Apreciado amigo GUILLERMO ANDREAU
Desde esta desolada tierra de crímenes y asesinatos cometidos por sicarios del narcotráfico y enclaustrado en una incomprensible cuarentena de gente no contagiada le envío un paper mío en que desarrollaba la idea de sistema espontáneo que fuera desarrollado en Argentina por agentes privados y que contribuyó al diseño y ocupación pacífica y por derecha del suelo para vivienda propia.
Me agradaría conocer su opinión autorizada sobre el mismo.
Bueno, GUILLERMO reciba un fuerte abrazo de quien agradece sus ilustrados y fundamentados documentos.
ANTONIO I. MARGARITI
OCUPACIÓN ANÁRQUICA DE TERRENOS PÚBLICOS
Y DESTRUCCIÓN DEL ORDEN NATURAL.
(Los loteos privados y el rol de los viejos martilleros)
Dr. Antonio I. Margariti Agosto de 2018
Las ciudades argentinas tuvieron históricamente un buen diseño urbano. Las
manzanas divididas en clásicas cuadrículas, el área central -de gran calidaddestinada a edificios públicos de exquisita arquitectura, las plazas y parques
diseñados por paisajistas de renombre mundial, las zonas comerciales atractivas,
los bulevares y áreas residenciales con viviendas de categoría y los barrios
suburbanos bien organizados.
Casi todas las ciudades estaban rodeabas por cinturones verdes de quintas y
huertas. Pero todo esto se terminó. Fue en 1977 cuando mentes bien intencionadas
pero ignorantes del orden natural sancionaron la ley 8912 denominada “Ley de
ordenamiento territorial y uso del suelo”. A partir de ella y en todo el país, los
pobres ya no pudieron comprar lotes de tierra por $ 20 mensuales. Tuvieron que
refugiarse en las “villas Miseria”.
Según refiere el economista Alejandro Bunge (Una nueva Argentina, Editorial
Kraft, Bs.Aires 1946 e Hyspamérica Ediciones, Madrid 1984) el actual conurbano
porteño era un inmenso y valioso cinturón verde ocupado por inmigrantes
europeos, pequeños hortelanos que cultivaban la tierra y vendían su producción
agrícola de calidad trasladándola a la ciudad capital.
Hasta tal punto fue así, que la circunstancia histórica del 17 de octubre de
1945 para liberar al coronel Perón de su precaria internación en el Hospital Militar,
fue organizada por Cipriano Reyes con obreros y trabajadores del cordón industrial
La Plata-Ensenada–Avellaneda. Porque todo lo que hoy conocemos como el
Conurbano bonaerense y sus distintos cordones eran huertas sin población
urbana, sólo ocupadas por pequeños quinteros que no adhirieron a la epopeya
populista.
Alejandro Bunge había advertido al peronismo triunfante que la política de
traslados masivos de “cabecitas negras” desde el interior profundo al Conurbano iba
a terminar en un caos. Por lo cual instaba a no construir Barrios Obreros, ni grandes
Hospitales regionales, Hogares Escuelas de la Fundación Eva Perón o Centros
Asistenciales alrededor de Buenos Aires sino hacerlo en los lugares donde esa gente
nativa estaba viviendo.
Sin embargo, por razones electorales que tendían a compensar los votos
contreras de Capital Federal con los votos peronistas, los funcionarios del nuevo
gobierno laborista (devenido en peronista y luego en justicialista) armaron
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extravagantes distritos electorales que comprendían Recoleta y Palermo juntados
con distritos populares del gran Buenos Aires. Esta viveza política, ha sido
minuciosamente estudiada por el ex director del diario La Vanguardia, Hugo
Gambini (1934-2019) en documentados libros de investigación política como: “El 17
de octubre de 1945” (1969), “Historia del peronismo: El poder total” (1943-1951), “La
Obsecuencia” (1952-1955), “La violencia” (1956-1983); “Frondizi, el estadista acorralado”
y “Las prácticas oscuras de Perón” (2017)..
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Pero evidentemente el desmedido apetito electoral de contar con triunfos en
todas las jurisdicciones, fue mayor que la idea de desarrollar y equipar el territorio,
allí donde ya vivían los humildes. Con esa migración masiva de “cabecitas negras”
se armaron curiosas circunscripciones electorales que tomaban toda la Recoleta,
seguían por un estrecho cordón hacia el Gran Buenos Aires y englobaban
poblaciones de trabajadores.
