Alberdi, su época y la lucha por las ideas plasmadas en la conferencia brindada en el año 1880 en el acto de colación de grados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires
Mi gloria es vivir tan libre como el pájaro en el cielo….
En la introducción del presente artículo, me permito ante todo expresar mi mas profundo reconocimiento al Dr. Tulio Ortiz y a los miembros del seminario permanente de Investigación y docencia sobre la historia de esta querida Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, la cual se encuentra próxima a cumplir los ciento noventa años de su existencia. Ciento noventa años a través de los que ha entregado a la Nación miles y miles de profesionales, en particular abogadas y abogados que a su vez han derramado la sabia de su cuidada formación para el prestigio, en la mayoría de los casos, de esta sagrada profesión y vocación que hemos abrazado.
Dicho esto y en aras de respetar intelectualmente el contenido del presente artículo, quiero sintéticamente referir que el mismo estuvo precedido en el intercambio de correos electrónicos que mantuve con el Dr. Tulio Ortiz, siendo muy útil la recolección de datos históricos que con rigor documental sirvan de sustrato a este merecido reconocimiento del cual fuera objeto Juan Bautista Alberdi entre los años 1879 y 1880 en esta facultad y así se ha podido encontrar el libro de actas original hoy en poder de la facultad que avala definitivamente este hecho.
Permítaseme decirles que desde el titulo mismo del articulo he tratado condensar dos o tres ejes a los que me voy a referir en su desarrollo, por eso la titulé: Alberdi, su época y la lucha por las ideas plasmadas en aquella conferencia brindada un 24 de mayo del año 1880 en el acto de colación de grados de la facultad de derecho de esta universidad.
Si yo tuviera la capacidad de poder sintetizar el contexto histórico en que le tocó desarrollarse a Alberdi y llegar a ser nada mas y nada menos que el arquitecto de la Constitución Nacional podría decir que este encarna a lo largo de toda su vida, y así trasunta su obra escrita, la lucha de las ideas sin recurrir o caer en la imposición de las mismas por la fuerza y mucho menos por la fuerza de las armas.
La conferencia del año 1880 que las entonces autoridades de la Derecho y Ciencias Sociales (hoy Facultad de Derecho) de la Universidad de Buenos Aires le encomendaron a Alberdi, y cuyo análisis constituye el objeto de este artículo, llevó por título “La omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual”.
Allí, Alberdi va a poner debidamente en crisis el concepto de Patria y el amor omnímodo a ésta, un concepto, que dentro del marco histórico de fines del siglo XIX, era muy caro a la época de creación misma de la historia Argentina enancada fundamentalmente en Bartolomé Mitre.
Comprender a Juan Bautista Alberdi al igual que al resto de sus contemporáneos impone al menos sucintamente reflejar el contexto histórico de los años de su actuación. Lo contrario, es decir el solamente releer sus acciones con ojos y mente del siglo XXI, seguramente tendrá por resultado, en la mayoría de los casos, la desaprobación; y vaya paradoja, de hecho y a lo largo de su vida y de su obra intelectual, por caso Alberdi, también sufrió esa desaprobación de parte de sus contemporáneos.
Para avanzar en este camino de comprensión, habrá de volverse siempre a la premisa filosófica acuñada en la corriente existencialista que refiere: yo soy yo… y mi circunstancia, y Alberdi no fue la excepción, por eso hay que delinear y describir la época de su actuación para entender los porqué de aquella.
Alberdi, florece en juventud y mayor desarrollo intelectual a casi veintisiete años de la Revolución de Mayo, en esos años ya se habían cuasi sepultado las ideas emanadas de la pluma de Moreno, la virtud cívica trasuntada en la persona de Manuel Belgrano y el anhelo incesante de la libertad que guío la epopeya libertadora del General Don José De San Martín.
Y es justamente la denominada generación de 1837, de la cual va a formar parte importante Alberdi, la que guiada por Esteban Echeverría va a retomar los principios de Mayo y lo va a poner en valor.
Hacia esa época la guerra civil entre unitarios y federales era total, Juan Manuel de Rosas el Restaurador de Leyes, concentraba en si la suma del poder publico no sólo otorgada por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires con una abrumadora votación sino que refrendada en un plebiscito cuyo resultado fue claro: nueve mil votos a favor de Rosas contra sólo ocho en contra.
Cabe hoy preguntarnos ¿qué era la joven generación Argentina?, pues justamente era el motor generador de un programa de gobierno, el primer programa de gobierno que tuvo el país, luego de los intentos del Estatuto Provisional de 1811 redactado por Moreno y de la Asamblea del Año 13.
