sábado, 10 de septiembre de 2011

VILLAS MISERIA, LA TRAICIÓN DE LOS INTELECTUALES ARGENTINOS.


LAS VILLAS MISERIA Y LA RESPONSABILIDAD DE LOS INTELECTUALES. A PROPOSITO DEL EDITORIAL DE “LA NACION”
Héctor Sandler, Profesor Consulto, Derecho, UBA

“Las villas miseria, en crecimiento” titula su editorial el diario La Nación de hoy, (9/09/11). Comienza por afirmar que el “censo 2010 no sólo muestra el aumento de los asentamientos precarios, sino también el de la pobreza y la indigencia”

Continúa con datos que encierran un incógnita: “Los datos definitivos del censo 2010 (que abarcan el período 2001-2010) han permitido no sólo determinar que la población de la Argentina creció un 10,7 por ciento desde 2001, sino también aportar información mucho menos auspiciosa, como que la población en las villas porteñas creció más del 50 por ciento.”

Que el crecimiento de las “villas miseria” haya crecido cinco veces de lo que lo hizo el vegetativo de la población, prueba, como dice el editorial que ninguna de las medidas “adoptadas desde 2001 - como el plan de urbanización de algunas de ellas y otros que llevó adelante el gobierno de la ciudad - ha servido para poner fin al avance de los asentamientos precarios.”

Continua el editorial: “Actualmente viven en villas o asentamientos en la ciudad 163.587 personas (en 2001 vivían 53.000); la villa que más creció fue la de Rodrigo Bueno, de Costanera Sur, que quintuplicó su población, mientras que la más numerosa es la 21-24, de Barracas, con casi 30.000 ocupantes. Si se piensa que estos datos son los registrados en octubre de 2010, es probable que hayan sufrido incluso un ligero aumento, con todas las consecuencias ambientales, sanitarias y de infraestructura que se pueden extraer de este hecho. Por ejemplo, ayer, este diario informaba que en la villa 31, de Retiro, un relevamiento hecho por estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA reveló que el 92% de sus habitantes tuvo roedores en su casa.”

Sigue con este preocupante dato:” En contraste con el hecho de que casi una cuarta parte de 1.425.840 viviendas porteñas aparecen como deshabitadas (por distintas razones), la presencia en los barrios necesitados alcanza un grado tal de crecimiento poblacional que algunos especialistas hablan ya de una "conurbanización porteña", porque muchos de esos asentamientos son linderos con los partidos del Gran Buenos Aires.

El editorial describe al hacinamiento en estos términos: “ en promedio, hay 4,1 personas por hogar, pero en algunos llega a 7,3 por vivienda”. Con lo grave que es, este dato no refleja la cabal realidad del hacinamiento. No se hace cargo del modo de vivir en “conventillos”, “hogares transitorios”, “casas tomadas”, lugares todos existentes en el corazón mismo de la Ciudad. Se refiere solo a las “villas miseria”. Es difícil saber donde es peor el hacinamiento. No obstante no puede negarse lo insalubre que física y moralmente, es vivir en “villas”, pues la mayoría de sus viviendas son “casuchas” y las calles por las que se accede son “senderos”, cuando los hay. Por ello es necesario enfocar el hacinamiento desde un punto de vista más dramático: por la cantidad de habitantes por km2. Se calcula que en la villa 11/14 la densidad poblacional oscila, según diversos informes, entre 45.000 a 60.000 h/km2.

“A ello hay que agregar, dice con razón el texto que comentamos, las dificultades para acceder al agua potable y a la red cloacal pública. Según el relevamiento de la Dirección General de Estadísticas y Censos (Dgeyc) porteña, las comunas 4 (Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya) y 8 (Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo) son las que tienen los porcentajes más altos de hogares que no disponen de inodoros con descarga a la red cloacal pública.”