Así fue como se terminaron los remates bien organizados y los pobres ya no
pudieron obtener los títulos de propiedad. Comenzó una grieta social y territorial:
por un lado las “villas de emergencia” o chabolas edificadas sin ningún plan urbano
y por, el otro lado, los” countries”, que se convirtieron posteriormente en “barrios
cerrados” y “urbanizaciones de lujo” donde el lote de un terreno costaba entre u$s
20 mil y u$s 100 mil. Inaccesible para los pobres y la clase media.
A partir de la migración de “cabecitas negras” los gobiernos militares y civiles,
de derecha y de izquierda, peronistas, socialistas o radicales, no supieron ver el
problema. Todas las medidas económicas, financieras, impositivas y laborales
tendieron a empobrecer el interior del país y priorizar la concentración humana y
de riqueza en la Capital Federal. Ezequiel Martínez Estrada lo describió muy bien
en el libro “La cabeza de Goliath”,
Ahora estamos pagando las consecuencias con la inesperada “invasión de los
bárbaros” que ocupan violentamente pedazos de tierra para revenderla a precio vil
a familias necesitadas de construir sus casillas. Lo importante no es regalarles la
vivienda, sino que sean propietarios de un lote de terreno adquirido con sus
recursos y que, de a poco, con esfuerzo y ayuda fiscal puedan ir construyendo y
mejorando sus casas en un entorno urbanizado.
IGNORANCIA DEL ORDEN ESPONTÁNEO.
Los gobernantes argentinos tienen una ignorancia genética profundamente
grabada en sus ADN: no saben distinguir entre el orden espontáneo y el orden
forzoso o fabricado. El orden espontáneo surge cuando las leyes amparan la
vigencia de estas cuatro condiciones para la convivencia social.
1º CUMPLIR CON LA PALABRA EMPEÑADA.
2° ASEGURAR LA POSIBILIDAD DE AHORRO FAMILIAR
3º RESPETAR LA POSESION PACÍFICA DE LOS BIENES
4º TRANSMITIR BIENES POR CONSENSO SIN FRAUDE.
Bajo este orden espontáneo surgieron los barrios, las ciudades y las empresas
privadas que dan trabajo a la gente. Cuando a partir de 1945 el Estado quiso alterar
ese orden espontáneo imponiendo una organización prepotente, obligatoria,
dispuesta por la fuerza de la ley, en algunos casos tecnológicamente avanzada pero
sin libertad de elección, entonces emergió el caos y el desorden que hoy sufrimos.
Y lo mismo puede pasar próximamente cuando se sancionen y apliquen las
leyes intervencionistas con las entidades de medicina prepaga, los medios de
comunicación audiovisual, la educación privada, el sistema de tarjetas de crédito y
la propiedad privada de la tierra rural.
TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR.
Hasta mediados de los ‘70, las personas humildes vivían en barrios del
suburbio, en casas de una planta, hechas con mampostería de ladrillos, unidos con
mortero de cal y arena, mosaicos calcáreos en patios y cocina, pisos de pinotea con
cámara de aire en los dormitorios, techos de chapas de zinc o de ladrillos cargados
sobre la famosa bovedilla catalana.
Estaban construidas en lotes de 10 varas de ancho (8,356 m), por un largo de
30 a 50 metros, donde se armaba el gallinero y preparaba la huerta. Casi siempre
había una higuera y un limonero. Eran casas modestas pero seguras y confortables.
Se iban construyendo de a poco, agregando nuevas piezas a medida que la familia
crecía. Los arquitectos las llamaban “casas chorizos”. Alberto Vaccarezza las
inmortalizó en el sainete del Conventillo de la Paloma.
Si sus ocupantes tenían la suerte de ser amigos de algunos hábiles albañiles,
embellecían las fachadas con pilastras, zócalos, listeles, frontis triangulares o
semicirculares encima de las ventanas, arquitrabes, frisos y cornisas que les
otorgaban un aspecto sumamente atractivo. Sin saberlo repetían el “art nouveau”
de la patria de sus padres y abuelos.