Ese programa de gobierno cuya génesis exacta es el día 8 de julio de 1838 en el salón literario de Marcos Sastre dará luego sus frutos a partir de Caseros, trasuntado en el Acuerdo de San Nicolás, fundado en las bases de Alberdi y coronado con el dictado del la Constitución Nacional de 1853 y luego en 1860.
Aquel juramento de la joven generación que va vertirse luego en cuanto programa de gobierno en el denominado “Dogma Socialista” tiene como eje la Patria que no es un ser inanimado ya que tiene alma y espíritu, no se limita solo a la expresión geográfica.
Es para ese programa de gobierno la acumulación de sus gestas heroicas, el ensueño de sus pensadores, el sacrificio de las mujeres y hombres que conformaron los ejércitos de la guerra de la independencia.
Es en este el contexto histórico en el cual debemos ubicar a Alberdi y aún a riesgo de agobiar con el relato, conviene referir que a partir del año 1810 -año en el cual nace Alberdi en Tucumán-; como bien describen los versos del himno a Sarmiento, esa patria que el soñó y lucho con ver grande se hizo con la espada, con la pluma y la palabra.
La espada de los años de la emancipación nacional fue empuñada entre otros por Belgrano, Balcarce, Arenales, Necochea, Las Heras, San Martín, Güemes, Juan Azurduy y Padilla; y por miles de mujeres y hombres, aquellos soldados desconocidos de la independencia, que con su espíritu de libertad llegaron al Alto Perú, al Paraguay, a Chile, al Perú y a los campos de Ayacucho.
Téngase presente, por caso, que recién en el mes de Enero del año 1826 regresan a Buenos Aires los restos del Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del Coronel Bogado, quien fue el último Jefe de ese Regimiento, cerrándose, tras once años de lucha su ciclo glorioso en la independencia de los países de América, regresaron en dicha oportunidad solo sesenta y siete granaderos, dos de los cuales hicieron toda la campaña desde San Lorenzo a Ayacucho.
Y así sintetizo la alegoría de la espada con que se hizo la Patria, pues la historia próxima a partir del mismo año 1810 va a presentar primero enfrentamientos de tipo intelectual y de concepción del futuro del gobierno patrio; y luego va a derivar inexorablemente en continuas luchas intestinas en nuestro novel país.
Recuérdese que en Enero del año 1820, a solo 10 años de la instalación del Junta Provisional de Mayo se produce el motín de la Posta de Arequito, primera sublevación formal de tropas contra el entonces Directorio. A partir de allí se va iniciar el 20 de junio de ese año, coincidente con el día del fallecimiento de un olvidado Manuel Belgrano, la denominada disolución nacional, concretada a partir de la caída del directorio y del inicio abierto de la guerra civil entre unitarios y federales que se extendería hasta el año 1852 y luego tendría también reminiscencias entre los años 1853/1862 época de denominada organización nacional.
Luego de Caseros, y ya vigente la Constitución histórica 1853/1860, la espada siguió animando la historia de la patria, y no solo las luchas intestinas aun vigentes entre Buenos Aires y la Confederación, sino la guerra exterior denominada como la triple alianza, que tuvo como principal opositor desde la tribuna de las ideas justamente a Alberdi.
Pero la alegoría señalada de los versos del himno a Sarmiento nos permiten acordar en la certeza de su sentencia, junto con la espada, la Patria se hizo con la pluma y la palabra.
Y estas dos, la pluma y la palabra, fueron las armas que fervientemente abrazaron sin ninguna duda Juan Bautista Alberdi y también de aquellos miembros de aquella sociedad secreta llamada la Joven Generación Argentina nacida a luz en el café literario de Marcos Sastre el día 8 de julio del año 1838.
Aquella generación del 37, se forjó sobre la base de las ideas preclaras de su alma mater y fundador Esteban Echeverria, junto a impronta abrevaron entre otros Alberdi, Marco Avellaneda, Juan María Gutiérrez, Guillermo Rawson, Domingo Faustino Sarmiento, Vicente Fidel López.
Que notable, uno de los miembros de esa generación, me estoy refiriendo a Vicente Fidel López, hijo del creador del Himno Nacional Argentino Vicente López y Planes, compartió junto a Alberdi en el año 1879 el honor de ser considerado como miembro honorario de esta Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y además fue su rector entre los años 1873 y 1876.