Agrega el editorialista: “Podríamos seguir mencionando datos, todos igualmente preocupantes con respecto a esta lacerante realidad que no deja de conmocionarnos. Porque no se trata sólo de anotar cifras, sino de entender que cada una de ellas implica la falta de calidad de vida de muchos ciudadanos argentinos -y también bastantes extranjeros- que merecen recibir otras oportunidades por la dedicación al trabajo, honradez y ganas de tener una vida diferente de la mayoría de ellos. Pero es cierto, también, que con esta realidad convive otra, la de las minorías delictivas, dedicadas sobre todo a lucrar con el narcotráfico y la explotación de los que consumen”.

¿Quién o quienes son los responsables de la “enfermedad social” del hacinamiento?.
Para el editorialista “El crecimiento poblacional de las villas y asentamientos precarios es un síntoma agudo de pobreza e indigencia, cuyas raíces las autoridades nacionales, provinciales y municipales no han logrado erradicar, ni han enfrentado con soluciones realistas”.

Pero nada dice sobre las “raíces” de esa patología. Es importante ponerlas a la vista porque la indigencia, la pobreza, la corrupción y una sociedad en estado de crónicos conflictos internos, se debe en alto grado al régimen legal establecido para formar el tesoro público. Hablamos del régimen de impuestos.

Es una verdad de a puño que las autoridades nacionales, provinciales y municipales no han logrado erradicar el mal ¿Pero viviendo en una democracia política, solo las autoridades del Estado son las responsables? Cuidado con este juicio. En capas más profundas del orden establecido pueden existir causas que transforman el sentido de la democracia. En un mal orden fiscal, creado una vez por leyes olvidadas, el pueblo pierde su calidad de “mandante” y al reves de lo pregonado como rasgo de la democracia, los “mandatarios” (los representantes) hagan sonar la música que el pueblo tiene que bailar. Aunque a los mismos mandatarios, a veces, les repugne tener que tocar esa música.

Hay que destacar que lo descripto por el editorial es un “grave mal social”. Pero una cosa es ver que una situación es mala y otra es verla en términos de “problema”. Para la ciencia en general y la política en especial, “un mal” no es igual a “un problema”. El mal es un padecimiento y solo alcanza a ser problema cuando es conceptualizado de modo que sea viable – antes o después – una solución para remediarlo. En esta confusión es donde encalla la mayoría .

La sociedad argentina ve los hechos descriptos por el editorial como algo malo. Sin duda. Pero no alcanza a “diagnosticarlo”, a “plantearlo” , a transformarlo , mediante debidos conceptos, en “problema” susceptible de ser resuelto. Para la opinión pública general, la de los estudiosos universitarios; para los profesionales, los dirigentes empresariales y sindicales; para los agentes inmobiliarios y proyectistas de casas, barrios y ciudades ; para los comerciantes e industriales, incluso para los integrantes de confesiones religiosas – para citar algunos grupos – el mal del “hacinamiento” esta a la vista de los ojos físicos. Pero carecemos de una explicación de sus raíces.

Contamos en esos ámbitos con una vasta “opinología”, Basta con leer, en este caso, las dispares opiniones de los lectores, De hecho todos aquellos y estos grupos, se quejan del hacinamiento, pero lo aceptan con un tipo de aceptabilidad equivalente al que se tiene respecto “las catástrofes naturales”.

No eximimos de responsabilidad a las autoridades (la de todos los poderes). Lo que pretendemos es subrayar este desgraciado hecho: la sociedad argentina padece una profunda ignorancia sobre las causas - especialmente las legales – que explican la dramática cuestión del hacinamiento y sus derivados.