Esos viejos albañiles italianos eran los famosos “frentistas” que construyeron
nuestros más emblemáticos edificios. En Rosario hicieron las residencias del
“Paseo del siglo”, que hoy se conservan como ejemplo de arquitectura modernista
hecha con un material denominado “piedra París”. Tales fachadas parecen eternas,
no presentan ninguna rajadura ni englobamiento. Están intactas después de más de
100 años. Lamentablemente están cayendo bajo la piqueta de las demoliciones
mdernistas sin ton ni son.
BARRIOS POBRES PERO NO VILLAS MISERIAS.
Hace 74 años, había barrios pobres, muy pobres, pero no existían las villas
Miserias, que se multiplican hoy en día, y donde vive una multitud cada vez mayor
de ciudadanos en condiciones tan inhumanas que ni los animales se les asemejan.
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¿Por qué ha sucedido todo esto?
¿Porqué esa invasión de parques por miles
de familias que se asemejan a los bárbaros medievales ocupando y destruyendo las
áreas urbanizadas? ¿Qué han hecho los sucesivos gobernantes democráticos o de
facto para que las familias tengan que vivir en covachas inmundas, indignas de
seres humanos?
CÓMO FUNCIONABA EL ORDEN NATURAL.
A pesar de que la constitución nacional lo consigna pomposamente, en
materia de erradicación de villas miseria los gobiernos peronistas y no peronistas
no han hecho absolutamente nada. Sólo las han incrementado y hoy llegan a 4.200.
Utilizan electoralmente a sus habitantes como ganado doméstico que se arrea en los
actos políticos.
Ahora, hasta han llegado a ser territorio enemigo porque son “plazas
estratégicas ocupadas por bandas de narcotraficantes”.
Los ideólogos zurdos, cuando llegan al poder actúan como las siete plagas de
Egipto, obrando con una perniciosidad sólo comparable con los escandalosos actos
de corrupción que cometen a diario.
Destruyen el proceso natural por el que los pobres tenían acceso a la
propiedad privada e impiden que, en el mejoramiento de la vivienda propia,
volcasen los pocos pesitos que podrían ahorrar.
De paso cuando esto ocurría el valor adquisitivo del peso se mantenía
constante. No había aparecido la demagogia distributista de la inflación secular.
El proceso natural se desarrollaba de este modo.
1º Una oficina de rematadores -que gozaba de la confianza pública- a cargo de
un martillero público ofrecía, a los dueños de baldíos en los aledaños de la ciudad,
convertirlos en terrenos urbanos. El atractivo consistía en que esa tierra, sin valor
agrícola, podía ser transformada en terreno del conurbano valorizándose
sustancialmente.
2º Agrimensura. Con un agrimensor, emprendían la tarea de amojonar y medir
el terreno, estableciendo lotes, con sus respectivos niveles y calzadas. Una vez
llevada al tablero la división de la tierra, se dibujaban lotes y calles,
designándoselas con nombres de patriotas o personas ilustres. Los lotes se
numeraban según el tamaño y la calidad de su ubicación. Una parte del terreno
quedaba reservada para construir la plaza del barrio, el templo parroquial, la
escuela primaria, el puesto policial, el dispensario médico y la oficina del registro
civil.
3º Plano de urbanización. El plano resultante se llevaba a la Dirección de
Catastro o Registro de la propiedad inmueble, donde se gestionaba la aprobación
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oficial. En ciertos casos se hacían trabajos con moto niveladoras para emparejar el
terreno, formar cordones y trazar veredas huecas para pasar ulteriormente las
redes con distintas cañerías.
4º Pública subasta. Luego los rematadores organizaban una verdadera fiesta de
capitalismo popular, convocando a la pública subasta. Alquilaban medios de
transporte para llevar y traer a los interesados, levantaban unas atractivas carpas
en el lugar de remate, adornándolas con vistosos banderines y colocaban enormes
carteles anunciando el remate público, incluyendo el plano del loteo. En el interior
de las carpas se colocaban sillas de madera y la multitud de interesados con su
familia, esperaban sentados el comienzo del remate. Para hacer más amena la
espera, algunos contrataban fanfarrias o pequeñas bandas polifónicas de la
colectividad italiana o española y ofrecían un pequeño concierto de canzonettas,
pasodobles y música popular.
5º Acto solemne. Los martilleros comenzaban el acto realizando una descripción
muy vívida del terreno y aleccionaban a la gente sobre las ventajas del ahorro, de
tener una propiedad para asegurar el techo propio y proteger el futuro de los hijos.