La lucha por las ideas, fue el leitmotiv de esa prolifera generación de 1837, pero cabe preguntarnos ¿era ajena a la tradición de la patria naciente esa lucha por las ideas a partir de la pluma y la palabra?.
Una rápida respuesta puede ser afirmativa sobre todo si se tiene en cuenta que por esos años vivían muchos de los guerreros de la independencia y además gobernaba con la suma del poder público el restaurador de las leyes Don Juan Manuel de Rosas, es decir era para muchos la hora de las armas lo que representaba la tradición de la joven nación.
Pero por el contrario, la tradición de la nación forjada en la semana de Mayo y expuesta con firmeza en el cabildo abierto del 22 de Mayo de 1810 refleja la verdadera tradición de este nuestro país, encolumnados los prohombres de Mayo recurrieron no a las armas que de por si las tenia de su lado Saavedra sino que recurrieron a las palabras.
Así, sobre las enjundiosas doctrinas expuestas en ese cabildo abierto por el Obispo Español Benito Lue y Riera y el Fiscal Villota, se impuso la palabra firme y convincente de Juan José Castelli (el orador de mayo) y de Juan José Paso.
La consecuencia, el triunfo de la palabra ante las armas, un triunfo que en mayo de 1810 logró vencer al poder español del Río de la Plata instalado por más de cuatrocientos años en América, en la capital de uno de sus virreynatos, y lo hizo sin la necesidad de disparar un solo tiro, es más respetando la vida y fortuna de los españoles en el plata.
Al lado de la palabra de Mayo y aún antes que ésta, la pluma también estuvo presente en los origines de la Nación, así lo reflejan los escritos de Manuel Belgrano y la Gazeta de Mayo de Mariano Moreno, de ambas plumas surgieron las primeras leyes de la patria y así inmortales el estatuto provisional de 1811 y los principios humanísticos de la Asamblea del año 1813.
Por eso me permito sostener que la patria que nació en Mayo de 1810 lo hizo de la pluma y las palabras, y luego vino la necesaria espada para lograr la emancipación y la independencia.
Es justamente a la recuperación de ese espíritu de Mayo para forjar la nueva argentina a la recurre Esteban Echeverría en el año 1837 y lo hace en un país sumido en la guerra entre unitarios y federales.
Permítaseme una digresión, hace pocos días atrás, recorriendo la ciudad autónoma de Buenos Aires me encontré al final de la avenida Santa Fe, frente a la plaza San Martín, con el monumento a la memoria del autor de “La Cautiva” y el “Dogma Socialista”, en el mármol puede leerse:..vosotros argentinos lucháis por la democracia de mayo y vuestra causa no solo es legitima sino santa ante los ojos de Dios y los pueblos libres del mundo…
Pues bien, Juan Bautista Alberdi abraza con fe y fervor inusitado estas ideas de la Joven Generación Argentina, sociedad proscripta por el régimen rosista y luego denominada en el exilio como Asociación de Mayo, y lo hace en coincidencia en los orígenes y principios que sustentaron la Revolución de Mayo, propugnando volver a ellos ante la disyuntiva de hierro que impone el uso de la fuerza y la guerra entre unitarios y federales.
Es que para estos pensadores antes que apelar a las armas era preciso unir bajo una misma bandera patriótica a todas las opiniones, reanimar en los corazones el sentimiento de la nacionalidad amortiguado por el desenfreno de la guerra civil, solo de este modo sin derramamiento de sangre se derribaría la tiranía.
La época de Rosas, sin que aquí yo habrá un juicio de valor sobre su figura, presentaba para Alberdi dos únicas alternativas y así escribe que en el año 1838 la juventud tenía dos caminos para llevar adelante sus designios: las ideas y las armas. Este último era imposible. No se presentaba en ningún horizonte una lanza enristrada contra Rosas. La juventud tomo el primer camino. Abrazo las ideas, se asoció, escribió, sus creencias, renovó el recuerdo de su glorias nacionales, aceleró los ánimos. Elevó los espíritus a la concepción y a la esperanza de un provenir de libertad y de dichas.
Producto de este movimiento patriótico intelectual, las ideas reemplazaron paulatinamente a las armas y el camino comenzó a invadirse por la prensa sobre todo chilena y uruguaya países a los que mayormente emigraron los miembros de la Joven Generación Argentina, producto de ello, la literatura de la época se nutrió con obras como “El dogma socialista” y “La cautiva” de Echeverría, “Argiropolis” y “Yo Facundo” de Sarmiento y el “Fragmento preliminar al estudio del Derecho” de Alberdi.
