HOMENAJE AL ESCONOMISTA DE LA PATRIA, DON MANUEL BELGRANO
Héctor Raúl Sandler, profesor Consulto, Derecho, UBA
En su habitual columna dominical, en el diario La Nación del 20 de junio,2010, con motivo de celebrarse el día de la Bandera y de su creador don Manuel Belgrano, el distinguido economista Juan Carlos de Pablo simula una muy amena entrevista con Ovidio Giménez (1909-1998), en torno a su obra Vida, época y obra de Manuel Belgrano. Cierra su simulado reportaje con esta afirmación:
“En una palabra. (Manuel Belgrano), dice el supuesto Ovidio Gimenez, no era mercantilista, fisiócrata o liberal a ultranza, sino que aplicaba lo que había aprendido de cada uno de ellos a lo que verdaderamente le importaba: la realidad económica de la colonia durante los últimos años del virreinato, y los desafíos que plantearía el comienzo de la vida política independiente.”
Estoy de acuerdo en que Manuel Belgrano no merece ser catalogado como mercantilista, fisiócrata o liberal a “muerte” , pues no solo había aprendido algo de cada una de esa corriente del pensamiento, sino que como todo hombre de buen equilibrio mental afrontaba los problemas que la vida le presentara con serena visión realista. No solo lo acreditó como economista sino como responsable militar del ejército del Norte, condición por la que se ganó el respeto y el afecto de San Martín. Y tiene razón también don Ovidio cuando afirma que su mayor preocupación era pensar en el tipo de orden económico que más convenía a la patria naciente para responder a los “desafíos que plantearía el comienzo de la vida política independiente”. El nuevo orden social no podía construirse a la “antigüita”. Esto es, a la manera como la mayor parte de la humanidad lo había hecho siempre: establecer gobiernos en los que una clase social, de una u otra manera, estrujaba a los trabajadores y saqueaba a los vencidos. Estaban aun humeantes los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa. Ya se percibían fuertemente el progreso en la joven sociedad norteamericana establecida sobre claros principios morales trascendentes a toda ley positiva. Figuraba en el primer parágrafo la Declaración de la Independencia del 4 de Julio de 1776 que todos los hombres han sido dotados por el Creador con precisos e inalienables derechos, encabezados por unos tan simples como decisivos para la modernidad: el derecho a la vida ( de paso, ¿no es el fin de la economía asegurar nuestra vida material?), el de ser libres y realizar nuestra propia felicidad.
Por eso para el estadista Manuel Belgrano el sentido y función del gobierno era actuar de tal manera que pueda darse “la felicidad de los pueblos”, la que depende de la justicia y claridad de las leyes, de la instrucción regular y uniforme, de la seguridad personal de cada individuo, de la certidumbre de la propiedad adquirida según las formas de la justa proporción del impuesto, con la renta , de la confianza de las palabras reales (la de los gobiernos), de la economía de la administración general, de la observancia de las Leyes divinas y humanas, de la libertad de las ventas y compras, de la facilidad de las comunicaciones , de la paz interior y exterior, de la imparcialidad de la justicia, de la elección de hombres sabios y virtuosos para los empleos …( Principios de Ciencia Económica”, en Manuel Belgrano, Traducciones, C.P.de C.E,, 1992).
Todos estos objetos pueden ser considerados como los “fines ideales” que deben orientar la actividad gubernamental. Pero Belgrano se pronunció también sobre algunos “medios”, conciente como el que más que en la elección del medio (de los “recursos” empleados para gobernar) se juega la suerte del fin propuesto. La importancia de Belgrano radica justo en el tipo de los medios auspiciados como economista. De ellos destaco dos, ciñéndome a las propias palabras del hombre de Mayo.
1) “El valor de cada Estado (en sentido de país), no depende del valor del tesoro público, sino de la cantidad de fanegas de tierra bien cultivadas que tenga. ….Si hay algunas tierras sin cultivarse, aun no ha llegado (el país) a su periodo de prosperidad: si hay muchas (sin cultivar) debe estar muy débil y mal gobernado” (op.cit; entre paréntesis, mío).
Sostener que la tierra (rural y urbana) debe estar “toda cultivada”, significa que el derecho positivo debe asegurar que ella esté a plena disposición de los hombres de trabajo, para que apliquen su esfuerzo personal o inviertan el capital real del que dispongan. Decir esto de ninguna manera significa ser fisiócrata (aunque fuera recién en el siglo XVIII que los “economistas” rescataran el principio divino del artículo 25:23 del Levítico). Ni fisiócrata, ni liberal, ni socialista es este principio. Es el único sano principio de orden social que hace posible la libertad individual, la igualdad de trato y de oportunidades, la fraternal cooperación entre los hombres y los pueblos, la democracia política y la justicia en todos los ámbitos del orden todo.
