Nuestra cultura occidental tiene la necesidad de recuperar datos que han sido deliberadamente ocultados, olvidados y perdidos por impostación filológica y por filtraje académico y universitario producidos básicamente por la Inquisición del Siglo XI al XVII primero y por la nacionalización de la educación superior del Siglo XVIII al XX. La misión de esta Enciclopedia es resucitar la sabiduría necesaria para salvar a occidente del proceso autodestructivo en que se encuentra en pleno desarrollo.
miércoles, 24 de marzo de 2010
LA TIERRA EN LA BIBLIA por Agustin Etchebarne y H. Sandler
Querido Agustín:
Agradezco el envío de tu investigación en la Biblia sobre, digamos, la “cuestión de la tierra” y te felicito por tu preocupación y perseverancia para rastrear, hasta donde lo has hecho, párrafos, sentencias o pasajes en los que se utiliza la palabra “tierra”. Revela no solo una firme voluntad, en un mundo de hombres un tanto flojos de ella, sino una voluntad “buena”, porque de alguna manera deseas conocer – exagerando un poco – “la palabra de Dios” en esta materia.
Una de cal y otra de arena. Es un camino escabroso, en el que es fácil de tropezar y errar usando el “método histórico” adecuado para cualquier otro libro u objeto, pero no para penetrar en la palabra de Dios. Un vistazo a una obra reciente pretendiendo revelar “Lo que dijo verdaderamente la Biblia” (Manfred Barthel, Was wirklich in der Bible steht, ECON , Verlag, 1980) editado en castellano, revela que si bien es interesante “escarbar” en los papeles, el resultado es francamente desorientador, observado desde el punto central de la Biblia: el re-ligar al “hombre caído” con Dios mediante el cumplimiento de una recta vida terrena: individual y social.
Desde este punto vista – sería más decisiva una visión esotérica, como la de los antiguos místicos o – en la edad moderna - la de Rudolf Steiner, quien de manera seria y excepcional ha tratado de penetrar en los “misterios” del espíritu en el mundo griego, judío y sobre todo el cristiano. Lo ha hecho con abundante bibliografia, gran parte traducida al castellano, desarrollando las bases para una “ciencia de lo espiritual” (Antroposofía). Pero ésta no es fácil al alcance de todos y no la trato aquí por razones que callo.
Otra perspectiva, más corriente, es la exotérica. Ésta aprovecha a la Biblia –mediante interpretaciones de significado y no limitada a las escuálidamente semánticas, tan traicioneras – para conocer con visión espiritual los “mandamientos espirituales” a cumplir por los individuos y su sociedad , con el propósito de establecer un orden social orientado hacia una precisa trilogía axiológica: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Dentro de esta bibliografía, hace relativamente poco, el filósofo Robert V. Andelson y el pastor James M. Dawsey, han escrito un muy valioso e interesante libro titulado “De la Tierra Devastada a la Tierra Prometida. Teología de la liberación para un mundo postmarxista” (From Wasteland to Promised Land. Liberation Theology for a Post-Marxist World, Robert Schalkenbach Foundation, New York, 1992). (Dicho sea de paso, ambos autores han tenido la deferencia, que considero inmerecida, de dedicarme el libro, con un extenso resumen de mi vida política y docente , en cuanto la he dedicado a bregar por un derecho a la tierra igual para todos los hombres del mundo, a fin que puedan ser plenamente libres y vivir en fraternal cooperación).