Y para no quedarse en el mundo platónico de la ideas la joven generación con un claro eje en aquel Mayo de 1810, que habían abandonado la mayoría de los protagonistas del año 1838, lanza el programa de gobierno con las siguientes premisas a la luz del influjo intelectual de Alberdi: libertad de prensa, definir la soberanía del pueblo, establecer la esencia de la forma representativa y republicana de gobierno, la enseñanza primaria, el asiento y distribución del impuesto, banco y papel moneda, industria pastoril y agrícola, inmigración, municipalidades, organizar el ejercito de línea y construir la historia ausente de la patria.
Establecido entonces el contexto histórico de la época de Alberdi, habremos de ahondar específicamente en el año 1879 y 1880 en el que es designado miembro honorario de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Alberdi había podido regresar al país hacia el año 1879 durante la Presidencia de Nicolás Avellaneda, hijo de su otrora compañero en la Joven Generación Argentina Marco Avellaneda, cabe recordar que Alberdi debió también exiliarse, no sólo por las luchas internas sino que también lo hizo a consecuencia de su férrea oposición a la guerra con el Paraguay lo que le valió un duro enfrentamiento con Mitre y Sarmiento.
La designación de Alberdi como miembro honorario de la entonces Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (hoy Facultad de Derecho) de la Universidad de Buenos Aires se refleja en el acta cuyo original se conserva en esta facultad y de cuya lectura puede apreciarse que se resuelve conferirle el título de miembro honorario en una votación del consejo de cuatro votos a favor contra una oposición, en esa misma acta se concede por unanimidad el mismo titulo a Vicente Fidel López (compañero de Alberdi en la Joven Generación Argentina) y a Carlos Tejedor (quien ocupara entre otros cargos la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires y a también al igual que Vicente Fidel López fuera, entre el 19 de junio de 1876 y el 7 de julio de 1877, Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Asimismo en dicha acta se da cuenta de la resolución de invitar a Juan Bautista Alberdi para que brinde una conferencia inmediatamente finalizado el acto de colación de grados .
Es entonces durante la colación de grados en la que, con fecha 24 de mayo de 1880 se lleva a cabo la conferencia de Juan Bautista Alberdi, la cual dado su endeble estado de salud no puede brindarla en forma personal, por ello fue leída por uno de los graduados, Enrique García Merou, que luego sería su biógrafo.
En esta conferencia, Alberdi va a describir y reflejar acabadamente su concepto de la libertad del individuo como tal, en un país que había finalizado hacía casi sesenta años atrás la guerra de la independencia, en un país en el que regía desde casi dos décadas atrás la Constitución Nacional, en un país que lo presidía el quinto presidente constitucional Nicolás Avellaneda; pero a la vez seguía siendo un país donde todo estaba por hacerse.
Por ello, la guerra significaba para este notable jurista tucumano, no solo un crimen tal cual se titulara su obra póstuma en el año 1895 sino que era el retraso del país y el regreso a épocas superadas, de allí su férreo enfrentamiento a la guerra con el Paraguay.
Con estas ideas inicia Alberdi el eje de su tesis: “…una de las raíces más profundas de nuestras tiranías modernas en Sud-América es la noción greco-romana del patriotismo y de la Patria, que debemos a la educación medio clásica que nuestras universidades han copiado a la Francia...” .
Centra Alberdi su análisis refiriendo que “…en la antigüedad la patria era una institución de origen y carácter religioso y santo, equivalente a lo que es hoy la Iglesia, aún más santa pues comprendía la asociación de las almas, de las personas, de los intereses y la religiosidad…”.
Por ello, la existencia de la Patria, implicaba necesariamente la negación de la libertad del individuo ya que éste debía a su patria su fortuna, su honor, su familia y su libertad.
También Alberdi nos refiere que a partir de la doctrina del Cristianismo a la cual define firmemente como revolución en la faz personal, familiar y de relaciones humanas, se cambian las bases de la sociedad greco romana; y entonces se erige sobre las ruinas del imperio romano los sistemas feudales de gran sumisión de la libertad individual al señor feudal, puesto en crisis este sistema luego ese concepto de Patria pasa de largo del Pueblo y se va a asentar en la autoridad y la majestad de sus gobernantes, en quienes se personificaban la majestad, la omnipotencia y autoridad de la Patria.