Algunos martilleros egregios, como don Elías Carranza Saroli, don Fernando
Pesán y don Angel González Theyler en Rosario, y Francisco F. Vinelli,
Rodolfo Vinelli, Guillermo y Ricardo Vinelli en Capital Federal, se
convertían en relatores de la historia nacional y predicadores de normas morales,
para confirmar la importancia de la familia, la palabra empeñada, la propiedad
privada y el cumplimiento de las promesas.
6º Escudo nacional. Se solían repartir escudos patrios litografiados en hojalata,
que los asistentes colocaban con orgullo en su prenda, cerca del corazón. A veces, el
acto incluía el canto del himno nacional. El remate era una verdadera fiesta de
civismo dirigido a los pobres de solemnidad. Siempre había algunos bocados de pan
y chorizo, tiras de asado, empanadas y bebidas no alcohólicas para calmar el
hambre y sed de los asistentes.
7º Remate uno por uno. Los lotes se iban rematando uno por uno, según el
número del loteo. Ya tenían asignado un crédito automático, pagadero en cuotas
fijas de hasta 120 mensualidades. Cuando alguien compraba el lote, allí mismo
registraban sus datos personales y se emitía una libreta inmobiliaria, numerada,
sellada, encuadernada y forrada en hule negro, formando parte del título de
propiedad inscripto en la Dirección de Catastro.
8º Libretas inmobiliarias. Esas libretas eran una parte de la propiedad total y
como tal podían ser hipotecadas, compradas, vendidas o cedidas en donación.
Poseer la libreta inmobiliaria de hule negro era un orgullo para las personas
humildes porque por pocos pesos mensuales se convertían en propietarios.
9º Propietarios, no proletarios. Por primera vez en la vida, contaban con un
capital propio, eran dueños de un título que los respaldaba y les servía de garantía
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para conseguir créditos en bancos, tiendas, almacenes de ramos generales y hasta
para aspirar a un trabajo estable en industrias importantes. Posteriormente y de a
poco, el municipio se encargaba pavimentar las calles del loteo, instalar servicios
de electricidad, gas, agua potable y la red cloacal. El martillero era el que gestionaba
todas estas obras de urbanización y el barrio comenzaba a progresar.
10 º Inscripción en Catastro. Después de emitidas, las libretas se inscribían en
el Registro de la Propiedad y a partir de allí eran dueños-propietarios del terreno.
Sin trámites bancarios recibían el primer crédito importante de largo plazo. Era un
acontecimiento imborrable para las familias. El parcelamiento de las tierras daba
origen a la formación de los nuevos barrios y uno de los pioneros que contribuyó a
la formación de las ciudades fueron don Rodolfo J.W. Vinelli y su padre don
Francisco F. Vinelli (1876-1970). En 1906 inició el parcelamiento de las
primitivas quintas en Ituzaingó y permitió la instalación de nuevos núcleos
poblacionales.
Otro de los más impactantes loteos fue el barrio Parque Chas en Capital
Federal encargado por el martillero Gerónimo Grosso a los ing° Frehner y
Guerrico. Su principal rasgo de identidad es la existencia, en su centro histórico, de
una serie de calles circulares con nombres de ciudades europeas que le dan fama de
un verdadero laberinto.
Loteo de 1925: B° PARQUE CHAS en CAPITAL FEDERAL
LOS TECNÓCRATAS DE SIEMPRE.
Esos tiempos de bonanza para las personas humildes comenzaron a
desaparecer a mediados de los ’70, y se acrecentaron con el shock devaluatorio de
Celestino Rodrigo, ministro de economía de la primera mujer presidenta que tuvo
el país.
Como consecuencia del sinceramiento de tarifas, ocurrido después del patoteril control de precios de José Ber Gelbard y el congelamiento de salarios
precedente, se desató una inflación incontenible que produjo la devastación de los
ahorros.
Las posibilidades de construir viviendas por el sistema de ajuste alzado a
precios fijos inamovibles fueron liquidadas. Muchas empresas constructoras
quebraron. Casi todas las obras comenzaron a ejecutarse por el sistema de costo
variable y costas ajustables.