En la misma línea el una vez profesor en la Facultad de Derecho en Córdoba, Arturo Capdevila ( inmerecidamente ignorado y apenas citado como literato), cuando en el pueblo argentino bullían ( por muchas causas y razones) demandas de justicia, con valioso esfuerzo y coraje escribió en 1946 una obra de esplendida moral jurídico-social titulada “El Cesar contra el hombre” (Editorial Rosario). Allí con fundamentos históricos de modo tajante distingue como opuestos el derecho espiritual hebraico a la tierra del derecho pagano de propiedad romano sobre la tierra. Vale la pena. Me permito reproducirte la parte final de su prólogo titulado “Propósitos”. Dice allí:
“El que esto escribe fue profesor en la Facultad de Derecho de Córdoba. Allí me tocó dictar Filosofía Jurídica. Fue entonces cuando repasé mi Derecho Romano y la historia de Roma. De aquellas clases y meditaciones está nutrida parte de esta obra. Lo restante tiene un nombre que siempre confesé: el de Henry George. Sea ésta la hora justa de hacerlo nuevamente resonar. Primero traté de comprender. Ahora aspiro a hacer comprender.” (Más allá de mis pobres logros y después de tantos años de llevar haciendo lo mismo, caigo en la cuenta que mis “Propósitos” son los mismos del maestro Capdevila).
De modo lamentable y cada vez más dramático para nuestros país, el libro de Capdevila no resonó. No llegó siquiera a manos de las clases trabajadoras más humildes de nuestra sociedad. En cuanto a las clases intelectualmente superiores, su vista estaba atraída por otras concepciones del mundo y la sociedad. Nacionalismo, socialismo, comunismo y otros “ismos” a la moda oscurecieron (y oscurecen) su vista acerca de cómo debe ser el orden social tras aquellos tres ideales de la Revolución de Mayo. Frente a esos “ismos” unos pocos esgrimieron el “ismo liberal”, pero mancado de entrada, porque defendían en forma exclusiva a la libertad individual, sin parar en mientes la equivalente importancia de la igualdad y la fraternidad. Y – sobre todo – ignoraron (e ignoran) por defecto educativo o de propósito por sus intereses, la necesaria base material de esos ideales: el libre acceso a la tierra y destino necesario de la renta del suelo para sobrellevar el gasto social.
Esta ceguera y una multiplicidad de desvaríos dio lugar a que la contenida demanda de justicia social de los trabajadores cobrara la fuerza de un tsunami , rotulado “peronismo” primero, “justicialismo” después, que arrasó con gran parte de las instituciones sociales arduamente construidas, incluyendo la Constitución de 1853. Toda una arrasadora tormenta sin llegar a establecer de modo justo y firme el orden social debido.
El drama entonces desatado tuvo capítulos de tragedia sin que – hasta ahora – haya desparecido la amenaza de que nuevos trágicos capítulos se vuelvan a repetir.
Por todo esto, mi querido Agustín, vuelvo a felicitarte por tu valor para entrar en el campo minado de la realidad argentina. Si te aplicas con pensamiento recto y corazón puro, quieras o no, harás tuyos los propósitos de Don Arturo Capdevila.
Un fraternal abrazo,
Héctor Raúl Sandler
Estimados,
Estuve leyendo la Biblia, para intentar comprender el régimen de propiedad de la tierra. Llegué hasta el libro de los reyes.
Por lo que vi hasta ahora, uno encuentra un régimen un tanto despótico hasta entonces, pero con períodos muy interesantes.
Está claro que, para los autores bíblicos, el poder y todos los bienes provienen de Dios, así como la vida misma de cada hombre. A partir de allí Dios entrega y quita la tierra (o la vida) en función de que los hombres cumplan su voluntad.
Es interesante observar que una vez que son expulsados del paraíso, la tierra produce “con el sudor de la frente”, es decir con el trabajo. La riqueza pasa a ser “la tierra trabajada”.
Se observa que la propiedad de la tierra se obtiene de diversas maneras: por guerra, por trabajar tierras libres, por reparto según la “suerte”, y por herencia.
Los dueños de la tierra pueden venderlas o alquilarlas (a los extranjeros porque se prohíbe cobrar interés a los hermanos), según sea su conveniencia.
Las contribuciones o tributos se hacen al dueño de la tierra o a Dios (o a sus representantes). Sea que las hayan obtenido por la fuerza, por la compra o por la concesión de Dios.
En el caso del Faraón de Egipto, queda claro que para no morirse de hambre, los judíos venden su tierra y a sí mismos (como esclavos). A cambio de ello, el Faraón les da la tierra y semillas a cambio de un 20% de su producción. (En varias oportunidades por efecto de malas cosechas o calamidades la gente se vende como esclavo a alguien que los alimenta hasta la próxima cosecha).
