jueves, 15 de septiembre de 2011

Para un nuevo MANUAL DE ZONCERAS ARGENTINAS


Dos Proyectos de Ley que restringen la venta de tierras a los extranjeros

FERNADO SCORNIK GERSTEIN

En nuestra historia hay muchas tonterías, algunas de consecuencias trágicas, otras de risibles.

Desde aquel famoso “Viva la Santa Federación, mueran los Salvajes Unitarios” (pues ni la Federación era santa ni los unitarios salvajes), pasando a las “patéticas miserabilidades” que decía Hipólito Irigoyen (y que nadie sabe todavía cuales son), llegando luego hasta aquel Ministro Perón que en forma poco abierta a las opciones sexuales, declaró en célebres versos:
El Peronista es un hombre
de sexo definido
que ama la belleza

en todo su sentido

hasta la opereta bufa montada por el falso sabio atómico Richter, protegido y auspiciado por Perón – que lo instaló en Huemul – y que llevó al General a decir que pronto tendríamos la energía atómica en botellas, como la leche, ya que el presunto sabio había descubierto un nuevo método para la fisión del átomo (pronto se descubrió que Ritcher era un farsante y terminó preso en los sótanos de la Cámara de Diputados).

También son dignas de recordarse las “razzias” del Comisario Margaride en los Hoteles Alojamiento (o Amuebladas) para sorprender parejas y avisar a los respectivos cónyuges, si eran casados, que estaban cometiendo adulterio.

La verdad es que el manual de zonceras argentinas podría ser muy voluminoso, pero ahora, debería engrosarse con dos nuevos ejemplos.

Son dos proyectos de ley de diferente extracción política, uno de un sector del justicialismo y otro de ARI, patrocinados por representantes de la Cámara de Diputados y que proponen limitar el acceso a la tierra a extranjeros o a empresas extranjeras.

Primero explicaremos por qué dichos proyectos son tontos, luego por qué son inconstitucionales y finalmente por qué son antieconómicos.

Vayamos a la tontería: ¿es que los terratenientes extranjeros son peores que los argentinos? ¿es que los terratenientes argentinos reúnen características de generosidad o bonhomía de la que carecen los extranjeros? Basta mirar a nuestra historia para saber que no es así. No es necesario explicar lo que significó la oligarquía terrateniente – que era y es básicamente autóctona – en la historia de nuestro país. Lo cierto es que los terratenientes – sea cual sea su nacionalidad – no son ni malos ni buenos: son lo que las leyes les permiten que sean. Si las leyes impiden la tenencia de tierra improductiva, los terratenientes deben producir y crear riqueza. Si las leyes – como en Argentina – favorecen la especulación y la tenencia ociosa, los terratenientes se convierten en un poder nocivo y perjudicial para la economía, cualquiera que sea el tamaño de su explotación. En Australia, donde más del 80% de la tierra es del Estado y se da en arrendamiento a sigue un sistema similar y donde además los impuestos a la renta del suelo son altos, no hay ni hubo nunca una “oligarquía terrateniente” y a nadie le preocupa la nacionalidad de los que explotan la tierra. Al contrario que en Australia lo primero que ofrecen al inmigrante es tierra, - en arrendamiento, por supuesto - .

Sólo una tontería de falso nacionalismo puede llevar a proponer leyes como estas. Ya decía Einstein “que el nacionalismo es una enfermedad infantil: es el sarampión de la humanidad”. Lo que hay que hacer en Argentina, es cambiar las leyes, no la nacionalidad de los terratenientes.
Pero además los proyectos son inconstitucionales ¿o es que nos olvidamos de aquello de “para todos los hombres del mundo que quieren habitar el suelo argentino”?, que todos sabemos de memoria. O es que olvidamos el art. 20 de la Constitución Argentina, que dice así: “Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano, pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos,”...etc.

Constitucionalmente hablando, los proyectos son un dislate, pero además los proyectos contradicen las leyes de la economía.

En efecto, los proyectos son imbuidos de cierto espíritu “reformista agrario” del siglo XIX, olvidan que la tendencia moderna es a la gran explotación y que esta gran explotación requiere ingentes capitales y que por lo tanto, cuantos más capitales lleguen, mejor será, más se desarrollará el campo, la agricultura y la ganadería. Esto ya lo decía Marx en el III Tomo del Capital, al que los “progres” pasados de moda, no suelen llegar. Coartar la entrada de capitales porque se dirijan al sector agrario, es ridículo.

Lo que hay que hacer es dictar leyes para evitar que los capitales medren al calor de la renta del suelo, en lugar de producir. Las Reformas Agrarias, basadas en la simple división de la tierra, sirven para poco. Pueden reactivar la economía por unos años, como sucedió con la Reforma Agraria que USA impuso a Japón después de la guerra, pero al final se crea una nueva clase de pequeños propietarios que especula con los valores del suelo y defiende sus privilegios, tan encarnizadamente como los grandes terratenientes. Además, la Argentina es un país vacío. Necesita inmigrantes. Necesita esfuerzo creador. Yo me pregunto: ¿Es que nuestros abuelos habrían venido a un país donde los extranjeros no pudiesen comprar tierras?.

Londres, 16 de septiembre, 2011

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