Los limites de la razon y el peligro del positivismo.
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Los limites de la razón. El peligro del positivismo. La moral no es un derivado de la razón.la civilización es un aprendizaje de la historia.El futuro del liberalismo.
Comentario,
En el video se ve que la disertación inicial del Dr. Benegas Lynch versó sobre lo político filosófico. Esto varió en la etapa, la de preguntas, donde se tuvo más en cuenta la realidad política cotidiana. Uno de los presentes sostuvo que los políticos argentinos, en general, no aciertan con las soluciones para aliviar nuestros problemas sociales. Posiblemente por el impacto del pensamiento de nuestros intelectuales sobre su pensamiento. Benegas Lynch participó de esa idea y, para ejemplificarlo recordó la observable coincidencia en dirigentes (y en la sociedad argentina) en predicar la necesidad de “un modelo (de orden social) que asegurara la redistribución coactiva del fruto del trabajo ajeno”. Y atribuyó la preponderancia de esa idea a la penetración, entre los intelectuales argentinos de los pensamientos de Keynes, Gramsci, y otros, inclusos de filiación fascista. Sería necio de mi parte negar que mucho ha calado en los intelectuales, sobre todo en los 1960/70 y no solo en los de las ciencias sociales, de modo conciente o inconciente, ese tipo de pensamiento. Sin embargo es este un diagnóstico en parte insuficiente y en parte peligroso por dos razones. Empiezo por esto último: peligroso pues conforme a nuestra experiencia histórica, sobre su base han emergido bárbaros que asumieron, entre otras, la brutal tarea de “higienizar” las casas de estudio y la sociedad toda. Insuficiente , porque no reconoce la potencia que tiene un “orden social mal constituido” para generar erróneas concepciones y propiciar brutales soluciones. El “cabal reconocimiento de un terreno” que facilita la germinación y adhesión de tan malsanas ideas, debe ser el punto de partida en la tarea de cambiar ese nocivo humor social. Cuando en una sociedad es idea dominante la necesidad de usar el poder del Estado para “redistribuir coactivamente” la riqueza por otros producida, debe uno comenzar por esta pregunta: ¿no habrá en el derecho de fondo alguna institución que – de entrada – distribuya mal la riqueza que el conjunto ha producido? Saber esto cuesta mucho más trabajo, pero es mucho mas útil, que rastrear la posible influencia de la literatura de moda. Si bien las ideas dominantes en su tiempo facilitaron la Revolución de Mayo, si las circunstancias sociales internas y externas (el “estado de malestar” social) no la hubiesen demandado, no habría ocurrido. Y aquellas ideas prácticamente sucumbieron pocos después por obra de la “realidad social” que el rosismo simbolizó. Así vista la cosas y tratando de responder a aquella pregunta, es fácil ver dos instituciones legales que son manifiesta y profundamente injustas:
A) El sistema de impuestos. Un caso de superlativa injusticia, pues el sistema vigente establece por ley una “distribución coactiva” de la riqueza, quitando sin reparo al que trabaja e invierte; al que produce y consume.
B) La apropiación por algunos particulares de la renta del suelo. Es este otro caso de escandalosa injusticia, pues la ley permite que el ocupante de una parcela (urbana y rural) acreciente su fortuna embolsando para sí el valor creciente de la tierra, cuando éste es el resultado del dinámico trabajo de la sociedad como conjunto. Quien se detenga a analizar estos dos tumores, pronto captará por qué una sociedad que con toda emoción canta a la Libertad, por causa de una Igualdad ausente, puede estragarse a sí misma con olvido total de la Fraternidad.
Héctor Raúl Sandler, Profesor de Derecho, UBA
Comentarios de Gabriel Zanotti, Jorge Bilbao y Hector Sandler
Comentarios de Zanotti, Bilbao y Sandler
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"La imaginación tiene sobre nosotros mucho más imperio que la realidad." | |||
2 comentarios:
H.R. Zemene, politicologo, comenta:
“Al pan, pan, al vino, vino” o llamar las cosas por su nombre.