Pocos años después, en 1977 y desde el decreto-ley 8.912/77, llamado
pomposamente “Ley de Ordenamiento territorial y uso del suelo”, comenzaron a
surgir por todo el país leyes regulatorias que impedían los clásicos loteos exigiendo
a los martilleros dotar previamente a los terrenos suburbanos de una planificación
que el Estado no tenía, con infraestructura sumamente costosa y compleja
compuesta de pavimentos de hormigón, cordones y veredas, faroles de alumbrado
público, servicios de agua y red cloacal hasta la puerta del lote, cañerías para la
distribución de gas y cámaras subterráneas para equipos de transformación y
rebaje de energía eléctrica domiciliaria.
Es decir que el Estado quiso desentenderse de una función esencial de los
municipios y tirarle el fardo a los privados.
En un marco de inestabilidad monetaria y con costos crecientes, esa
infraestructura implicaba una altísima inversión de riesgo que no podía ser pagada
por los humildes compradores de los viejos loteos.
Por lo tanto el mercado del loteo desapareció y la vivienda fue inaccesible
para ellos.
Las operaciones inmobiliarias se redujeron a personas de altísimos niveles
de ingreso que, por moda cultural, decidieron mudarse a countries y barrios
cerrados en los alrededores de las grandes ciudades.
Los pobres y la clase media con escasos recursos no tuvieron nunca más
acceso a una vivienda hecha con sus propios ahorros. Fue un proceso inverso al que
se llevó a cabo en Europa durante el Renacimiento y la Epoca Moderna, que
consistía en la creación y desarrollo de ciudades. Aquí, ahora las ciudades se
despoblaron de personas de buenos recursos que se recluyen en esos castillos
almenados rodeados de un foso de alambres de púas y concertinas denominados
“BARRIOS CERRADOS”.
El orden natural por el cual los pobres también podían llegar a ser
propietarios había sido destruido y comenzaron a surgir los asentamientos
irregulares, las villas de emergencia y los tenebrosos barrios de viviendas colectivas
convertidos en refugio de delincuentes donde la policía y los servicios de
emergencia médica temen ingresar.
EL RETORNO A LA PROPIEDAD PRIVADA.
El problema de las villas miserias no tiene solución alguna si no se encara
como una operación de gran prioridad para volver a convertir a los proletarios en
propietarios. El acceso a la propiedad privada y el otorgamiento de títulos de
propiedad transferibles constituyen tareas prioritarias. Luego vendrá la
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urbanización de las actuales villas, abriendo accesos y calles adecuadas con una
reparcelización de aquellos habitantes a quienes habrá que expropiarles el terreno
ocupado y cederle otro lote en propiedad.
Otras cuestiones importantes son: la delimitación física de la villa miseria
para evitar que se siga expandiendo y la construcción, en cada lote, de un núcleo
central compuesto por baño, cocina y sistema de desagües de aguas servidas,
dejando que, en el resto del terreno, los ocupantes-propietarios construyan las
habitaciones que necesiten y puedan.
El ser humano satisface sus necesidades transformando las cosas que le
rodean, pero cuando construye algo y lo utiliza, necesita que ese proceso sea
ordenado jurídica y urbanísticamente. Para ello es necesario que pueda decirse
“yo ordeno esto” y “nadie sin mi permiso puede cambiarlo”.
En todas las lenguas del mundo, la función de poseer algo tiene vocablos
como “es mío”, “es tuyo”, “es de mi padre”, “es de mis hijos” o
“pertenece al municipio”, en los cuales se resumen en dos sustantivos
esenciales de la naturaleza humana: “propiedad” y “dominio”. Lo que es mostrenco
o público es de nadie y se puede usurpar.
Cualquier acción para producir y consumir riqueza es imposible sin que
alguien pueda y tenga el derecho a fiscalizar el proceso de creación de riqueza.
Lo deprimente de las villas miseria es precisamente la absoluta y total
carencia de propiedad privada, representada por un título de propiedad, lo cual
significa que esas covachas donde habitan es un bien mostrenco o de nadie y un
buen día pueden ser desalojados o desplazados por acción de individuos más
poderosos que se adueñan de estas propiedades precarias para instalar bunkers .
Finalmente esos poderosos no son ya los funcionarios del Estado, ni la
policía, ni la justicia, ni el capitalista inmobiliario, sino el traficante de drogas que
edifica su poder en medio de la anarquía y el dominio del territorio.
Rosario, Agosto de 2018. Dr. Antonio I. Margariti
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