martes, 16 de febrero de 2010

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Por qué El Enfiteuta

Tal vez la Ley de Enfiteusis de Bernardino Rivadavia sea el primer ejemplo del fracaso estruendoso de una medida de política agropecuaria, dirigida por lo que el filósofo Tzevtan Torodov llama la “tentación del bien".

En 1826, las tierras públicas se encontraban inmovilizadas como garantía del empréstito Baring. Rivadavia necesitaba recursos para fondear la guerra con el Brasil y las tierras públicas podían ser una fuente de recursos.

Desempolvó del derecho romano la figura de la enfiteusis, una suerte de arrendamiento “a perpetuidad” y la convirtió en ley ese mismo año. Mediante esta figura se entregaba a los enfiteutas la explotación de las tierras públicas a cambio de un canon de 4% de su valor si eran para agricultura o de 8% si eran para ganadería.

En su imaginación, Rivadavia no solo fondearía las arcas del estado sino también promovería el desarrollo del campo argentino, gracias a la fecunda labor de los enfiteutas.

Pero la ley adolecía de fallas y omisiones que la convirtieron en un instrumento perverso para la apropiación de la tierra. Siguiendo a Jacinto Oddone, quien en 1930 estudió detalladamente el tema, lo que pasó fue lo siguiente.

El valor de la tierra lo fijaba una comisión de cinco propietarios lindantes al campo a ser dado en enfiteusis. Por otra parte, no había límites para la superficie a pedir. Entonces el grupo de criollos más allegados al manejo de los asuntos públicos comenzó a tomar tierras en enfiteusis de manera escandalosa. “Una vez en posesión de ella (la tierra), no pensó en trabajarlas sino que la subarrendó haciendo un espléndido negocio”, relata Oddone.

No conforme con esto, los acaparadores de la tierra pública tampoco pagaban su canon al Estado. Así fue como en 1827, 1832 y 1854 se dictaron decretos limitando la superficie a tomar y tratando de revertir la falta de pago.

Pero la viveza criolla, ya vigente en ese momento, llevó a los acaparadores a solicitar las tierras a nombre de sus familiares o de simples testaferros. Sucedía también que si alguien se presentaba para solicitar tierras, automáticamente aparecía otro sosteniendo que poseía algún tipo de derecho, lo cual se resolvía rápidamente partiendo mitad y mitad la superficie. Según Oddone, hacia 1830, 538 enfiteutas tenían unas 8,5 millones de hectáreas en su poder.

En gobiernos posteriores, que abandonaron o atacaron el sistema de la enfiteusis, los arrendatarios fueron obteniendo sucesivamente la propiedad de la tierra. Muchos de esos apellidos hoy siguen siendo destacados actores del agronegocio argentino.

Este portal, El Enfiteuta.com, no busca otra cosa sino dejar memoria de lo actuado en materia de política agropecuaria en el presente, contrastando la fría letra de la norma con el rico devenir de su ejecución, con las miserias y grandezas que dominan la vida de las sociedades.

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