Ese poder omnipotente de los gobernantes de los estados modernos también prescinde y por ende niega la libertad del hombre, y es a esa autoridad omnímoda a la cual el individuo ahora debe su fortuna, su honor y su libertad.
Y luego dice Alberdi en su conferencia:...”Sublevados contra los reyes los pueblos, los reemplazaron en el ejercicio del poder de la Patria, que al fin era más legítimo en cuanto a su origen. La soberanía del pueblo tomó el lugar de la soberanía de los monarcas aunque teóricamente…La Patria fue todo y el único poder de derecho, pero conservando la índole originaria de su poder absoluto y omnímodo sobre la persona de cada uno de sus miembros; la omnipotencia de la Patria misma siguió siendo la negación de la libertad del individuo en la república, como lo había sido en la monarquía; y la sociedad cristiana y moderna, en que el hombre y sus derechos son teóricamente lo principal, siguió en realidad gobernándose por las reglas de las sociedades antiguas y paganas, en que la Patria era la negación más absoluta de la libertad...”.
La idea que quiere transmitir Alberdi en su conferencia se orienta a la consideración que existen dos libertades, por un lado la libertad del país respecto de toda dominación extranjera y a su vez la libertad del individuo respecto de su patria misma; y enfatiza que mientras que la primera libertad de la dominación extranjera debe necesariamente existir, la segunda, la libertad del individuo, en un estado omnipotente, cualquiera sea su forma de gobierno, puede no existir.
…”La Patria es libre, en cuanto no depende del extranjero: pero el individuo carece de libertad, en cuanto depende del Estado de un modo omnímodo y absoluto. La Patria es libre, en cuanto absorbe y monopoliza las libertades de todos sus individuos; pero sus individuos no lo son porque el Gobierno les tiene todas sus libertades...”.
Incurre también Alberdi en su conferencia en el análisis del devenir individualista anglosajón de Inglaterra y de la America del Norte, refiriendo que al haberse en esos países respetado desde su origines la libertad del hombre, al obtener luego la libertad de sus países (en el caso de los Estado Unidos) esto no importó la negación de libertad de sus individuos, realiza en apoyo a su tesis un análisis profundo de la teoría economicista de Adam Smith y un particular análisis geopolítico de la situación insular de Gran Bretaña y el aislamiento trasatlántico de los EE.UU., inclusive Alberdi discurre en la idea que el individualismo tiene base en el propio cristianismo en cuanto ordena: amar a Dios sobre todas las cosas y amar a tu prójimo como a ti mismo.
Se muestra entonces crítico de la omnipotencia del estado, aun del gobierno patrio que sucedió a la corona española, refiere Alberdi que el concepto greco romano de Patria es la causa mediata de la omnipotencia siendo la causa inmediata las instituciones coloniales de la corona española, cuyas instituciones en America fueron creadas no para provecho de los habitantes de la colonia sino para la corona misma agobiando desde este aspecto la libertad del hombre.
También une Alberdi a la Patria omnímoda que niega la libertad del hombre a la gloria y además al entusiasmo y al fragor latino por contraposición al concepto de frialdad anglosajón.
En el marco de ese poder omnímodo entiende Alberdi que:…“el Estado absorbe toda la actividad de los individuos y en todo interviene el Estado, todo se hace por su iniciativa en la gestión de sus intereses públicos. El Estado se hace fabricante, constructor, empresario, banquero, comerciante, editor y se distrae así de su mandato esencial y único, que es proteger a los individuos de que se compone contra toda agresión interna y externa. En todas las funciones que no son de la esencia del Gobierno, obra como un ignorante y como un concurrente dañino de los particulares, empeorando el servicio del país, lejos de servirlo mejor…”.
Con meridiana claridad refiere el Dr. Alberdi ante los presentes en ese acto de colación de grados del año 1880 que “…La libertad individual es el límite sagrado en que termina la autoridad del Estado. Todos los crímenes contra la libertad del hombre, han podido ser cometidos, no sólo impune sino legalmente en nombre del Estado omnipotente, invocado por su gobierno omnímodo. La libertad de la patria es la independencia respecto de todo país extranjero. La libertad del hombre es la independencia del individuo respecto de su propio país…”.
Destaca el jurista finalizando su disertación, cuales a su modo de ver, son las formas en que se descomponen las libertades individuales, y entre ellas destaca: la libertad de querer, optar y elegir, la de pensar, hablar, escribir, opinar y publicar, la de obrar y proceder, la de trabajar, de estar o de irse, de salir y entrar en su país, de locomoción y de circulación.