El “medio” más opuesto a los ideales de Belgrano era la legislación antigua en cuanto permitía a unos pocos terratenientes ser titulares del “derecho a la vida” de los demás hombres. También era un “medio” peligroso para la libertad, la igualdad y la prosperidad individual y colectiva permitir por ley positiva que la tierra pudiera ser negociada como si fuera un “mueble”, pues solo lo son los objetos construidos por los hombres con su trabajo. Cuando por la razón que fuere la ley positiva trata a la naturaleza como “objeto de comercio” (Art.2311 y s. del Código Civil), si no se adoptan fuertes leyes en materia de recaudación pública, se abren las puertas del infierno social. Los poseedores y propietarios de la tierra y sus primos hermanos los monopolios, son los que hacen los más grandes negocios a costa de la decadencia de quienes viven de su trabajo. Comerciar con la tierra es “el mejor negocio en la Tierra”, como dicen con ligereza los loteadores de terrenos. Pero es el peor negocio para la sociedad, pues da lugar a la general cleptomanía de todos contra todos. Es un error tremendo económico y legal a la vez que un escándalo moral y cívico.
Los que usamos de la pluma y la palabra podemos decir que en relación a la tierra Belgrano era “fisiócrata”. Pero hay que aclarar qué significa esa calificación. De otra manera, como ocurre en la entrevista con don Ovidio, la cuestión se trivializa. Se puede ser “fisiócrata” un poco y otro poco “liberal” y a ratos “mercantilista”, al gusto y a la carta. Este de ninguna manera era el principio de orden social de Belgrano. Si uno tiene en cuenta lo que pensaba respecto del derecho a usar de la tierra y sobre el destino de “la renta del suelo”, se podría sostener con más acierto que era un hebreo del Antiguo Testamento, pues convenía con la sabia norma del Levítico 25:23. ¿Y por que no decir, también, que fue una especie de peronista de anticipación , en cuanto éstos, en las primeras horas de su existencia, allá por el 1945, aunque hoy parecen haberlo olvidado, sostuvieron que la tierra es para el que la trabaja y que no era lícito especular con ella? Bien está en comentar al 20 de junio – dia de la Bandera - a un buen libro como el de Ovidio Gimenez ; pero lo que el país necesita con mucho más urgencia es comentar , para revivirlo, al principio de orden social propiciado por Belgrano.
2) Una segunda idea de Belgrano – correlativa a la anterior – es necesario recordar. Es su idea respecto al sistema de recursos para el gobierno del Estado. “Los Economistas (o sea “los fisiócratas”, inventores del nombre “economista”) , escribió Belgrano), han probado que si todo impuesto estuviese reducido a una tercera parte de la verdadera renta neta de todo el terreno , el Soberano (el Gobierno) ganaría mucho, y el vasallo también: el primero porque recibiría casi todo el impuesto, comúnmente consumido en gran parte por los gastos (públicos) ; el segundo porque las obras de la industria (las producidas por el trabajo con el auxilio del capital) estando libre de imposición alguna, estarían a un precio cómodo: y que el impuesto , cuando fuese simple no estaría recargados de los gastos de percepción , inseparable de los impuestos complicados y siempre gravosos, así al que da como al que recibe (el contribuyente y el Gobierno) “ (sic, obra citada; palabras entre paréntesis, mías).
Lo que el gran patriota y primer economista argentino dice es muy claro: el gobierno debe contar con recursos para afrontar el gasto público. Pero el sistema que se elija ha de ser propicio a la economía, arreglado a principios de igualdad y justicia, transparente como el agua y de muy sencillo cálculo para el pago y la percepción. Esteban Echeverria lo denominó “contribución inmobiliaria”. Los Clásicos, “renta”; Aquiles Loria, “renta fundiaria” y Henry George,”single tax”.
En todos los casos lo que debe pagar el usador de la naturaleza y cobrar los gobiernos es más bien una “tasa”. Se cobra anualmente a todo aquel que ocupa la tierra en proporción al valor de mercado que ella tenga. Las mejoras que se hayan introducido en el lugar – como producto de la “industria” del hombre – no son objeto de imposición. Un equivalente para ilustrar al lector: el sistema se parece al que usamos cuado estacionamos nuestro auto en una playa de estacionamiento. Pagamos en proporción al espacio ocupado y el tiempo usado. A nadie se le ocurriría llamar a esa obligación de pagar por el aprovechamiento del espacio, “impuesto”.
¿Qué observamos si comparamos el sistema propuesto por Belgrano con el régimen de impuestos que aplica el Estado argentino? Que son tan distintos como el día y la noche. Todos los impuestos actuales recaen sobre la industria, la producción, el comercio y el consumo, mientras la renta del suelo sigue siendo “el mejor negocio de la Tierra”.
Rendir homenaje a don Manuel Belgrano en el aniversario de su fallecimiento no sirve para mucho si estas cosas no se aclaran y a fondo. No se revela que cada día que pasa, de la mañana a la noche, el régimen de impuestos vigente ultraja la memoria del gran patriota.
Buenos Aires, 20 de junio de 2010
Nuestra cultura occidental tiene la necesidad de recuperar datos que han sido deliberadamente ocultados, olvidados y perdidos por impostación filológica y por filtraje académico y universitario producidos básicamente por la Inquisición del Siglo XI al XVII primero y por la nacionalización de la educación superior del Siglo XVIII al XX. La misión de esta Enciclopedia es resucitar la sabiduría necesaria para salvar a occidente del proceso autodestructivo en que se encuentra en pleno desarrollo.
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