien está fuertemente influida por el
planteamiento de Silvio Gesell, esta iniciativa guarda al mismo tiempo relación
con elementos -mucho menos simbólicos- propios del concepto de dinero
alternativo que la trimembración social alude. De esta manera un 3% del importe
librado va a parar a un fondo de uso social. Esto insinúa ya la tercera función
del dinero, que al margen de sus funciones habituales, compra y préstamo, es
también susceptible de donación.
De los diferentes usos, que hasta hoy en día mediante impuestos habían sido
financiados, se haría una mejor gestión por medio de asignaciones individuales
de donaciones. Esto es sobre todo aplicable al ámbito cultural. Para ello,
debería emplearse directamente el dinero envejecido. Semejante mezcla de los
planteamientos de Silvio Gesell y Rudolf Steiner tiene la gran
ventaja de ganarse la confianza de todos los partidarios de una reforma
monetaria que abarque urgentemente la donación. Esto es para muchos una
ampliación de horizontes.
Sería evidentemente deseable la iniciativa paralela de desarrollar el enfoque
deRudolf Steiner donde el dinero no se desgasta paulatinamente sino que
resulta de "duración limitada". Se podría pensar que el dinero solo
podría ser nuevamente renovado si ha sido colocado en la cuenta de alguna
institución pública. Una moneda semejante -como el Chiemgauer- se presta a una
relativamente sencilla introducción.
Puesto que el Chiemgauer está todavía encuadrado en un marco calculable y
compulsable, no es necesario por el momento prestar atención a posibles
falsificaciones. No obstante, que la moneda vaya camino del éxito no está en absoluto
garantizado y que pueda caer en la ruina- como ya lo hizo el Crédito en
Argentina- es evidentemente motivo de preocupación. De ahí que se tengan ya
consideraciones al respecto por parte del Banco alternativo GLS-Ökobank para
hacer posible cuentas bancarias en moneda regional y con ello poder pagar con
tarjetas de crédito; y garantizar la seguridad frente a posibles
falsificaciones”.
Además de estos esfuerzos por crear monedas complementarias
desde la iniciativa privada, también existen ejemplos desde el sector público.
En un artículo titulado “Sistema Monetario Municipal Paralelo”, publicado en la
revista de la Facultad de Ciencias Económicas UNMSM de Perú, Óscar Berckemeyer
expone detalladamente su “propuesta económica relativa al establecimiento de un
sistema monetario a nivel municipal”: “Un Sistema Monetario Municipal Paralelo
implica la creación de una moneda en el ámbito municipal. Ésta sería una moneda
respaldada por recursos humanos (nuestros recursos humanos están siendo
desperdiciados porque no tenemos un sistema para utilizarlos). El sistema
consiste en la emisión de obligaciones por un municipio, las que estarían
respaldadas por un nuevo impuesto de participación ciudadana. La moneda tendría
respaldo por la promesa del municipio de otorgar al tenedor una hora de trabajo
de uno de los residentes de la localidad. Para darle fortaleza a la moneda se
restringe la emisión a un cierto número de veces de la recaudación anual. De
esta manera nunca estaría en cuestión de la capacidad de pago de cada
municipio. Por ejemplo: Municipio: 10.000 personas. Económicamente activos:
4.000 personas. Participación ciudadana por año: 40 horas. Recaudación por año:
160.000 horas hombre. Máxima emisión (10 años) 1.600.000 horas hombre. Este
municipio podría acceder a un total de 1.600.000 horas hombre”.
Según la propuesta de Óscar Berckemeyer, “La moneda de cada municipio sería
libremente convertible a la moneda nacional. Su tasa de cambio estaría
determinada por su libre oferta y demanda en el mercado de cada municipio. Es
probable que existan tasas de cambio diferentes por municipio, y ello
simplemente reflejaría la diferencia en riqueza, manejo fiscal y monetario de
cada uno de ellos. El municipio contrataría a cualquier persona que califique
para un proyecto planeado y también determinaría qué tipos de trabajo se
deberían efectuar para su beneficio. Éstos serían trabajos básicos de
infraestructura, limpieza, áreas verdes, descontaminación, seguridad y apoyo
social”.
En sus conclusiones, Berckemeyer subraya que “el tener que limpiar, cuidar,
pintar y arreglar diferentes partes del municipio hará que los ciudadanos del
distrito tomen más conciencia cívica y participen más en asuntos vecinales.
Adicionalmente, cuando el municipio se mejore, esto creará un “efecto habitante”.
O sea que residentes de afuera invertirán en el distrito y los residentes del
distrito mismo tendrán más confianza de invertir en su propio distrito. Todo
esto debería de crear un círculo virtuoso de desarrollo”.
El futuro debe ganarse; y al igual que el dinero diseñarse de
tal forma que el mismo sea factible. Una reforma del sistema monetario agregado
es inevitable. Aprovechemos la oportunidad.