Comienzo por adelantar mi reconocimiento a la formación intelectual del Dr. Benegas Lynch. Su exposición en el video semeja un límpido paño sin máculas. Hasta que, de pronto, en respuesta a uno de los presentes, de modo muy fugaz y al pasar, se dice que los políticos deben ser claros en sus discursos y principios, aclarando que ese es su general deber, “sean de izquierdas o del lado liberal”. Esta clasificación, harto corriente, es la que motiva este comentario. No sería particularmente grave, si esa clasificación no fuera una de las peores metonimias que sufrimos en la Argentina. Lejos estoy de responsabilizar de ella al Dr. Benegas Lynch. Son muchas las causas que la han generado. Lo grave es aceptarla en el mundo del pensamiento refinado, pues la cultura desciende como el agua desde la cumbre hacia abajo. Anticipo mi pensamiento en dos palabras: en la Argentina actual, y desde hace muchas décadas, solo se puede ser liberal siendo de izquierda. O, a la inversa, solo se es de izquierda siendo liberal. Esta afirmación puede parecer provocativa y, de hecho, en las actuales circunstancias, lo es. Sin embargo no busco la disputa. Solo procuro se repare que quien yerra en el recto sentido de las palabras enturbia las cabezas e impide la posibilidad de proponer las soluciones que el país necesita. La historia argentina de los últimos 80 años muestra a las claras una creciente cancelación de las libertades, públicas y privadas. Como acaba de escribir Meier Zylberberg , quizá el proceso de transformar a los ciudadanos en súbditos haya comenzado con la “provisoria para siempre” ley de impuestos a los réditos (c.1930). Quizá antes. Pero no hay dudas que durante todo el siglo pasado hubo un continuo cercenamiento de las libertades públicas y privadas. Las leyes de impuestos de los 1940, la protección de oligopolios y monopolios, la estatización de la economía mediante planes quinquenales, las reformas constitucionales de 1949, 1957 y 1994, las dictaduras que le siguieron en 1966 y 1976, son apenas los hechos más sobresalientes de la transformación de nuestro el orden político, social y cultural. Transformación impuesta por leyes positivas moldeadas al calor de demandas populares en concurrencia con la protección de intereses incrustados en el organismo social. Todo este proceso casi centenario, pleno de episodios distintos y hasta contradictorios, se iguala por un mismo efecto: cercenamiento de las libertades públicas y erradicación de las libertades económicas de los ...
particulares. El actual orden social argentino es contrario a la libertad en todas sus dimensiones. El incipiente municipalismo programado por la Constitución, ha sido sustituido por el centralismo de los caudillos locales; el federalismo ha sido reemplazado por el unitarismo; las libertades públicas no funcionan, pues dependen de las libertades económicas y éstas han sido canceladas por monopolios, oligopolios y privilegios privados protegidos por monopolios políticos del Estado central. El mayor de ellos y del que menos se habla es el “monopolio del poder” para decir qué es “derecho”. Éste en lugar de ser el tribunal ante el cual debe rendir cuentas el gobierno de sus actos, ha pasado a ser el instrumento del gobierno para aherrojar a los ciudadanos. ¿Dígase si este cuadro no es éste el cuadro Occidente ofrecía antes de la irrupción del ideal de libertad? Las semejanzas son estremecedoras. Sin embargo, los programas de los partidos políticos argentinos observables en la elección del 28 de junio, en distinto grado pero sin excepción, tienden a conservar el estado del orden social existente. Los dirigentes niegan ser “conservadores”. También niega serlo la mayoría de los ciudadanos. Pero en los hechos, se es conservador cuando por ruidosas que fueren las quejas, se actúa para “mantener” el orden existente. Orden que en nuestro caso es cancelatorio de las libertades de los ciudadanos, en especial de las económicas. Las ciencias políticas convienen en definir como de doctrinas de “izquierda” a las que cuestionan las bases legales del orden tradicional. El nuestro, como he dicho, lleva más de 80 años!. Las “izquierdas” se caracterizan porque siempre han pretendido mayores libertades públicas y privadas. La “izquierda argentina”, no. Los argentinos padecemos una grave desorientación política. Urge antes que nada clarificar los términos y conceptos que la causa. Esta clarificación es imposible si se sigue usando el lenguaje de los confundidos y de los confundidores. Las buenas sociedades, como los autos, requieren para su marcha de freno (conservadores) y acelerador (izquierda). ¡Guay de aquella que confunde el freno con el acelerador!
H.R. Zemene, politicólogo.
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