Obsérvese que en todos los casos los tributos o contribuciones se cobran como porcentaje de lo cosechado (que es el producto inseparable de la tierra y el trabajo), y no como tierra libre de mejoras.
Los sacerdotes (representantes de Javé) cobran un diezmo, esto es, antes de que el pueblo pida un Rey. (Y recuerdo a Thomas Paine cómo Dios les advierte las calamidades que sobrevendrán por haber pedido un Rey, las mismas que advierte Lao Tse o Confucio, porque piden impuestos excesivos…).
El Levítico es el único que habla de que cuando llega el Jubileo se vuelven a repartir las tierras. Pero aún así, los tributos se cobran sobre el producido de las tierras (es decir Tierra + capital + Trabajo) y no sobre la tierra libre de mejoras (porque estas mejoras son in-escindibles).
Los autores bíblicos son perspicaces en observar que la tierra produce una vez que se siembra el trigo, o se planta un viñedo...
La Tierra en la Biblia Católica
(Génesis 3,17)
Al hombre le dijo: «Por haber escuchado a tu mujer y haber comido del árbol del que Yo te había prohibido comer, maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga sacarás de ella el alimento por todos los días de tu vida.
(Génesis 3,19)
Con el sudor de tu frente comerás tu pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado. Sepas que eres polvo y al polvo volverás.»
(Génesis 3,23)
Y así fue como Dios lo expulsó del jardín del Edén para que trabajara la tierra de la que había sido formado.
(Génesis 9,20)
Noé, que era labrador, comenzó a trabajar la tierra y plantó una viña.
Génesis 26,12)
Isaac sembró en aquella tierra y cosechó aquel año el ciento por uno. Yavé lo bendijo
(Génesis 47,18)
Al año siguiente volvieron donde él diciendo: «No podemos ocultar a nuestro señor que se nos ha terminado el dinero, y que los ganados ya son todos suyos. Tan sólo nos quedan nuestros cuerpos y nuestras tierras.
(Génesis 47,19)
Tú no puedes vernos morir a nosotros y nuestras tierras; compranos, pues, a nosotros y nuestras tierras, a cambio de pan, y seremos nosotros y nuestras tierras propiedad de Faraón. Danos trigo para que no muramos; así viviremos y nuestra tierra no quedará desolada.»
(Génesis 47,20)
De este modo José adquirió para Faraón toda la tierra de Egipto, pues los egipcios tuvieron que vender sus campos, ya que el hambre los apretaba, y la tierra pasó a ser toda de Faraón.
(Génesis 47,22)
La única tierra que no compró fue la de los sacerdotes, pues había un decreto de Faraón en favor de ellos, y él debía procurarles el alimento. Por eso no vendieron sus tierras.
(Génesis 47,23)
Entonces José dijo al pueblo: «Ya ven que los he comprado a ustedes y sus tierras para Faraón. Aquí tienen semillas: siembren la tierra.
(Génesis 47,26)
Así José impuso como ley, que la quinta parte de los productos de la tierra de Egipto debe ser entregada a Faraón, y esa norma perdura hasta el día de hoy. Sólo las tierras de los sacerdotes no pasaron a poder de Faraón.
(Exodo 6,8)
Yo los introduciré en la tierra que con juramento prometí darles a Abrahán, a Isaac y a Jacob; y se la daré como herencia, pues yo soy Yavé.»
(Levítico 20,24)
Por esto les he dicho a ustedes: Poseerán su tierra; y soy quien se la doy, de manera que sea de ustedes esa tierra que mana leche y miel: yo soy Yavé, el Dios de ustedes, que los ha separado de entre los pueblos.
(Levítico 23,10)
«Di a los israelitas: Cuando hayan entrado en la tierra que yo les doy, y ya hagan cosechas, llevarán al sacerdote la primera gavilla, o sea, las primicias de su cosecha;
(Levítico 23,39)
El día quince del séptimo mes, cuando cosechen los productos de la tierra, ustedes celebrarán la Fiesta en honor a Yavé durante siete días. El primer día será un sábado solemne igual que el octavo.