La mayoría de la población de todos los rangos ignora el catastrófico rol que tiene para nuestra sociedad la acción de dos pinzas legales:
a) Una, es el régimen legal que permite al dueño de una parcela de tierra (ciudad o campo) , no solo el derecho a utilizarla para vivir o trabajar, sino, además, el de gozar como “yapa” el quedarse para si con la “renta del suelo”. La que sobre ese terreno se acumula en forma de creciente precio real de mercado. Aumento de valor que no es obra suya sino del desarrollo social, del trabajo e ingenio de la comunidad. Este régimen legal, comienza por paralizar el crecimiento y llega a su colmo sumiendo al país en estado de crónica “guerra civil”. Este punto se alcanza cuando todos consideran que especular con la tierra el mas sólido negocio que un hombre inteligente pueda realizar. Se trate de un patriarca terrateniente o un villero firmemente establecido en su “villa miseria”.

b) La segunda pinza causante de este desastre social y hundimiento del país, es el régimen legal impositivo. La maraña de impuestos vigentes en el orden nacional, provincial y municipal ahogan a los empresarios y trabajadores, de todo tipo y color. Es un cáncer que se nutre con los ingresos de trabajadores, empresarios y consumidores. Nada peor se podría haber inventado para liquidar a una sociedad. Bueno, algo peor acontece: minar la moral privada en la actividad económica (por ejemplo inventar la doble contabilidad , en “blanco” y en “negro”) y socavar la moral pública, inventando una y mil maneras de evadir impuestos.
Reconocida esa ignorancia general sobre las causas de nuestro “desastre social”, no puede asombrar que el sistema político democrático pierda soporte moral de parte de la gente común (pues solo cuenta el día que vota) y sea preferido por aquellos que lo “disfrutan” viviendo de la política.

¿A quienes responsabilizar por la “creación” de este sistema destructivo? Se puede aceptar que por la obra de fuerzas históricas presentes al dictar el Código Civil (1869), los intereses de los terratenientes de la época se hayan hecho sentir, reproduciendo el sistema de propiedad de la tierra que condujo a Roma a su ruina.

Pero no debemos detenernos solo en esto. Ese sistema no solo era corregible sino altamente aprovechable, pues nada mas placentero para una familia sentir que gracias al “derecho” se tiene un lugar en este mundo, Pero había que corregir los malos efectos del sistema. La primera corrección de envergadura la propuso nada menos que el presidente Roque Saenz Peña en memorable proyecto en 1914. Su prematura muerte se lo llevo a él a la sepultura y al archivo del Congreso Nacional a su proyecto.

Fue a partir de los 1930 hasta hoy que los políticos incurrieron en grave responsabilidad, En lugar de corregir el dañino efecto colateral del sistema de propiedad de la tierra, disponiendo por ley recaudar anualmente un porcentual de su valor real en el mercado , pusieron en existencia la cepa del actual régimen impositivo. En 1932 los legisladores dictaron de modo “provisorio” (por 3 años) ley de impuesto a los réditos. Desde entonces a partir de esa cepa, sin cesar, han fabricado una maleza impositiva que succiona la sangre de la economía (moneda) a trabajadores, productores y consumidores.

Hoy, la responsabilidad ya no puede ser atribuida solo a terratenientes y políticos. Si ese sistema subsiste es porque aquellos que han tenido la oportunidad de educarse, lo han hecho y lo hacen no por amor a la verdad ni con el propósito de establecer una mejor justicia social. Los estudios superiores consisten, en esencia, en digerir manuales al uso para obtener un “titulo” habilitante para ejercer las profesiones mas conectadas con esta materia: derecho y economía. Este es el nuevo hecho de la más extrema gravedad. Este conocimiento no solo es impotente para establecer un orden social orientado por los ideales de libertad, igualdad, fraternidad y justicia social. En función de feed back positivo ha puesto a la Argentina al borde de cada uno de los cataclismos que hemos padecido y los que – de no corregirlo ya – vamos a padecer.

El editorial comentado es un verdadero aporte que hemos de agradecer.
Pero hay que complementarlo con una mas profunda interpretación. Una que sirva de base para que haga posible a una actividad política y social que habilite al pueblo argentino retomar el camino de grandeza que una vez supo emprender.

Buenos Aires, septiembre 9, 2011

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