En esta prieta síntesis de las principales ideas vertidas por Alberdi en su conferencia finaliza la misma con un claro concepto conciliador de la libertad de la patria y la libertad del individuo y sentencia:…“Por decirlo todo en una palabra final, la libertad de la Patria es una faz de la libertad del hombre civilizado, fundamento y término de todo el edificio social de la humana raza…”.
¿Cómo concibió Alberdi a la Patria? Pues bien para éste notable jurista la patria es la aleación de una infinidad de quimeras e inquietudes es el proceso histórico esclarecido.
Como bien refería Von Ihering en la lucha eterna por el derecho como su base se erige constantemente la hazaña de la libertad, y la libertad como carácter intrínseco y derecho natural del hombre fue la lucha de Alberdi.
A modo de síntesis si pudiera efectuarse esta de su extenso pensamiento, Alberdi en las bases nos dice:…“la constitución general es la carta de navegación de a confederación Argentina. En todas las borrascas, en todos los malos tiempos, en todos los trances difíciles, la confederación tendrá siempre un camino seguro para llegar a puerto de salvación, con sólo volver sus ojos a la Constitución y seguir el camino que ella traza…”.
Bien sabemos los argentinos que nos sucedió cuando fue avasallada la Constitución Nacional cuando no se pudo volver sus ojos hacia ella, y bien saben los estudiantes de derecho y los abogados que la recuperación de las libertades individuales, sociales y la soberanía de la Nación encuentra sólidas bases en la Constitución Nacional por la que juran ejercer diaria e incansablemente su Ministerio.
Juan Bautista Alberdi ante todo fue un digno abogado, por éste y otros méritos fue distinguido como miembro honorario por la Facultad de Derecho, aún cuando como es sabido no había finalizado sus estudios de grado en nuestro país, sino en el obligado exilio.
Sin lugar a dudas Alberdi, que había vivido mas de la mitad de su vida exiliado, antes y después de la sanción de la Constitución Nacional, era merecedor de un reconocimiento en su Patria y que ese reconocimiento se llevara a cabo en la Facultad de Derecho; este notable jurista tucumano era sin ninguna duda el arquitecto de nuestra carta marga y fundador del Derecho Público Argentino.
A la par también al igual que los graduados de 1880, Alberdi, era aquel joven que en el año 1837 a los veintisiete años de edad escribió:..“Dejé de concebir el derecho como una colección de leyes escritas. Encontré que era nada menos que la ley moral del desarrollo armónico de los seres sociales; la constitución misma de la sociedad, el orden obligatorio en que se desenvuelven las individualidades que la constituyen. Concebí el derecho como un fenómeno vivo que era menester estudiar en la economía orgánica del Estado. De esta manera, la ciencia del derecho, como la física, debía volverse experimental; y cobrar así un interés y una animación que no tenía en los textos escritos, ni en las doctrinas abstractas. El derecho tomó entonces para mí un atractivo igual al de los fenómenos mas picantes de la naturaleza…”.
Resulta de suma importancia señalar que aquellos jóvenes que formaron la Joven Generación Argentina del que formó parte Alberdi tenían como verdaderos destinatarios de ese claro mensaje a la juventud; y nuevamente Juan Bautista Alberdi, en el año 1880, en la conferencia brindada en el acto de colación de grados tenía sin lugar a dudas como destinatarios a los jóvenes profesionales a recibirse, la nueva sabia de la fuerza pujante del País.
Todos estos valores son los que recoge Alberdi, en ella, en la juventud, cifra la esperanza del país, en la frescura de sus ideas, en el idealismo de sus obras, en la fe en el progreso y en el entusiasmo del hacer, refiriéndose a la juventud, escribía en el año 1852 en la Bases:.. “el país compuesto especialmente de jóvenes, que son la patria de mañana…”.
Por ello, en el año que se cumplen los ciento noventa años de la creación de la Universidad de Buenos Aires, a partir del recuerdo de la conferencia brindada en el año 1880 por el Dr. Juan Bautista Alberdi y su distinción como miembro honorario de su Facultad de Derecho, vaya pues este sencillo homenaje a los estudiantes, profesores y egresados de esta casa de altos estudios, forjadora de mujeres y hombres que a través de la pluma y la palabra herramientas propias de los abogados al igual que su constante formación profesional, sueñan con un Patria más justa, solidaria e integrada en las que su mayor capital no son lo solamente los héroes, la historia, su presente o su futuro, su verdadera razón de ser es el hombre que la conforma libremente.
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