(Levítico 25,23)
La tierra no se venderán para siempre, porque la tierra es mía y ustedes están en mi tierra como forasteros y huéspedes.
(Levítico 25,24)
Por tanto, en todo el territorio que ustedes ocupan, las tierras conservarán el derecho de rescate.
(Levítico 25,28)
Si no halla lo suficiente para recuperarla, lo vendido quedará en poder del comprador hasta el año del jubileo; entonces la tierra quedará libre y volverá al que la vendió.
(Levítico 26,32)
Yo devastaré la tierra de tal modo que sus mismos enemigos quedarán admirados y asombrados cuando vengan a ocuparla.
(Levítico 27,30)
El diezmo entero de la tierra, tanto de las semillas como de los frutos de los árboles, es de Yavé, es cosa sagrada para él;
(Números 14,16)
Yavé no fue capaz de llevar a ese pueblo a la tierra que había jurado darles, por eso es que los mató en el desierto.
Números 14,23)
Por eso no verán la tierra que prometí a sus padres con juramento; ninguno de los que me menospreciaron la verá.
(Números 14,24)
Pero a mi servidor Caleb lo haré entrar a esa tierra a la que ya entró, y se la daré a su posteridad, porque tuvo un espíritu distinto y me siguió sin vacilar.
Números 14,30)
no entrarán en la tierra que juré darles. Sólo habrá una excepción para Caleb, hijo de Jefoné y para Josué, hijo de Nun.
(Números 26,53)
«Tú les repartirás la tierra en herencia, conforme al número de alistados;
(Números 32,5)
«Si quieres hacernos ese favor, que se nos dé esta tierra en propiedad, no nos hagas pasar el Jordán.»
(Números 32,29)
Moisés dijo: «Si los hijos de Gad y de Rubén pasan con ustedes el Jordán y van armados delante de Yavé, cuando ustedes hayan conquistado el país les darán esta tierra de Galaad en propiedad.
(Números 36,2)
«Yavé te mandó que dieras la tierra en herencia por suertes a los hijos de Israel y recibiste orden de Yavé de dar la herencia de Selofjad, nuestro hermano, a sus hijas.
(Deuteronomio 2,31)
Entonces Yavé me habló: Ya ves que he comenzado a entregarte Sijón y su tierra; ustedes empezarán la conquista conquistando su tierra .
(Deuteronomio 3,8)
Nos hicimos, pues, dueños de la tierra de los dos reyes amorreos, el país de Trasjordania, desde el torrente de Arnón hasta el monte Hermón
(Deuteronomio 3,18)
Entonces yo les di estas órdenes: 'Yavé, nuestro Dios, les ha dado esta tierra en propiedad. Y mientras los guerreros, todos los hombres valientes, irán armados al frente de sus hermanos israelitas,
(Deuteronomio 4,14)
En aquel día a mí me ordenó enseñarles las normas y los mandamientos que ustedes pondrán en práctica en la tierra donde van a entrar y que pasará a ser suya.
(Deuteronomio 7,1)
Yavé, tu Dios, te introducirá en la tierra adonde vas y que pasará a ser tuya; arrojará delante de ti a muchos pueblos, al heteo y al guergaseo, al amorreo y al cananeo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo, siete naciones mucho más numerosas y poderosas que tú.
(Deuteronomio 11,10)
Porque la tierra que van a poseer no es como el país de Egipto de donde salieron, en el cual después de haber sembrado había que regar a fuerza de brazos, como en las huertas,
(Deuteronomio 14,22)
Cada año separarás el diezmo de todo lo que hayas sembrado y que haya crecido en tus tierras.
(Deuteronomio 15,4)
pues no debe haber pobres en medio de ti mientras Yavé te dé prosperidad en la tierra que es tu herencia y que ha pasado a ser tuya.
(Deuteronomio 15,11)
Nunca faltarán pobres en este país, por esto te doy yo este mandato: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra.
(Deuteronomio 23,21)
Al extranjero podrás prestarle con interés, pero a tu hermano, no. Con esto conseguirás que Yavé, tu Dios, te bendiga en todas tus empresas, en la tierra que vas a poseer.
(Deuteronomio 24,14)
No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que se encuentre en tu tierra, en algunas de tus ciudades.
(Deuteronomio 25,15)
Tendrás un peso justo y exacto, e igualmente una medida justa y exacta, para que se prolonguen tus días en la tierra que Yavé, tu Dios, te da.
(Deuteronomio 26,1)
Cuando llegues a la tierra que Yavé, tu Dios, te da en herencia, cuando haya pasado a ser tuya y habites en ella,
(Deuteronomio 26,9)
Y nos trajo aquí para darnos esta tierra que mana leche y miel.
(Deuteronomio 28,68)
Yavé te volverá a llevar a Egipto por tierra y por mar, a pesar de que te dijo: «No volverás a verlos.» Allí ustedes querrán venderse a sus enemigos como esclavo y como sirvientas, pero no habrá comprador.
(Deuteronomio 31,20)
Pues los estoy llevando a la tierra que bajo mi juramento prometí a sus padres, tierra que mana leche y miel, y ellos, después de comer hasta saciarse y engordar bien, se volverán hacia otros dioses, les darán culto y a mí me despreciarán y romperán mi Alianza.
(Josué 10,42)
Josué venció a todos estos reyes y se apoderó de todas estas tierras de una sola vez, porque Yavé peleó por Israel.
(Josué 13,7)
Ahora, procede a repartir la tierra que deben poseer las nueve tribus y la media tribu de Manasés.
(Josué 13,33)
Pero a la tribu de Leví, Moisés no le dio ninguna posesión de tierra; porque Yavé, Dios de Israel, es su herencia, como se lo tiene dicho.
Josué 14,9)
Aquel día Moisés hizo este juramento: Por haber sido fiel a Yavé, mi Dios, la tierra que pisaron tus pies será tuya y de tus descendientes para siempre.
(Josué 18,8)
Los exploradores estaban listos para salir cuando Josué les dijo: «Vayan y recorran la tierra y tomen nota de todo; luego vuelvan a mí a este lugar, y echaré suertes delante de Yavé en Silo.»
(Josué 19,49)
Luego que Josué, hijo de Nun, terminó de repartir la tierra por suerte a cada una de las tribus, los hijos de Israel le dieron su porción en medio de ellos.
Josué 24,13)
Les di tierras que ustedes no habían cultivado, ciudades que no habían edificado y en que viven ahora; les di viñas y olivares que no habían plantado y de las que comen ahora.
(1 Samuel 30,16)
El los guió. Los encontraron dispersos por el campo, comiendo, bebiendo y celebrando una fiesta, porque era muy grande el botín que habían obtenido en tierra de los filisteos y en tierra de Judá.
(2 Samuel 8,2)
Venció también a los moabitas; les hacía ten der en tierra y los medía con un cordel: dos cor deles para los que estaban destinados a la muerte, y un cordel, a los que perdonaba la vida. Los moabitas quedaron sometidos a David y le pagaron contribuciones.
(2 Samuel 9,7)
Y él respondió: «Soy yo, para servirte.» David le dijo: «No temas, porque quiero tratarte con be nevolencia, por amor a tu padre Jonatán. Te de volveré todas las tierras de Saúl, tu padre, y to dos los días comerás a mi mesa.»
(2 Samuel 9,10)
Tú, con tus hijos y tus esclavos, cultivarás las tierras para él, y lo que coseches asegurará el susten to de la familia de tu amo. En cuanto a Mipi baal, el hijo de tu amo, comerá todos los días a mi mesa.» Sibá tenía quince hijos y veinte es clavos,
(2 Samuel 19,30)
El rey le respondió: «¿Para qué tantas palabras? He decidido que tú y Sibá se repartan las tierras.»
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